sábado, 23 de marzo de 2024

De las imágenes rotas de nuestro pensamiento

 


El Chorrillo, 24 de marzo de 2024

Si te substraes de lo que te rodea, te sientas cómodamente y cierras los ojos, el universo se expande, la realidad aparece con perfiles más precisos y, si no te duermes, en unos pocos minutos te encuentras viajando de acá allá del tiempo, de acá allá de los asuntos y de su contenido. Y si además tienes el cuerpo cansado, cansado de manera que sientas los músculos de brazos y piernas, la amplitud de tu percepción puede ser mayor. Una retórica segunda persona del singular, quiero decir, que conmigo hablo en general. Llegar con el cuerpo cansado al final del día tiene sus efectos positivos, al menos esta noche que pedaleé  muchos kilómetros cuesta arriba en la bici estática, el Passo dello Stelvio, el puerto de Navacerrada, fuertes pendientes como si fueran de cincuenta grados; que terminé sudando como un pollo.

Bueno, entre otras cosas acabé pensando que el próximo día seis de abril, que es la inauguración de la exposición fotográfica de Luis Miguel Soriano en Pedraza, tendríamos que reservar una mesa en algún restaurante. Luego mis pensamientos se fueron al libro de Stevenson, que estuve leyendo mientras pedaleaba, que aunque fuera lo Stelvio o Navacerrada, el hecho de que sea en la bici estática, permite hacer ciertas excentricidades mientras pedaleas camino del puerto. Stevenson, Moral laica, un librito que promete, la prosa de Stevenson siempre promete platos de suculenta lectura. Hacía tiempo; lo último que leí de él lo hice mientras viajaba en barco por aguas del mar de China Meridional. Leía… Estoy empezando a necesitar una bibliotecaria que ponga un poco de orden en mis libros. Llevo años que cada vez que busco uno me lleva un montón de tiempo encontrarlo. Dicen que la mejor manera de vivir es haciéndolo como si te fueras a morir esta misma noche; y la idea me gusta, como otras tantas como dejarme de meter el dedo en la nariz, pero es que no hay manera, el desorden de los libros me puede, así que un día de estos me prometo ordenar mi biblioteca de manera que si me muero un día de esta semana tenga todos los asuntos arreglados, que jodido sería morirse y dejar todo manga por hombro. El libro no lo encuentro, pero al fin dando una vuelta de tuerca en el interior de mi memoria di con su título, En los mares del Sur. Creo que he leído casi todo de este autor y entonces cuando hace días me encontré con Moral laica, altamente recomendado por el autor de cierto libro relacionado con la estupidez, enseguida me entraron ganas de volver a las páginas de uno de esos autores que reelerías siempre en cualquiera de las reencarnaciones que me toque vivir. Hay detractores de Amazon a montones por el mundo, pero yo soy uno de sus incondicionales usuarios. Vivo aislado en el campo y el cordón umbilical que me une al mundo, aparte de Internet, es Amazon. ¿Se me antoja un libro? Enciendo el teléfono, le doy con las yemas aquí y allá y al día siguiente ya tengo el libro en las manos; eso o me pasa por la cabeza hacer un rocódromo, que vete a saber si tendría que viajar a la Conchinchina para conseguir las presas, pues no, otros golpecitos de las yemas de los dedos y ya tengo las presas y lo que haga falta en casa en un par de días.

Así que de mi cansancio y sus consecuencias, de la bici y la lectura de Stevenson va la cosa, y sin decir nada en especial ya he cubierto casi las tres cuartas partes de mi post. Si no fuera que para mí escribo, ya alguno me habría reclamado los duros que se hubiera gastado por acceder a estas líneas. Y es que todo texto que merezca tal nombre, pero que no hable de feminismo y que no se dedique ir a contracorriente del parecer general, en cuyo caso no te lee ni Dios, o lo escribes para ti y te arriesgas a decir lo que piensas o mejor no decir nada, porque para hablar de ese parecer general ya están los otros.

A un quinto estoy del final, así que poco o nada de espacio me va a quedar para lo que quería decir. Apenas comenzado Stevenson su libro, ya apunta a algo que me concierne: "El mejor de los maestros sólo puede impartir imágenes rotas de la verdad que percibe." Stevenson, igual que Conrad, me pareció siempre un hombre dotado con una capacidad extraordinaria para expresar realidades difíciles de aprehender. Si ya es difícil abrirse paso en la comprensión de la realidad, el mérito de poder expresarla resulta todavía más admirable. Cuando tratas de comprender el mundo en que vives y encuentras textos que te abren ventanas más allá de la bruma, aunque la realidad de hoy siga siendo tan cruel, en mí se esboza cierta sensación de agradecimiento. Asuntos de historia, éste de la estupidez humana, algo sobre lo que escribía ayer en mi blog acerca del lenguaje inclusivo, ese desbarajuste moral que leemos estos días en la prensa, o simples cuestiones sobre la propia existencia, ofrecen de continuo interrogantes de los que es difícil zafarse, y la lectura alivia en cierto modo de la presión que te fuerza a dar respuesta, y en tantos casos  a resignarte.

Abre su texto Stevenson con una interesante digresión sobre la incomunicabilidad de lo que uno lleva dentro de sí mismo, ya que su más alta sabiduría llega a él no por una elaboración de la mente, “sino por una orientación suprema de su yo que en sus dictados permanece cambiante de hora en hora, en consonancia con la variación de los acontecimientos y circunstancias”.

Por ahí andaban mis pensamientos en algún momento cuando con los ojos cerrados éstos viajaban de acá allá. Apenas la breve introducción de la primera página de su libro, por lo que imagino que en días sucesivos algo se me seguirá pegando a las yemas de los dedos según avance en la lectura.

 Te substraes de lo que te rodea, te sientas cómodamente y cierras los ojos, el universo se expande, la realidad aparece con perfiles más precisos y, si no te duermes, en unos pocos minutos te encuentras viajando de acá para allá del tiempo, de acá para allá de los asuntos y de su contenido.

 

 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario