El Chorrillo, 27 de febrero de 2024
Produce dolor leer a Antonio
Gamoneda; entre versos y versos oscuros, por las rendijas del tiempo van
apareciendo imágenes a través de las cuales regatos de palpitante angustia
llegan al lector como la punta afilada de un cuchillo. Estampas, recuerdos
precisos de
Una guerra más la de ahora. Las
familias gimiendo de dolor, la muerte, el horror, niños moribundos o muertos en brazos de las
madres. Y la cruel pasividad de los responsables de eso que llamamos
Malditos aquellos que son la causa
de Dolor; ahora y siempre. Malditos intereses inconfesables que nutren la
insaciable voracidad del Mal. Miserables de este mundo que se nutren con la
sangre y la muerte, con el dolor de sus semejantes.
El Mal y la miseria, arrinconados en
el alma del hombre, fermentan al calor de los conflictos y mientras en unos se
hace indignación y dolor, en otros se hace sadismo, dureza demoníaca con la que
destruir a los indeseables del momento. Al principio de los años cuarenta del
pasado siglo eran los judíos el desecho humano, hoy parte de esos judíos emulan
a sus asesinos de entonces.
Ya no leo las noticias que llegan a
los periódicos sobre Palestina. No hay más espacio para el dolor y la maldita
connivencia de los grandes señores de este mundo contemplando a su vez el Dolor
ajeno de brazos cruzados, restringiendo la ayuda humanitaria, enviando armas al
asesino. Este mundo que tantos quieren convertir en charco de sangre, que se
lava las manos, que viste, calza y come contemplando la guerra como un
espectáculo de televisión… Sí, mierda para este mundo que ni siquiera se lleva
su mala conciencia a la cama porque carece de ella. Que sólo tiene conciencia para
aumentar el PIB y los beneficios de unos pocos. Mierda de mundo en donde la
hipocresía y las pasiones más bajas y la codicia mandan.
Dejo estas líneas. Vuelvo a los
versos de Gamoneda, al dolor de aquella otra guerra nuestra. Siempre un paisaje
desolador donde unos pocos, siempre unos pocos, pasan como Atila por el mundo
arrasando lo que pillan por delante. Fuera el viento hace gemir a los troncos
de los árboles con un sordo rumor de madera quebrada. Salgo un momento fuera.
La luna sobre el cenit ha empezado a menguar. Qué poca esperanza de que la
cordura y la justicia puedan hacerse un hueco en la mentalidad general del
mundo.
Por cierto, un aviso para
navegantes, aquellos que todavía ven a los israelitas como unos pacíficos
defensores de no sé qué, que se entretengan un rato en ver el documental Nochey niebla, de Alan Resnais. Quizás les sirva de antídoto para comprender en
qué para una naturaleza humana desposeída de esa piedad mínima que todo hombre
y mujer necesita para vivir entre sus semejantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario