El Chorrillo, 9 de junio de 2023
Hoy comí con dos amigos, bueno, con tres si cuento a la hortelana que es mi mejor amiga al estilo que me decía Pepe hace unas cuantas semanas, es decir, que amigos, amigos sólo son unos pocos. El diccionario, por mucho que quiera ser preciso nunca va a serlo lo suficiente como para que sumando dos más dos siempre nos salgan cuatro, porque de hecho muchos conceptos no se dejan atrapar así como así en los precisos límites de una linde, aquí termina España y al otro lado de la línea es Francia, esto es mío y aquello es tuyo; contando además que en muchas ocasiones dos más dos pueden ser cinco. Existen conceptos que necesitarían una larga especificación para saber con cierta seguridad de qué hablamos. Naturalmente no es necesario asumir ningún exceso de precisión, y como en cada uno existe una maravillosa herramienta que llamamos sentido común, éste, que es universal, unos y otros nos entendemos sin más cuando ayudado por el contexto alguien dice la palabra amigo.
Ellos, dos personas con una muy amplia experiencia de toda la vida en montaña, cualificados e implicados tanto en la creación del PN de Guadarrama como en el Parque Natural de Gredos, me sorprendieron esta mañana con la idea de que hoy dudan, y mucho, sobre si hicieron bien en su tiempo en defender la creación de estos parques, un asunto que sigue siendo para mí un interrogante. Hace unas semanas me desplacé a Zaragoza para participar en la manifestación que defendía la calificación de parque natural para la Canal Roya. Pues bien, en el AVE, mientras me dirigía a Zaragoza escribí un post que titulé Canal Roya, parque natural muy a mi pesar, que expresaba esa contradicción que sentía. Por una parte defender la inviolabilidad de esas montañas que amamos y por otra el pesar subyacente que en este país se acarrea cuando un territorio recibe este tipo de calificación. ¿Dónde está específicamente la duda? Es clara, la arbitrariedad, falta de conocimiento y respeto de usos de la montaña, yo los llamaría ancestrales, con que los responsables de estos parques actúan a la hora de pretender “proteger” estos entornos bajo su responsabilidad. La protección en el caso concreto del Guadarrama, y hablo teniendo tan sólo un somero conocimiento teórico del asunto, aunque con un asentado conocimiento de la sierra después de visitarla asiduamente durante más de medio siglo, en manos de los actuales responsables va camino de convertirnos en delincuentes a la inmensa mayoría de amantes del Guadarrama en el momento en que hagamos caso omiso de las prohibiciones de caminar por múltiples senderos que ellos están dispuestos a limitar. La restricción de uso de los senderos que se trama en la normativa del Parque, es en este momento la amenaza más notoria para todos los que visitamos la sierra. Dejando aparte el vandalismo de los responsables del Parque, implicados sin lugar a dudas en la destrucción de los vivacs de Peñalara, lo que ya constituye un atentado contra los usos tradicionales del pasado, es claro que en las cabezas de estos señores sobrevuela una concepción de la montaña totalmente equivocada. ¿A alguien en este país se le ocurre hacer desaparecer las cañadas reales, los senderos, las rutas agropecuarias que usaron tradicionalmente pastores o ganaderos? Todo lo contrario, el respeto por estos usos del pasado constituye un bien que ni ésta ni sucesivas generaciones tienen derecho a suprimir. Y el derecho al uso de los senderos, salvo cuando realmente la degradación pueda indicarlo, el derecho a vivaquear o usar una tienda como medio de protección contra las inclemencias del tiempo, algo muy distinto a hacerlo para organizar un botellón (hay que ser un disminuido mental para no entender esta diferencia), el derecho a ejercer nuestra libertad (uno de esos valores que tendremos que seguir defendiendo con uñas y dientes), son derechos que nada más calificar un territorio como Parque los responsables ponen en cuestión. Pasamos de tener miedo a los especuladores, a las inmobiliarias, a las fortunas que quieren hacer de las montañas un mercado a temer a los administradores que estrenan sus cargos. Los parques deben ser un freno a la destrucción y al mercadeo con la montaña, esa es su principal razón de ser, pero pasa un tiempo y, ¿qué nos encontramos? Vándalos destruyendo vivacs que llevan quizás más de un siglo protegiendo del viento a los caminantes de la montaña, desposeyendo al espacio natural, al territorio de toda su carga cultural, y cultura son los senderos, los abrigos de roca, los usos que tradicionalmente se han hecho en la montaña. Un dato curioso es que según la última normativa, al menos en la zona de Peñalara, está prohibido apilar rocas, en franca referencia a la construcción de muros para protegerte del viento. Está prohibido apilar, pero ellos pueden impunemente desapilar y destruir los vivacs. ¿En qué mundo de despropósitos vivimos? ¿Tendremos que salir ahora a la calle para manifestarnos y defender nuestros derechos, acaso para pedir que la calificación de Parque Nacional desaparezca?
