lunes, 26 de febrero de 2024

El Universo, la muerte… un intercambio de correspondencia



Ese ínfimo punto blanco es el planeta Tierra visto desde el Voyager I camino de Saturno.
La imagen ha sido la fotografía que ha capturado este mundo a la distancia más lejana hasta la fecha.



“Puesto ya un pie en el estribo, con las ansias de la muerte, gran señor, ésta te escribo. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan”. (Miguel de Cervantes)

El Chorrillo, 26 de febrero de 2024

Esta mañana nada más encender el PC, me encuentro con un email del amigo Paco que venía precedido por la cita de Cervantes de más arriba. Empecé a contestarle y ya en ello, pensé que el asunto era lo suficientemente interesante como para subirlo a mi blog. Con su permiso incluyo a continuación las líneas de Paco y las mías.

 

Hola, Alberto,

La cita de Cervantes viene a cuento sobre tus palabras, “todos los días pienso en la muerte”, que incluías en uno de tus últimos posts.

¿Cuánto tiempo vive una hormiga? ¿Cuánto tiempo vive una mosca? En cualquiera de los casos, la hormiga entre 1 y 3 años (las reinas hasta 28 y 30 años), y las moscas 28 días. Me pregunto si las dos serán conscientes que en ese plazo de tiempo tienen que desarrollar toda una vida, nacer, desarrollarse, aparearse, tener descendencia y morir. Y en los intermedios, aprender, socializar, trabajar, trasmitir su experiencia a sus sucesores para que acumulen conocimiento y puedan evolucionar.

No hay mucha diferencia con nosotros, los seres humanos, salvo que no se hacen la pregunta sobre quién soy o por qué estoy aquí; no son obviamente conscientes de su existencia. Una mosca vuela alrededor mío y se posa en mi oreja, ¿sabe la mosca qué soy? Una hormiga corretea con una miga de pan hacia el nido; yo estoy mirándola desde mi estatura: ¿sabe la hormiga qué es esa montaña que en un simple movimiento la podrá aplastar?

La vida de una mosca es un simple parpadeo de mi existencia, la de la hormiga dos parpadeos. En ese espacio de tiempo en que yo cierro y abro los ojos una o dos veces, la mosca y la hormiga han desarrollado su vida.

¿Cuánto tiempo vive el Universo conocido? ¿Cuánto tiempo vive una estrella?

Si para nosotros la vida de una mosca es un parpadeo, para el Universo la duración de mi vida es la cienmilmillonésima parte de un parpadeo y la cincuenta milmillonésima parte del parpadeo de una estrella.

Nos creemos importantes porque en el transcurso de nuestra vida, 80/90 años, nacemos, nos desarrollamos, nos apareamos, tenemos descendencia y morimos. Y en los intermedios, aprendemos, socializamos, trabajamos y trasmitimos nuestra experiencia para que nuestros sucesores puedan evolucionar. Igual que una mosca o una hormiga. Y además seguimos preguntándonos ¿Quién soy, por qué estoy aquí? ¿Soy consciente de mi existencia?

¿Es el Universo consciente de su existencia? Si así fuera, ¿cuál seria su actitud con respecto a mi existencia? ¿Sabría el universo que en la cienmilmillonésima de un “parpadeo” suyo, yo he vivido toda una vida, he visto mares y montañas, hombres y mujeres, animales y plantas, he padecido frío con las nieves, me he empapado con la lluvia, he tenido la radiación del sol en la cara y he imaginado mundos distintos al mío? ¿Sería el Universo conocedor de todo esto, tendría la actitud que yo tengo con la vida efímera de la mosca o la hormiga?

Veo esta fotografía de más abajo tomada desde la sonda Voyager I cuando estaba en las cercanías de Saturno. Carl Sagan pidió a la NASA que girase la antena en dirección a la tierra y tomase una fotografía. Éste es el resultado: un pequeño punto azul en la inmensidad de nuestro sistema solar. Ya no te digo en el Universo.

Pienso, en ese pequeño punto estamos nosotros con nuestras pequeñas vidas, nuestros dioses, nuestra ignorancia, nuestra cerrazón en creernos trascendentes. ¿Somos algo más que nada en un parpadeo en el tiempo del universo?

Como podrás apreciar, muchos interrogantes y muy pocas respuestas.

