El Chorrillo, 6 de junio de 2024
¿Qué
será esa muy ligera inquietud que asoma por dentro cuando mano sobre mano
observo a los pájaros en el comedero frente a mi ventana? ¿La vida? ¿El verano
que se aproxima? ¿La próxima salida a Galayos? En éstas me encontraba yo cuando
entró una llamada que venía de Zaragoza y que me invitaba a cierto paseo por
los aires. Así que se me cortó la leche y la idea quedó flotando sobre el limbo
en las tripas del teléfono. Pero inútil saber ahora por donde iban los tiros,
que con el trajín del vuelo, las cervezas y la caravana que pillé en
Por
ejemplo eso que voy conociendo aquí y allá de amigos que, o saliendo de la
niebla de la memoria del pasado o brotando sin más de las fértiles tierras de
las redes sociales, vienen a instalarse en tu vida, mejor sería decir
injertarla, envueltos en cierto aire de pasiones compartidas. Así, a propósito
del balanceo del parapente sobre el paisaje agrario bajo
Uge
hacía en Instagram recientemente una digresión que algo rozaba esta idea. Él
hablaba de las edades del Brujo, él mismo en persona, “de una treintena de años
pegado como una lagartija a la roca”, años de conocer gentes de todo tipo y de
forjar valiosas amistades, los verdaderos pilares indispensables en el
tránsito… tránsito, imagino, por la vida.
Más
abajo escribía el Brujo su haiku para la ocasión: “Uno nace, anda, trepa, toca
el cielo y vuelve a
A mí
de niño siempre me llamaba la atención cuando mi madre agujas de calceta en
mano aquí hacía una manga, allá una pechera, más tarde la espalda para al final
terminar ensamblando todo aquello en lo que sería más tarde un jersey.
Escribiendo al ritmo de la ventolera que me viene de aquí y de allá, a mí en
ocasiones me cuesta trabajo ensamblar lo que escribo, eso si no tomo el rábano
por las hojas o me voy por los Cerros de Úbeda, en cuyo caso manga por hombro puede quedar la cosa. Pues
eso…
Aunque
no lo parezca el tema en definitiva viene a ser el mismo, o parecido, de eso
que días atrás, creo, daba en llamar “los otros”. “Los otros”, un asunto que
viniendo de quien exprime la soledad
como uno de los bienes más preciados, puede sonar poco coherente, un mal no muy
grave dada la facilidad con la que la incoherencia asoma las orejas en cada
hijo de vecino. Si la prueba irrefutable de la existencia de Dios es la
existencia de la cerveza, con parecida razón podría decirse que la esencia de
la otredad se destila en el alambique de la soledad; la otredad entendida como
aquellos que no son uno pero que lo complementa.
Loren,
que esta tarde hablaba de los granuja del manicomio con los que ayer tarde
había compartido los aderezos de un vuelo en parapente, decía que ello le daba
alas para sentirse insultantemente más joven que cualquiera con cuarenta tacos.
Si te rodeas de niños y niñas revoltosos, añadía, os aseguro que ellos son el
elixir de la eterna juventud. Pues no es por nada, contestaba yo a
continuación, pero a partir de ahora si sigo encontrándome con colegas como
vosotros, voy a tener que celebrar mis cumpleaños en sentido descendentes
porque cada vez voy a ser más joven. Anteayer tenía cerca de 76 y después de lo
de
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