![]() |
La suerte de que un herrerillo venga a darte los buenos días |
El Chorrillo, 3 de junio de 2024
Me encontraba echando un vistazo a la prensa en el ordenador… De repente, un ruido de alas; retiro la vista de la pantalla y a cuatro palmos de mis narices me encuentro a un herrerillo agarrado de uñas al mosquitero de la ventana. Lo menos que puedo pensar es que venía a darme los buenos días. Ha sido una visita breve porque enseguida ha volado unos metros más allá al comedero de los pájaros que cuelga de una rama de la acacia frente a mi ventana. La llegada del herrerillo es un ejemplo de cómo llegan las ideas al cerebro, inesperadamente, como salidas de la nada se plantan allí en la puerta de tu conciencia como diciendo “toma, a ver qué haces con ello”, y detienes lo que estás haciendo y empiezas a construir una pirámide de palabras con la que llenar un par de horas de la mañana, la dejas ahí como quien contempla las nubes de verano, o acaso una escultura de Miguel Ángel o Canova, las miras, las remiras, das vueltas a su alrededor, lo contemplas, incluso te puedes solazar admirando el ejemplar, el pajarillo, que te ha caído en suerte.
Esta mañana, por ejemplo, vino también un pajarillo a posarse frente a mis ojos cuando echaba un vistazo al Feisbuk, esta vez en forma de dos versos de Rilke que Antonio Montes había colocado sobre su imagen matinal, un capitel en primer plano que invitaba a dirigir la vista hacia los frescos de la techumbre de alguna iglesia barroca. Estos eran los versos: “Bienaventurados los que saben / que detrás de todos los lenguajes, se halla lo inexpresable". Le decía yo, allá bajo los versos, que quién pudiera pillar citas perdidas en la memoria que dicen lo mismo desde distintas épocas y diferentes espacios, y que Rilke condensa hoy a través de tus manos en un par de versos. Y es verdad que hay muchas ideas revoloteando como pajarillos en nuestro cerebro que necesitan de un poeta que sepa recoger en versos una intuición, un pensamiento fértil que nos ayude a comprender tantas verdades, lo que existe con la plenitud de una realidad intangible, pero que somos incapaces de apresar en los circuitos de nuestra racionalidad.
Escribía Ramón y Cajal que a mucha gente le cuesta trabajo pensar, pero que a él lo que le costaba trabajo era dejar de pensar. A Ramón y Cajal le llegaban pajaritos a la cabeza y en lugar de dejarlos a su aire abandonándose a los influjos del Facebook, Instagram o Twitter o cualquier otra distracción, dejaba lo que estaba haciendo y atendía al pajarito de turno, esa idea que se le había posado inesperadamente en las cercanías de las circunvoluciones del cerebro. A mí me sucede algo parecido, sea esto un herrerillo o cualquier cuestión volatera que roza las cercanías de mi yo, el yo, esa cosa inexpresable que dos días atrás en una comida de amigos Keemiyo intentaba infructuosamente definir usando el exotérico lenguaje de los gurús de esta hermosa tierra de los que saben que detrás del lenguaje se halla lo inexpresable. Yo, nosotros, que no somos bienaventurados, y que acaso no lo deseamos porque el exceso de claridad puede llevarnos a ese mundo de ciegos que narraba Saramago en alguna novela; me sucede algo parecido, decía, que me vengan ideas ambiguas al coco, pero siendo como no soy ningún ramón y cajal, los pensamientos se me atrancan y sudo tinta china para dando capirotazos o intentando mantenerme sobre el agua como náufrago a punto de ahogarse, tratar de comprender la realidad que me ha caído en suerte en determinado momento. Por ejemplo eso del yo y del ego que, seguro estoy, nunca llegaré a comprender por mucho que tenga a algún bienaventurado enfrente que me quiera meter en la mollera determinadas verdades.
A veces se me ocurre que ser un torpe es un regalo del cielo. Me explico. Parto de que la realidad es evanescente, inaprensible, compleja. Y siendo así la realidad lo que provoca en mí es un continuo afán de intentar abrir un hueco de claridad en el desbarajuste que pueda ser esa realidad, un hilo de Ariadna que me saque de la oscuridad de la cueva del Minotauro; lo cual, se diga lo que se diga, es sumamente divertido. Destripar realidades, darles la vuelta, olfatearlas, meterles mano (en el mejor sentido de la palabra :-)), hacer de ese pretendido desentrañamiento un divertimento, no es otra cosa en tantas ocasiones este blog, es un agradable deporte que acaso los “bienaventurados” se pierden. No nos interesa la cumbre sino el camino que lleva a la cumbre, no el destino sino la ruta que lleva a él.
Vamos, que andamos por la vida como ciegos con bastón en mano y lo que la punta del bastón puede transmitirnos como una columna dórica igual puede ser la rugosa pata de un elefante. Y sí, que dudo mucho de aquellas verdades, de aquellos que sirviéndonos luminosas verdades en hiladas como de ladrillos, como quien quisiera construir una torre doctrinal, nos sirven la interpretación del mundo con una supuesta realidad que por su mucha luz acaso nos puede hacer peligrar ese ligero escepticismo que conviene guardar en la recámara para no caer en la trampa de la rotundas verdades… que por supuesto no existen.
Si volviera el herrerillo a mi ventana me gustaría darle las gracias por este agradable rato de soliloquio escritoril que me ha proporcionado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario