El Chorrillo, 10 de febrero de 2025
Allá voy con mi entrada de hoy. Primera cosa, hacer eso que
enseñaba a mis alumnos de ocho, nueve o diez años, apuntar la lista de las ideas
que tienes sobre un tema, ordenar la lista y comenzar a desarrollarlo. Así de
simple. Esta mañana decidí que mi reciente extirpación de próstata bien debería
permitirme hacer un mediano paseo, así que me abrigué y salí a pasear. Lo
primero que me encontré en el camino, allá en el pinar cercano a mi casa, fue
un sillón de resina en un lugar estratégico desde donde se puede ver el
atardecer como si estuvieras en las primeras butacas de un teatro, el teatro del
crepúsculo. Decía Batiato, el cantautor, que él a la tarde dejaba todo lo que
tenía que hacer para entregarse a la contemplación del cielo del final del día.
Ese debe de ser el pensamiento del vecino que se ha traído al pinar esa silla. Contemplar,
ensoñar, dedicar tiempo al último adiós del día. Hay quien sabe buscarse en la
vida su rinconcito para el descanso y la contemplación, el vecino sin más, que
se trajo esta silla al pinar cercano para sentarse allí cada tarde a ver
atardecer mientras que otros se hartan a trabajar a esa misma hora para tener
suficiente pasta con la que pagar el casoplón, tantos por aquí en Griñón, que
tendrán que estar amortizando hasta bien entrada la jubilación. Quien se trae
una silla al pinar cercano, y quien se encierra en el trabajo para tener una
casa de la que no puede disfrutar porque etcétera.
A los que nos quieren proteger de los males de las nuevas
tecnologías, las redes sociales, hay que decirles que bien merecería que no
trataran al personal como niños de teta, que allá cada uno se las componga con
su inteligencia y su indefensión ante el acoso de este burdo sistema económico
que tenemos que hace que todo el mundo vaya de cabeza corriendo a comprarse el
último modelo de nosequé. ¿Que te pueden engañar vendiéndote algo impropio o
defectuoso, o te pueden estafar? Nada nuevo, también me vendieron a mí de niño
una bicicleta de segunda mano en el Rastro que cuando fui a probarla en
Los almendros están en flor. Siempre llegan las flores aunque
los días y las noches sean duros y oscuros. Por ello hay que seguir manteniendo
la esperanza, aunque sólo sea para augurar a nuestros nietos un espacio vital
habitable.
Y además, y me viene de nuevo la retraca esa de los espías
del DeepSeek y demás familia, ¿qué coño pasa con los algoritmos? ¿Qué pasa con
que los algoritmos, detectando lo que nos gusta o es útil, que nos sirvan en bandeja
nuestros platos preferidos, música, cine, artículos, asuntos? Sí, ya, ¿que así
podemos llegar a vivir en una burbuja? De eso nada, que ello servirá para quien
no tiene sentido crítico o para los que van a piñón fijo por la vida, que todo
el mundo tiene a la altura de los dedos la posibilidad de abrirse paso con la
desbrozadora a través de lo que les llega para ir allí donde la razón tenga el gusto
o las ganas de dirigirse. ¿O es que consideramos tan minusválidos al personal
como para que tengamos que protegerlos constantemente contra las amenazas de
los aprovechados, provengan éstos de las redes, los artículos de prensa o la
metedura de narices de Zuckerberg y sus allegados en todo aquello que decimos o
pensamos? La gente crítica no tiene esos problemas con esos supuestos peligros
que nos acechan. Olvidamos que cuando hacemos una crítica a estas plataformas
succionadoras de datos, lo que estamos haciendo de rebote es actuar de papaítos
de una mayoría que traga con todo lo que le echen encima. Si no tenemos a mano
la máquina de separar el trigo de la paja y dejamos nuestro sentido crítico en
manos de la pereza, esa plaga que asola el mundo, pereza de pensar, pereza de
argüir, pereza a trochimochi que sustituimos con escatológicos megustas o
mensajes de 15 palabras… pues eso.
Que cada uno sostenga su vela y a la noche cada mochuelo a
su olivo y aquí paz y después gloria. Nada
de echar balones fuera. La culpa no son de las redes, de los titulares de los periódicos
o del DeepSeek o ChatGTP, todo ello meras herramientas, con las que, o a pesar
de, acercarnos cada vez más y mejor al conocimiento de la realidad.
Que cada uno sostenga su vela y cargue con las
consecuencias de su pereza o su voto, que ni los Trumps del mundo ni las
plataformas, ni las IAs tienen la culpa (en el contexto de estas líneas), sino que
somos las personas con nuestro voto o con el uso que hacemos de las nuevas tecnologías
los que etcétera…
No hay comentarios:
Publicar un comentario