 

 

Mi contestación:

 

Querido Paco,

No es una línea diferente en cuya dirección yo tantas veces pienso. A veces sospecho que el mundo va como va porque no somos capaces de asumir profundamente en nuestro interior ese panorama que describes. Se mira a otra parte, no nos damos por enterados y así van las cosas, así nos vamos entreteniendo regando con nuestras vidas fuera del tiesto. Creo que cualquier persona con un mínimo de interés por tomarse la vida en serio se tiene que ver interrogado constantemente por este tipo de cuestiones. Caro Baroja, lo comenté en alguna ocasión, escribía que cuando la gente se hace mayor necesita emplear mucho de su tiempo en pensar en la muerte. No, por cierto, como un maleficio, simplemente porque la muerte tiene una enorme capacidad para ayudarnos a entender un poco la realidad de lo que es nuestra vida; y por deducción, si uno no es un estúpido, que de estúpidos está el mundo lleno, nos ayudaría a vivir dentro de una lógica acorde con nuestra condición, tan similar en tantos sentidos a esa que describes de las moscas o las hormigas.

No te puedes imaginar cuántas veces pienso yo en estas cosas cuando cada mañana dedico cinco a diez minutos a leer las portadas de la prensa, cuando hablo de feminismo u otros asuntos que, seguro estoy, algunos malinterpretan, porque hablando desde una visión desde la que apuntas tú en tus líneas, no me dejo comer el tarro por la proximidad e inmediatez de acontecimientos corrientes. Tengo la sensación de que mis impresiones siempre, casi siempre están bañadas por la presencia en segundo plano de esta visión de la vida que describes. Poner en el contexto del universo, del tiempo, de nuestra pequeñez, la realidad de las portadas de los periódicos, tánta cosa sin chicha ni limoná, pero también tántas terribles realidades ayudan a no perder el norte (“El hombre, esa chispa entre dos abismos”. Théodore Monod, Peregrino del desierto. Por cierto, Paco, no dejes de leer ese libro si no lo conoces. Se puede leer en media hora, pero conviene hacerlo en una semana). Cita Monod a San Mateo: “Amasad tesoros en el cielo, donde las polillas y el orín no devoran, donde los ladrones no agujerean los muros para robar”. Si sustituimos “el cielo” por ese “ser interior” que tanto prodiga Joseph Conrad en sus novelas y nos alejamos un tanto de las aspiraciones corrientes que mueven el corazón de tantos hombres, probablemente tendremos mayores garantías para cuando llegue el último momento, poder mirar atrás con honda satisfacción.

Ayer, cuando yo proponía en un post titulado Encogerse de hombros, sentar a cierto responsable de la NASA en la Luna mirando hacia la Tierra y dejarlo allí en cuarentena, algo parecido a lo que pretendía Carl Sagan con esa fotografía en donde nuestro planeta aparece como una mota de polvo, no era otra cosa que intentar poner en el contexto del Universo y del Tiempo tantas aspiraciones humanas que más parecen alimentadas como si fuéramos a existir por toda la eternidad en un mundo que sólo es lo que tenemos delante de las narices.

Respecto a la cita de Cervantes, lo pongo en duda en aquello de que las esperanzas menguan. En duda solamente. En ocasiones tengo la impresión, siempre que las esperanzas estén en cierto acuerdo con la situación de quien las alberga, de que el horizonte está mucho más allá de lo que pensamos. Que sólo hay que atenerse a las condiciones necesarias para alcanzar lo que quieras proponerte. Tengo dos ejemplos a mano, tú mismo, metido a universitario a tan provecta edad (no sé por qué me hizo tanta gracia ese adjetivo siempre) y, por supuesto, Carlos. Un tema adicional que a mí también me tiene atrapado. Creo que es muy sano pensar en la muerte y en nuestra pequeñez; a mí me produce cierta tranquilidad. Pero junto a ella también aprecio mucho las posibilidades que se me pueden ir abriendo; no por nuevas sino por renacidas. La esperanza, por ejemplo, de que mis rodillas, sometidas ahora a un riguroso entrenamiento diario, puedan alargar ese periodo de vida útil que veo en nuestro amigo Carlos. En ti, pues bueno, la posibilidad, probablemente hace años no vista, de crear y poner en piedra, pintura o acero una idea, eso que llamamos arte y que cada vez es más difícil definir.

Bueno, ya eché mi mañana con estas líneas, tenía que desembarazar hoy a un olmo de la madreselva que lo ahoga y le quita la luz, pero otro día será. Hablando de lo que venimos hablando ese árbol y la madreselva pueden ser una metáfora de la vida. Vivimos rodeados, amordazados, por una realidad que se enrosca alrededor de nosotros y nos impide ver la luz, la otra realidad. Mañana, cuando me suba al olmo para desembarazarle de la amenaza de la madreselva, seguro que me lo agradecerá. Esta primavera, en vez de languidecer sus ramas en la sombra ya podrán bañarse y tomar todo el sol que quieran.

Quizás no te importe que estos razonamientos, los tuyos y los míos, pasen a formar parte de mi diario de jubilado. Tan interesante me parece el tema. Si es sí, me lo dices, espero respuesta.

Que tengas un bonito día.

 

 

 

 

 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario