lunes, 10 de febrero de 2025

Nada de papaítos, que cada cual sostenga su vela y a la noche cada mochuelo a su olivo

 



El Chorrillo, 10 de febrero de 2025

Allá voy con mi entrada de hoy. Primera cosa, hacer eso que enseñaba a mis alumnos de ocho, nueve o diez años, apuntar la lista de las ideas que tienes sobre un tema, ordenar la lista y comenzar a desarrollarlo. Así de simple. Esta mañana decidí que mi reciente extirpación de próstata bien debería permitirme hacer un mediano paseo, así que me abrigué y salí a pasear. Lo primero que me encontré en el camino, allá en el pinar cercano a mi casa, fue un sillón de resina en un lugar estratégico desde donde se puede ver el atardecer como si estuvieras en las primeras butacas de un teatro, el teatro del crepúsculo. Decía Batiato, el cantautor, que él a la tarde dejaba todo lo que tenía que hacer para entregarse a la contemplación del cielo del final del día. Ese debe de ser el pensamiento del vecino que se ha traído al pinar esa silla. Contemplar, ensoñar, dedicar tiempo al último adiós del día. Hay quien sabe buscarse en la vida su rinconcito para el descanso y la contemplación, el vecino sin más, que se trajo esta silla al pinar cercano para sentarse allí cada tarde a ver atardecer mientras que otros se hartan a trabajar a esa misma hora para tener suficiente pasta con la que pagar el casoplón, tantos por aquí en Griñón, que tendrán que estar amortizando hasta bien entrada la jubilación. Quien se trae una silla al pinar cercano, y quien se encierra en el trabajo para tener una casa de la que no puede disfrutar porque etcétera.


Vamos con las notas debidamente ordenadas, notas que arrancan hoy de un email que recibí esta mañana del amigo Cive, últimamente muy sensible a los datos personales que las IAs, las redes o san Pedro Bendito pueden estar acumulando de todos nosotros, los sapiens del planeta Tierra, en las tripas de un macro disco duro, el Big Data.  “DeepSeek te espía y las otras también”, se titula el artículo que me manda. Todo lo sabido sobre los saberes que estas plataformas acumulan de todo el mundo, toda esa huella que dejamos cada vez que encendemos el teléfono o el PC. Le contesto lo que sigue: Nada nuevo bajo el sol. Lo llevan haciendo los norteamericanos desde hace muchos años directa o indirectamente (a un amigo le negaron el visado a EEUU hace poco. Descubrió más tarde que había pasado por Irán en un vuelo hacía muchos años, un ejemplo tonto. A los gringos no se les pasa nada). Ahora resulta que el personal se echa las manos a la cabeza porque los chinos hacen lo mismo. Son distintos niveles de espionaje, pero éste existe desde siempre. Una mota de polvo que es un servidor en este planeta, tan insignificante, no puede ser objeto de nada, sólo, eso sí, objeto destinado a través de mi incursión en Internet, a ser materia de interés del marketing internacional. Nada más que eso, porque el resto me la trae floja siendo como soy puro aire para los intereses políticos o económicos de los dueños de este planeta. Yo y el 99,9% por ciento de la población. Otra cosa es el espionaje a mayor escala, ese sobre el 0,01% de la población; nada que ver con los ciudadanos de a pie. Creo que hay mucho blablablá sobre el asunto, como en tantas cosas. Por otra parte mucho hablar pero... ¿Quién no usa el guasap del señor Zuckerberg en el planeta Tierra? El margen entre la utilidad que recibimos y el uso que se deriva de esa utilidad por parte de los gestores de las grandes plataformas, es favorable al usuario, por mucho que... No existen certezas, bloques sólidos sobre las verdades que manejamos, todos hablamos, criticamos, abrimos la caja del blablabla, pero todos seguimos atados al guasap. entre otras razones porque los sms cuestan pasta; ¿o no? ¿De qué coherencia hablamos? Tengo un amigo que ni el guasap usa, por coherencia ideológica. Bravo por él, pero... Conoces tú a alguien, le decía al amigo Cive, que dé duros a peseta? Hagamos balance contable del asunto: lo que nos dan las nuevas tecnologías, lo que recibimos y lo que “se aprovechan” de nosotros. Esto mismo que hacemos ahora intercambiando ideas, continuaba yo, que ni de coña sería posible sin los medios que usamos, tu blog y tantas cosas que han hecho posible la relación con tantas personas y pensamientos enriquecedores. Tu blog de Carnet de paro, los míos, la gente que perdimos y encontramos en el ciberespacio, la facilidad descomunal de acceso a la cultura. Todo eso, ¿qué? ¿lo queremos gratis? Gratis, esa cosa tan en el deseo de todos, todos... Sí, duros a peseta, esa filosofía de la que mamamos todos casi sin excepción sin más usando el guasap. A quién coño le va a importar lo que yo piense o haga a no ser que Franco se levantara de la tumba y se dedicara a fusilar de inmediato, como con tantos miles hizo entonces, a todo aquel que tiene la cabeza sobre los hombros. Mis deseos personales, lo que pienso o me gusta no pueden interesar a nadie que no sea un vendedor de algo. Y a estos con no hacerles ni puto caso, se acabó. Dejé aquí mi conversación con Cive, pero retomé el hilo del discurso durante el paseo.

