sábado, 2 de marzo de 2024

Yo, viejo

  

Imagen original de José Manuel Vinches. En la foto Juanjo San Sebastián y Jose.


“La vida es un éxtasis” (Emerson)

 El Chorrillo, 2 de marzo de 2024

Estaba contemplando un inesperado atardecer en el epílogo de un día raro, frío, ventoso, que había cubierto la parcela de una alfombra de granizo, cuando sonó el ring de un guasap que entraba. Un amigo a muchos kilómetros de aquí me mandaba una entrevista a Anna Freixas a raíz de su último libro, Yo, vieja. Lo leí tras tomar algunas fotografías de este atardecer que cerraba un día más, un escenario de tinieblas en medio del cual el sol abría una rendija de fuego para decir adiós a la jornada.

El título de la entrevista, la pobreza de la vejez se fragua en la juventud, me hacía suponer un contenido algo diferente al que propone Freixas, que acaso carga demasiado el acento en el aspecto económico, pero no obstante, sí, la afirmación de que en la juventud se fragua una gran parte de lo que seremos de mayores era una proposición que invitaba a hacer algún tipo de reflexión. A mí siempre me pareció que hagamos lo que hagamos a lo largo de la vida siempre en ello hay cierto carácter de inversión. Invertimos para el futuro con nuestro modo de hacer, con nuestros proyectos y, cómo no, con los sueños que se nos cruzan en el camino y que llevamos a efecto. Habría que invertir los términos de ese titular y decir que la riqueza de la vejez se fragua a lo largo de toda la vida. Habla Freixas del enorme potencial que las personas mayores han acumulado, la experiencia, el conocimiento de la realidad, todo lo que dan los muchos años de vida. Y obviamente a mayor inversión en tantos aspectos, mayor liquidez cuando nos hacemos mayores. Quien ha vivido mucho, y no meramente ha existido, tiene más posibilidades de vivir una edad madura satisfecha de sí.

Recuerdo haber empleado este término, invertir, con uno de mis hijos cuando asumiendo un estilo de vida difícil en medio del monte, una choza que construir, unas pocas cabras, el frío del invierno y las largas noches junto a la estufa de leña, yo admiraba aquella su disposición. Se lo dije una noche que bajaba yo del pico de la Miel y pasé a charlar con él junto al crepitar de las jaras que ardían en la estufa. Seguro que cuando seas muy mayor y te sientes a recordar frente al crepúsculo estos años tuyos, seguro que recordarás este tiempo como un periodo de gracia y fortuna. Me parecía una excelente inversión de futuro. La gente invierte para el futuro echando moneda a moneda en su hucha del banco. Mario invertía para el futuro de un modo muy diferente, invertía en su interior inventándose una vida simple en el bosque y bajo las estrellas. Algo parecido podríamos decir de aquellos que invierten para su alma, para sus sueños o para mantener el cuerpo y la mente en óptimas condiciones.

No es difícil que la Parca, la que corta el hilo de la vida con sus tijeras, se interponga en ese horizonte de los años de la madurez, o que la salud, esos males mayores, te den una patada en el culo y te dejen en la cuneta, pero salvando ese tipo de dificultades, ¿quién podría negar que la vejez puede ser uno de los mejores periodos de la vida? No, claro, nadie da duros a peseta; todo lo contrario, que la salud mental y física se gana a pulso es un argumento que sirve tanto para la edad madura como para los años de la infancia y la adolescencia.

Obviamente escribo para mí, para intentar comprender; abro los ojos, miro a mi alrededor y claro, la diferencia entre el tipo de vida que lleva A, B o C es tan grande… Invertimos durante toda la vida, pero ¿qué sucederá si llegados a cierta edad no levantamos el culo del sofá, nos damos desproporcionadamente a los placeres de la mesa o sucumbimos a los embates de la pereza? Días atrás, que contaba yo mi experiencia, la primera, de mi paso por el rocódromo, un amigo comentaba así mi relato: “Nunca es tarde. En el roco se ejercitan todos los grupos musculares y se estira bien la columna vertebral. Se engrasan las articulaciones. Una coreografía de movimientos muy saludables especialmente para mayores”. Se le olvidó incluir en su coreografía los estímulos mentales, ese nunca es tarde que alivia con cierta gracia el peso de los años.

Pensar a lo largo de la vida que estás trabajando también por tu bienestar futuro, la calidad de vida de los años de la jubilación, me parece, a la vista de esa idea de Freixas, una excelente disposición. He comentado más de una vez una brillante idea que recogí en un libro de Juanjo San Sebastián. Escribía él que estaba agradecido a quien fue porque ello le ayudó a ser quien es. Lo escribí varias veces, y no será la última, porque es una verdad que cada vez se suena más a revelación. Eso de mirar atrás y decirte a ti mismo “gracias, amigo por este regalo de vida que me has venido haciendo”, suena además como un homenaje a la propia vida. Suena a mirar atrás y sentir un gozo profundo por lo que uno fue. La última vez que contacté con Juanjo hace un par de semanas, pasaba unos días escalando con José Manuel en las montañas de Alicante. Con sus dedos amputados tras la tragedia de Atxo y su caída de cientos de metros en las laderas del K2, Juanjo le sigue manteniendo un pulso a la vida que se cimenta sobre el pasado, lo que fue; sigue haciendo del presente una fiesta no muy diferente a lo que fue ella en el pasado.

Ejemplos haylos a montones. Ya lo decía Emerson, la vida es un éxtasis.

 

 

 

 

 

 

 


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