martes, 27 de febrero de 2024

Sobre cierta clase de estupidez

 

Extracción de la piedra de la locura (El Bosco)


El Chorrillo, 28 de febrero de 2024

No hace mucho leí un largo ensayo sobre el comportamiento humano en donde se daban razones de la conducta de los votantes en las elecciones políticas. Un sesudo estudio con trabajos de exploración a lo largo y ancho del mundo. Hoy, que cayó en mis manos un artículo que hablaba sobre la estupidez humana, pensando en aquel trabajo me sonrío porque en todas aquellas páginas, unas cuatrocientas o quinientas, en ningún momento se apuntaba que una de las razones principales de la orientación del voto, especialmente en las clases menos favorecidas, es la estupidez de los propios votantes. Ya un compañero me alertó en alguna ocasión por el hecho de que pareciera que en ocasiones “me paso”, decía, poniendo apelativos aquí y allá sobre una parte de ciudadanos que votan a la derecha o extrema derecha. Matizando las generalizaciones, que nunca son buenas, suelo responder a estos comentarios con el radicalismo propio de quien está seguro de que el mundo va como va porque los responsables en primer término son los votantes dados a votar no a quien vela por sus intereses sino a aquellos que les comieron el tarro. Si vivimos en democracia y con ella la riqueza del planeta está en unas pocas manos y existe una injusta distribución de los beneficios que se generan en él, la obviedad es clara. La democracia con ser el gobierno del pueblo y para el pueblo, no deja de ser una enunciación totalmente idiota a la hora de la verdad. Es sencillo, si esa democracia, compuesta por una enorme mayoría que vota, pero que no lo hace para que haya una justa distribución sino en términos reales para beneficiar a la minoría que parte el bacalao aquí y en la mayoría de los países, eso no significa otra cosa que la estupidez de muchos votantes es la reina y señora de la democracia. Si somos tantos que con nuestro voto podemos revertir una injusta presión fiscal que debe grabar a los que más tienen infinitamente más que a los que tienen menos recursos, y no lo hacemos… pues usted dirá.

El procedimiento de sedación a que es sometida la sociedad para que llegue a un notable grado de estupidez sería inocuo, obviamente, si ejerciéramos con cierta frecuencia eso que llamamos sentido crítico… Hay notables ejemplos de idiocia en el abanico de los comportamientos generales, así que voy a tomar a voleo alguno de ellos. Por ejemplo el autor del artículo citado, Paco Tomás, se plantea el tremendo desamparo que le provoca que haya tantas personas interesadas en la docuserie de la familia de María Pombo. Tantas personas -más de tres millones- siguiéndola en su cuenta de Instagram. Si fuese un partido político, afirma el articulista, esos serían más de 31 escaños en Madrid. Nos encontramos en una sociedad en que la estupidez y la banalidad ocupan un primerísimo plano y la razón no parece que sea otra que la rentabilidad. Si los actores de esta serie cobran, parece, diez millones de dólares por temporada, ¿quiénes son los responsables de la rentabilidad de las plataformas que las emiten? Las personas que lo ven, obviamente.

Y si giramos la cabeza hacia la bancada de los políticos y pensamos en la corrupción, en cómo los corruptos argumentan y llaman corruptos a sus opositores y viceversa, en cómo éstos ocupan los titulares con manejos dignos de infantes y razonamientos que no se traga un niño de teta, si nos meten una monarquía por la puerta de atrás, o nos entretienen con cuentos en donde el Rey mangante, cazaelefantes de profesión, aparece como salvapatrias, está claro que son ellos los primeros en considerarnos estúpidos. Abunda el autor en ejemplos paralelos, la televisión, sin más, que vive una sobredosis de programas que rinden homenaje a la imbecilidad convirtiendo en agraciados con la fama a personas sin más talento que su incultura y su necedad. Una última observación en el plano político: “La estupidez, como argumento ideológico, afirma el autor, ha sido necesaria para que un partido como Vox llegara al Parlamento”. Qué cabe esperar de un país donde unos pocos flautistas son capaces de llevarse tras de sí a tantos ciudadanos de a pie. Sólo acostumbrándonos a lo vacuo, afirma el autor, podremos llegar a votar a un candidato falto de contenido.

Esta irrupción hoy de la estupidez en mi blog se la debo a un amigo que me envió el artículo de más arriba. A vuelta de mensaje le contestaba que precisamente tenía sobre mi mesa de trabajo un libro que compré en la última feria, una historia de la estupidez humana. Me lo encontré sin más ojeando aquí y allá en las casetas de la feria. Me pareció un hallazgo entonces, un intrigante asunto para un mundo que pudiendo optar por la inteligencia y el buen hacer, elige el camino la estupidez.


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