A los que nos quieren proteger de los males de las nuevas tecnologías, las redes sociales, hay que decirles que bien merecería que no trataran al personal como niños de teta, que allá cada uno se las componga con su inteligencia y su indefensión ante el acoso de este burdo sistema económico que tenemos que hace que todo el mundo vaya de cabeza corriendo a comprarse el último modelo de nosequé. ¿Que te pueden engañar vendiéndote algo impropio o defectuoso, o te pueden estafar? Nada nuevo, también me vendieron a mí de niño una bicicleta de segunda mano en el Rastro que cuando fui a probarla en la Casa Campo se descuajeringó y el pedal, que estaba en su sitio adherido con pegamento, salió rodando nada más poner el pie en él. También me robaron un macuto en Huarás junto al Huascarán y otro en Malawi. Al menos por Amazon podría haber devuelto la bicicleta; vuelve por el contrario al Rastro a que te devuelvan la pasta de la bici. Que cultivemos el sentido crítico, que cribemos y si no, pues eso. 

Los almendros están en flor. Siempre llegan las flores aunque los días y las noches sean duros y oscuros. Por ello hay que seguir manteniendo la esperanza, aunque sólo sea para augurar a nuestros nietos un espacio vital habitable.

Y además, y me viene de nuevo la retraca esa de los espías del DeepSeek y demás familia, ¿qué coño pasa con los algoritmos? ¿Qué pasa con que los algoritmos, detectando lo que nos gusta o es útil, que nos sirvan en bandeja nuestros platos preferidos, música, cine, artículos, asuntos? Sí, ya, ¿que así podemos llegar a vivir en una burbuja? De eso nada, que ello servirá para quien no tiene sentido crítico o para los que van a piñón fijo por la vida, que todo el mundo tiene a la altura de los dedos la posibilidad de abrirse paso con la desbrozadora a través de lo que les llega para ir allí donde la razón tenga el gusto o las ganas de dirigirse. ¿O es que consideramos tan minusválidos al personal como para que tengamos que protegerlos constantemente contra las amenazas de los aprovechados, provengan éstos de las redes, los artículos de prensa o la metedura de narices de Zuckerberg y sus allegados en todo aquello que decimos o pensamos? La gente crítica no tiene esos problemas con esos supuestos peligros que nos acechan. Olvidamos que cuando hacemos una crítica a estas plataformas succionadoras de datos, lo que estamos haciendo de rebote es actuar de papaítos de una mayoría que traga con todo lo que le echen encima. Si no tenemos a mano la máquina de separar el trigo de la paja y dejamos nuestro sentido crítico en manos de la pereza, esa plaga que asola el mundo, pereza de pensar, pereza de argüir, pereza a trochimochi que sustituimos con escatológicos megustas o mensajes de 15 palabras… pues eso.

Que cada uno sostenga su vela y a la noche cada mochuelo a su olivo y aquí paz y después gloria.  Nada de echar balones fuera. La culpa no son de las redes, de los titulares de los periódicos o del DeepSeek o ChatGTP, todo ello meras herramientas, con las que, o a pesar de, acercarnos cada vez más y mejor al conocimiento de la realidad.

Que cada uno sostenga su vela y cargue con las consecuencias de su pereza o su voto, que ni los Trumps del mundo ni las plataformas, ni las IAs tienen la culpa (en el contexto de estas líneas), sino que somos las personas con nuestro voto o con el uso que hacemos de las nuevas tecnologías los que etcétera…


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