Me había prometido no volver a tocar este tema, pero descubrir hoy que estos amigos, dos promotores de estos parques, dudan sobre la conveniencia de haber convertido Guadarrama en parque nacional después de ver qué hacen los responsable del parque con sus atribuciones; comprobar que unos pocos no estamos solos ante cómo se plantea el tránsito y la estancia en nuestra sierra, anima a cualquiera a seguir alzando la voz contra los desaguisados de los responsables del parque.
Que se haya dado cobertura a Ecologistas en acción, un grupo fundamentalista, que como todo fundamentalismo siempre va provisto de antojeras (esas piezas que ponen a los burros para que no vean a derecha e izquierda) en la regulación del parque, probablemente haya sido uno de los errores importantes a la hora de repartir responsabilidades. Quizás tengan su derecho, pero lo que parece realmente asombroso es que la Federación de Montaña o los clubs de montaña que participan en la elaboración de la normativa del parque no tengan en esa institución el peso suficiente para hacer valer y defender suficientemente los derechos de los montañeros y amantes de la sierra. Es de agradecer el esfuerzo que ha hecho, por ejemplo, el club Peñalara para normalizar el vivac y ampliar el número de senderos permitidos, sin embargo pese a su esfuerzo es a todas luces insuficiente el resultado que se ha obtenido tanto en el uso del vivac como en el tránsito de la sierra que se quiere limitar.
Tengo que confesar que ni tengo información precisa, ni tampoco la quiero, que hablo a bulto, a bulto de quien ama nuestra sierra, la camina, vivaquea en ella y lleva más de medio siglo contemplando el infinito del firmamento desde su saco de dormir y lo único que desea es no tener que vérselas con la impertinencia de ningún forestal o autoridad que limite lo que llevo haciendo toda la vida. Lo cual, creo yo, me da derecho a decir esta boca es mía cuando veo los atropellos que esta gente tiende a cometer.
Es una lástima que estando todos de acuerdo en que tenemos que proteger nuestras montañas de los especuladores, del hormigón y de todos cuantos quieren hacer de ella un negocio, tengamos que poner en duda la protección bajo el paraguas de una denominación de PN que después va a ser tomada por fundamentalistas y personas de oscuro juicio.
Cuando comencé este post mi intención era volver a hablar de la amistad, pero la fuerza de las aguas empujadas repentinamente por la indignación que me produce la actuación de estos sujetos que se llaman administradores del Parque Nacional, me pudo. Una lástima porque realmente pasamos un hermosa jornada paseando por la Feria del Libro y charlando largamente durante la comida de esos temas que tanto nos apasionan, la montaña principalmente, el Gasherbrum II, el Everest, las cascadas de hielo de Gavarnie, de Noruega, de Canadá, la calidad de los vinos, nuestro mutuo amigo Carlos; una jornada que no merecía que volviera sobre la pesantez de esta tropelía que es la actuación etcétera etcétera.
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