martes, 27 de febrero de 2024

Gaza

 


El Chorrillo, 27 de febrero de 2024

Produce dolor leer a Antonio Gamoneda; entre versos y versos oscuros, por las rendijas del tiempo van apareciendo imágenes a través de las cuales regatos de palpitante angustia llegan al lector como la punta afilada de un cuchillo. Estampas, recuerdos precisos de la España de la guerra que quedaron agarradas a la carne viva de la memoria. Versos que cuesta trabajo atravesar pero que brotan de la tierra a borbotones a través de los veneros de la infancia y que drenan sobre el alma del lector al punto de tener que dejar el libro a un lado para reconsiderar el dolor de los que sufrieron aquellos años de guerra. No hay como los versos oscuros para apalancar la dormida conciencia de tanto sufrimiento, esos por los que se va colando en el alma el horror de tantos niños que con los ojos absortos, no comprendiendo todavía nada de lo que sucede a su alrededor, esos niños de Gaza que fueron también los niños de nuestra guerra civil, contemplan atónitos como asesinan al padre, cómo el fuego destruye su hogar. “Siento la curiosidad de los perros y la piedad de las mujeres: es el paisaje de la infancia, el dolor incorporado a mi espíritu en los accesos de la edad”.

Una guerra más la de ahora. Las familias gimiendo de dolor, la muerte, el horror,  niños moribundos o muertos en brazos de las madres. Y la cruel pasividad de los responsables de eso que llamamos la Unión Europea, las altas instituciones mundiales, su vergonzoso apoyo a los criminales. El Mal observado por medio mundo que contempla el Dolor como si se tratara de una secuencia de ciencia ficción. Será galgo o será podenco. Y mientras tanto día a día las cifras van creciendo, cinco mil, diez mil, veinte mil, treinta mil asesinatos, y entre ellos la mayoría niños y mujeres.

Malditos aquellos que son la causa de Dolor; ahora y siempre. Malditos intereses inconfesables que nutren la insaciable voracidad del Mal. Miserables de este mundo que se nutren con la sangre y la muerte, con el dolor de sus semejantes.

El Mal y la miseria, arrinconados en el alma del hombre, fermentan al calor de los conflictos y mientras en unos se hace indignación y dolor, en otros se hace sadismo, dureza demoníaca con la que destruir a los indeseables del momento. Al principio de los años cuarenta del pasado siglo eran los judíos el desecho humano, hoy parte de esos judíos emulan a sus asesinos de entonces.

Ya no leo las noticias que llegan a los periódicos sobre Palestina. No hay más espacio para el dolor y la maldita connivencia de los grandes señores de este mundo contemplando a su vez el Dolor ajeno de brazos cruzados, restringiendo la ayuda humanitaria, enviando armas al asesino. Este mundo que tantos quieren convertir en charco de sangre, que se lava las manos, que viste, calza y come contemplando la guerra como un espectáculo de televisión… Sí, mierda para este mundo que ni siquiera se lleva su mala conciencia a la cama porque carece de ella. Que sólo tiene conciencia para aumentar el PIB y los beneficios de unos pocos. Mierda de mundo en donde la hipocresía y las pasiones más bajas y la codicia mandan.

Dejo estas líneas. Vuelvo a los versos de Gamoneda, al dolor de aquella otra guerra nuestra. Siempre un paisaje desolador donde unos pocos, siempre unos pocos, pasan como Atila por el mundo arrasando lo que pillan por delante. Fuera el viento hace gemir a los troncos de los árboles con un sordo rumor de madera quebrada. Salgo un momento fuera. La luna sobre el cenit ha empezado a menguar. Qué poca esperanza de que la cordura y la justicia puedan hacerse un hueco en la mentalidad general del mundo.

Por cierto, un aviso para navegantes, aquellos que todavía ven a los israelitas como unos pacíficos defensores de no sé qué, que se entretengan un rato en ver el documental Nochey niebla, de Alan Resnais. Quizás les sirva de antídoto para comprender en qué para una naturaleza humana desposeída de esa piedad mínima que todo hombre y mujer necesita para vivir entre sus semejantes.

 


 

 

 

 

 

 


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