El
Chorrillo, 15 de junio de 2023
Estos
días a falta de un tiempo medianamente bueno que me deje ir a vivaquear a
alguna cumbre de Gredos, camino por los escarpados senderos de los Alpes
Julianos que recorrí hace tres años. Leo, claro. De tanto en tanto me detengo y
aquí subrayo un pensamiento de Ortega que recogí entonces y me gusta, en un
refugio me encuentro con una enorme cerveza que bebí con placer después de
muchas horas de marcha, allí con una escarpada pendiente que quita el hipo y
que tras haberla dejada atrás siento una curiosa felicidad, o en los últimos
párrafos tropiezo con algo que me hace sonreír.
Hoy
fue un día monotema, un cruzar mensajes, comentarios, llamadas telefónicas de
más de una distante parte del país; así son de ubicuas nuestras ideas y
pensamientos corriendo a través de las redes de un lado para otro. El tema ya
lo podéis suponer, el dichoso llamado PN del Guadarrama y sus gestores. Estaba
saturado y después de la última media hora de teléfono con X caí sobre mi
sillón dispuesto a olvidar todo yéndome
de viaje a los Alpes. Y aquí estoy. Mi momento de felicidad encerrado en
un arduo descenso de alguna montaña eslovena: “El bosque sigue siendo
abrupto, poco amable, la pendiente exige toda mi atención para que mis botas
nos resbalen en la débil señal de un sendero totalmente cubierto por la
hojarasca. En algún momento éste se sube a una cresta y cabalga por ella
haciendo equilibrios entre dos mundos. Y, lo que venía sospechando desde hacía
rato, de golpe se desploma por un abismo del que no se ve el final. Mi
confianza absoluta en la línea roja que viene dibujada en la pantalla de mi
teléfono a veces se quiebra un tanto viéndome caminar como a Dante por los
espacios del cielo. Bajo despacio, midiendo mis pasos, tanteando el terreno y
atento a prevenir cualquier resbalón que me haría desaparecer del mundo de los
vivos. Los cortados se repiten por un buen rato hasta que el sendero llega a
remansarse sobre un pequeño collado. La sensación de soledad es muy fuerte.
Descubro que me siento feliz en este laberinto de cautelas y dudas; algo se
expande dentro de mí con el sabor inconfundible de los momentos bonitos de la
vida”.
Y
abajo, en el refugio, mientras espero la comida saboreando sorbo a sorbo una
jarra de cerveza de medio litro, echo una ojeada a la portada de El País:
“Un vistazo rápido al periódico. Hoy lo más notable que encuentro es la
estupidez de los deglutidores de dinero. En la portada de El País esta noticia:
“UNA LEGIÓN DE ESCOLTAS PARA EL EXPRESIDENTE DEL BBVA. El banco asume
el gasto del equipo de 16 profesionales que vigila a Francisco González y su
esposa”.
Así viven algunos de los
psicópatas del dinero de este mundo. ¿Alguien en su sano juicio podrá querer
estar en la piel de un individuo al que le salen los billetes de 500 euros por
las orejas, pero que se ve obligado a vivir rodeado de dieciséis escoltas día y
noche? El banco además le paga cuatro coches. Si este tal Francisco González
sólo tiene un culo, ¿qué hace con él?, ¿partirse el culo en cuatro? Qué gente
más extraña ésta, ¿verdad?, se admiraría el Principito”.
Y
ahora leyendo esos dos breves momentos de una jornada de caminar por las
montañas, me viene al caletre, que decía Baroja, ese para el que no eran nada
bueno los viajes (pobre don Pío. También para otro notable, Emerson, viajar era
una estupidez), me viene a la memoria… joder, hasta dónde llegarán los
caprichos de mi memoria que mientras hacía esa pequeña pausa para encontrar el
nombre del trascendentalista norteamericano, me voló la idea. Total, que no me
acuerdo de lo que me había venido a la cabeza, con lo cual me veo obligado a
buscar otra cosa con la que pueda continuar este post, porque continuar tiene
que continuar después de que esa felicidad me sobreviniera, saboreara una
cerveza y atendiera por fin al titular de El País. Pero ah, mientras
hacia este segundo inciso ya me vino la idea perdida. Era esto. Días atrás
quisimos ir a saludar a Martínez de Pisón a
Pues
nada, hoy no tengo mucho que contar, esa admiración por la gran acogida que la
estupidez tiene entre los humanos. Esta mañana la cartera del pueblo consintió
en quedarse un rato en nuestra casa y compartir una cerveza. De la estupidez
humana hablamos un buen rato, de la felicidad de sentirse uno bien cuando ha
pasado una temporada sintiéndose mal, de esa felicidad que se encierra en las
rutinas de la vida cotidiana y de la que no somos conscientes… y por supuesto
de esa gente que no sabiendo que se va a morir gasta su tiempo y su energía en acumular
toneladas de billetes de banco.
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