El Chorrillo, 1 de septiembre de 2024
El relato se titula Sequía
en septiembre y se encuentra en Cuentos
reunidos, de William Faulkner. En él, siguiendo unos rumores según los
cuales “un negro” había violado a una señorita del pueblo, un matón, seguido
por algunos vecinos y con la anuencia del pueblo silencioso, había hecho
justicia por su mano, se supone, despeñando a aquél por un precipicio. Tras
ello, llega a casa, abofetea a su esposa por una injustificada nimiedad y a
continuación se va jadeante a la cama.
Me acordé leyendo este relato de cierta discusión que tuve
días atrás en relación con el post de un amigo que ponía en solfa la labor de
ciertos jóvenes que parecen aprovechar su presencia en las filas del
voluntariado en el Tercer Mundo para ejercer un postureo en redes y similares acaso
impropio de quien realmente desea dedicar su tiempo a labores relacionadas con
la ayuda humanitaria. ¿Cómo? Pues, por ejemplo, fotografiándose con negritos en
brazos vistiendo una camiseta de
Unos días después, otro amigo comparte un post de alguien
que arremete a mandobles al son de cornetas como de quien está batiéndose
contra la inmundicia de ciertos montañeros, poniendo a parir a aquellos que…
Asuntos de postureo, que hacen de la montaña y de sus actividades, eso mismo,
una exhibición ante los demás. Y que aprovecha el autor para desde el púlpito
de su muro, debía de tener numerosa audiencia, para decir lo que se tiene que
hacer o dejar de hacer cuando uno va a la montaña, aconsejando a unos y otros
etcétera. Era un lamentable post donde lo esencial era el plumero que ostentaba
el autor sin ser consciente de ello. El representante de la pureza montañera parecía
aquel individuo, que lo único que quería acaso demostrar era que él era la flor
y la nata de la perfección montana.
Me decía el amigo del post primero que él no consideraba
que los post que yo escribía fueran postureo. No sé, yo no estaría tan seguro
de ello. De hecho sospecho, lo he sospechado siempre, que manifestarse en público,
sea para opinar sobre asuntos dispares como para narrar hechos, sensaciones,
historias relacionadas con uno mismo, tiene cierto aire de postureo. Al yo no
es difícil que se le vea el plumero cuando pasa de lo privado a lo público.
Bueno, de todos modos digamos que hay muy diferentes
clases de postureo. El justiciero del relato de Faulkner necesita exhibirse ante
los demás. No es justicia lo que necesita su yo; lo que su yo le está pidiendo
es la anuencia de los otros, y que reconozcan en él al defensor de cierta
verdad. No le interesa esa verdad; lo que él desea es mostrarse, tener un valor
frente a sus vecinos y conocidos. En el fondo es un bestia que erigiéndose en
defensor de lo que sea pretende ganar puestos en la aceptación de sus vecinos
aunque sea despeñando a “un negro” en señal inequívoca de la indignación
popular que él pasa a representar.
La muy loable necesidad que tenemos todos de que nos
quieran y seamos considerados por los otros, de hecho puede llevar a muchos a hacer
de la verdad o la justicia un paripé en el que puede que no se esconda otra
cosa que el recóndito deseo de ser admirado, querido o tenido como baluarte de cierta
pureza moral o conceptual.
Existe en el postureo más corriente una actitud que por
ser impostada y artificiosa no pasa al lector atento desapercibida. De repente,
tras leer las primeras líneas de ciertos posts algo por dentro empieza a
decirte que aquello, como en el caso del protagonista del relato de Faulkner,
va más de la necesidad del que escribe de mostrarse a sí mismo como paladín de
cualquier aparente verdad que de denostar hechos concretos.
Y por supuesto decir que puestos a meter el cazo en un río
revuelto donde no es fácil distinguir lo que más se puede acercar a la verdad,
acaso estas líneas no sean otra cosa que eso, postureo, un modo de significarse,
de llevar la contraria, de aclarar que uno no está exento de… etcétera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario