sábado, 27 de mayo de 2023

“Mal de altura”. Todavía en el Dhaulagiri

 

A la izquierda foto original del muro de Yo subo con Carlos Soria. Sito, Carlos y Mikel camino del Dhaulagiri

El Chorrillo, 27 de mayo de 2023

He pasado dos tardes noches sumido en la lectura de Mal de altura. Hoy le comentaba a Ramón, que fue quien me recomendó el libro, que usualmente rehúyo entrar en el ámbito de las tragedias alpinas, pero que ayer, después de abandonar el libro en dos ocasiones,  tragué saliva y logré continuarlo hasta el final. Me dejan tocado estas tragedias; su dramatismo, las terribles circunstancias que relatan dejan mi sistema nervioso un tanto alterado; quizás sea por ello que me resisto a la lectura. Libros como Cita con la cumbre de Juanjo San Sebastián, El nudo infinito, de Diemberger o cierta dramática parte del relato de Cherry-Garrard, El peor viaje del mundo sobre la expedición de Scott a la Antártida me producen una tensión nerviosa que hacen que me resista a la lectura. Me sucede algo parecido con las películas de ámbito bélico. Pienso que cuando al fin me decido siempre hay en mí una especie de sentido de la responsabilidad, el que se deriva de la obligación de conocer el mundo, los hombres, sus actividades y circunstancias. Cuando hace ya muchos veranos viajamos por Polonia recuerdo también haberme resistido a visitar Auschwitz. Fue una experiencia dura aquella visita, pero sin embargo allí lo que al final me conmovió más fue la visita del último pabellón en donde se mostraba la historia y los retratos de la Resistencia, los hombres y mujeres que habían impulsado un movimiento que dio a conocer al mundo lo que allí estaba sucediendo.

Quizás algo de esa obligación moral es la que me induce a entrar en la lectura de libros en donde tienes asegurados ratos de inquietud, o como me sucedió con el libro de Juanjo en el descenso del K2, momentos en que la  densidad del relato puede llegar a humedecerte los ojos.

A los que seguimos los acontecimientos de la montaña, y con mucha más razón, cuando los protagonistas son amigos tuyos, pese a conocer las dificultades, los peligros, las posibilidades de que un accidente a gran altura puede suponer la muerte, no dejamos de sentirlo por eso, sentados cómodamente en el confort de nuestra casa, con una distancia infinita, esa distancia que hay entre la dificultad real, el dolor, el frío, la incertidumbre de estar al borde de la muerte, y la de quien va recibiendo, sí, con inquietud, esas lejanas noticias con cuentagotas que vienen de más allá de miles de kilómetros. Vivir el drama desde el tuétano de los huesos lo viven los protagonistas. Quizás por ello esa necesidad de mojarnos, de empaparnos de los sufrimientos, de las dificultades de los otros. Unamuno habría utilizado la palabra compadecernos en el sentido de con-padecer, padecer con los otros. ¿De qué ha de servirnos estar informados, saber de determinadas terribles experiencias, si éstas no son capaces de conmovernos, de hacer germinar nuestra solidaridad, nuestra empatía, si sólo sirven para informarnos?

Y ello conlleva siempre algún tipo de sufrimiento. Quizás de ese modo me explico yo mi resistencia a sumergirme en el drama de los otros.

Volviendo al tema de los hechos en las laderas del Dhaulagiri, hoy, leyendo Mal de altura, relato centrado en el Everest, fecha en la que en 1996 fallecieron tantos alpinistas como consecuencia de una tormenta inesperada, volvía a considerar esa distancia que hay entre los hechos, sus protagonistas y lo que percibimos y podemos sentir a través de las noticias que nos llegan. Por mucho que queramos creo que es imposible acercarnos lo suficiente si no media un excelente relato, un ejercicio de introspección de los protagonistas, un deseo formal de dar cuenta de sus sentimientos, de los hechos, de las propias circunstancias vividas. Días atrás Carlos, en el hospital de Kathmandu, en algún momento pedía una grabadora con el ánimo de dejar constancia de detalles, que acaso temía olvidar, de esos terribles tres días que había pasado envuelto en el dolor y la incertidumbre de un rescate incierto. Si algún día pudiéramos leer un relato suyo, que no son solamente las circunstancias del rescate, sino especialmente todo lo que en esos momentos atravesaba su conciencia, su miedo, su esperanza, su familia, sus amigos, la muerte rondando en las cercanías de los 8000 metros, probablemente ello nos ayudaría a vivir una inusual cercanía y empatía con él.

Unamuno usaba aquel término en el ámbito de compartir un sufrimiento, pero también podemos encontrar este sentimiento de cercanía cuando el relato te toca de muy cerca. Una idea que mencioné días atrás, que había encontrado en El sentimiento de la montaña, de Martínez de Pisón/Sebastián Álvaro, que también puede crear un lazo entre el autor y el lector. Cito de memoria. Se hablaba allí de que cuando uno termina de leer el libro de Juanjo, Cita con la cumbre, además de sentir en tu cuerpo sus congelaciones, su lectura hace que sientas una estrecha amistad con su autor. Así, no es sólo que pudieras leer ese posible relato de Carlos, sino que del conocimiento íntimo de su experiencia personal a través de su lectura, con toda seguridad surgiría ese sentimiento que llamamos amistad. Sentirte amigo de Juanjo cuando terminas de leer Cita con la cumbre, es un acto natural que nace de un conocimiento más profundo del hombre alpinista. El hombre alpinista, transformado en hombre escritor, nos llega tras la lectura cargado de un afecto, una solidaridad, una empatía muy singulares. Eso, te sientes amigo, cercano.

En el último capítulo de Mal de altura, uno de aquellos alpinistas que se salvaron de la tragedia, refiriéndose a los hechos en el Everest, dice: “Allí he aprendido cosas importantes sobre la vida”. ¿Cómo no aprender sobre la vida cuando ésta nos habla a voces desde el peligro, la incertidumbre, la cercanía de la muerte? Y claro, cómo no aprender sobre la vida, ellos, Carlos, Sito, Mikel el sherpa en esos tres días, y en consecuencia, nosotros.

Días atrás le decía a un amigo en relación con los sucesos del Dhaulagiri, que hay quienes cuentan los años de su vida restando al año actual el año de nacimiento, pero suele ser una ficción porque vivir, vivir realmente se vive poco en general. Se necesita mucha entereza, trabajo, pasión y creatividad para poder alumbrar una vida que cuente como algo hermoso, como vida. Y nuestros amigos del CB bajo el Dhaula, le decía, son todo un ejemplo de esa plenitud.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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