miércoles, 3 de mayo de 2023

Amigos




El Chorrillo, 4 de mayo de 2023

Esta mañana, camino del collado de Medio Celemín, le comentaba a Eduardo que admiro a la gente que escribe bien y que lo hace sobre cualquier tema que se ponga por medio. Le decía que si tuviera que ganarme la vida a diario, al modo en que lo hacían, por ejemplo, Francisco Umbral o Haro Tecglen y tantos buenos escritores, seguro que ello no me daría ni para pagar la gasolina que gasto para ir a la montaña. Si la cosa no me sale con toda espontaneidad, un pensamiento fugaz, una idea que me la trae la brisa de la tarde, no hay escritura que valga; no hay escritura si no lo siento vivamente dentro de mí. Le decía a mi amigo Toño hace un rato que la idea la tenía, pero que no conseguía encauzarla, esa que aparece como título. Es decir, que puede suceder que tengas la idea y que no encuentres el modo de desarrollarla, bien porque evadir los tópicos es complicado, bien porque uno es un verdadero inútil en esto de acertar, que si bien pinchar a veces una aceituna con un palillo requiera varios intentos, también es cierto que a veces el destino de lo que uno escribe sea la papelera. Pues algo me sucede a mí hoy que siento muy fresco por dentro eso de la amistad, pero que no hay modo de pillar la aceituna, así que por vía de demora, como le sucedía al caballo de Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, que escribía un larguísimo capítulo en que lo único que hacía era menear la perdiz llevando al caballo de un lado para otro, así hasta que se le desentumecieron las neuronas y ya pudo lanzar al caballo a la plena aventura. Mi escritura de hoy sigue el mismo ejemplo de Orlando, porque cualquiera que haya conseguido leer hasta aquí, lo cual ya sería meritorio de su parte, seguro que andaría diciendo para sí, venga, tío, déjate de exordios y al grano.

Sí, mejor, que como no se me aparezca la virgen voy a tener que echar un poco más de voluntad para sacar al caballo de las rodadas circulares en las que está metido. Así que mejor comenzar por el principio lejos todavía de Valdemanco, que yo me desperté esta mañana después de dormir casi ininterrumpidamente treinta y seis horas, que fue el colofón de un cansancio infinito acumulado durante una semana después de un rudo trabajo de desbrozar arbustos, talar árboles, hacer leña y trasladarla a la leñera, un trabajo que había pospuesto varios años atrás y que últimamente cada vez que paso por Batres donde el pasado año un incendio había arrasado casas y pequeños bosques, me recordaba mis obligaciones improrrogables de cara al verano. Y que despertándome y a punto de desayunar me dio una lipotimia de caballo, dos veces perdí el sentido (Pedro enseguida me haría el diagnóstico, tantas horas de sueño pueden hacer descender la tensión hasta el punto que sucedan esas cosas). Coño, me encontraba mal, pero es que había quedado y además, y precisamente, rubor me da decirlo, con amigos tan tan interesantes, que cómo iba yo a perderme un paseo primaveral por los floridos campos arriba Valdemanco, las jaras a rebosar inundando con la nieve de sus pétalos todos los parajes, los cantuesos, los enebros, ese hermoso paraje que se abre a la derecha subiendo a Medio Celemín. Así que tira palante, algo me repuse y hube de conducir discretísimo por si las moscas. De todos modos el cuerpo lo que pedía era despanzurrarme en un prado y pasar allí el resto del día. El caso es que llegamos y allí nos estaban esperando. Y milagro debió de ser porque fue darnos los abrazos de rigor, contarles mi historia y echarme casi un rapapolvo Pedro por haber llegado hasta allí y que bueno, que ya que había sorteado los asuntos del tráfico, que nos sentábamos en un prado y charlábamos hasta la hora de la comida; milagro porque casi se me fue el patatús de repente.

Cuando hablo de la amistad, siempre me acuerdo de aquel ensayo sobre ella que escribiera Montaigne, y en el que explicaba que la amistad era superior al amor porque la amistad es desinteresada. Yo creo que Montaigne exageraba un poco probablemente basado en esa enorme amistad que le unía a De la Boétie y que hoy podríamos nombrar como amor sin ninguna clase de tapujos. Si filosofar es aprender a morir, como escribiera en sus propios Ensayos, podría también decirse que morirse sin haber tenido un pequeño puñado de amigos debe de ser una cosa bien triste.

El deseo de tener amigos es tan fuerte que no ha habido verano de los muchos que he pasado caminando por los Alpes que encontrándome con caminantes solitarios no hayamos terminado, tras una charla de no muchos minutos, despidiéndonos con un caluroso abrazo tras intercambiar correos electrónicos o números de teléfono. Incluso allí estaba Alessandra una italiana con quien tantas migas hice y a la que yo, después de un mes y medio de no probar mujer –quizás uno de los más graves inconvenientes de caminar solo por las montañas :-)– gentilmente ofrecí dormir bajo el techo de mi tienda y a lo que ella tan gentil como yo respondió con un magari la prossima volta. Ya aduje más arriba que discrepaba con Montaigne en esto de qué es más amor o amistad.


Respecto a esa pasión por hacer amigos nada mejor que mostrar una de esas fotografías que me gusta hacer cuando viajo por los mercados del mundo, donde tantas y tan bellas imágenes se pueden sacar, colores, texturas, rostros. Pues en aquella ocasión paseaba por algún mercado de Méjico (seguro que cuando Victoria mire este texto ya me está cambiando la j por la x) cuando me tropecé con una señora que vendía verduras totalmente embebida en la lectura de un libro, todo un tocho, que llevaba el título de Cómo ganar amigos, una mujer mayor que vista fuera del mercado nunca habría imaginado sumida en semejante título.  



A estas alturas de la escritura, pese a que no sabía cómo empezar, está claro que si no me doy prisa en echar el cierre esto no lo va a leer ni Dios, que ya me lo advertía hace días yo mismo.

Aquí los amantes de las flores hacen su agosto

En fin que aparcamos los coches y tiramos parriba, y la montaña estaba bellísima y visitamos el chozo de paja y barro de Mario que está un poco abandonado desde que nuestro hijo abrió la quesería (ojo, cuando paséis por Valdemanco no olvidéis pasar por ella, Quesería Los Cantares, allí se hace el mejor queso de Madrid, al decir de los expertos). Y que me encantó que mis amigos estuvieran también encantados con el lugar y con el chozo, un reducto de paz y belleza al que ya algunas veces he querido retirarme por una pequeña temporada a meditar y tocarme la barriga. Y visto el lugar y tomadas las adecuadas fotografías coger un caminillo entre los jarales, chaparros y robles y continuar charlando de esto y de lo otro, sin premura, tranquilos, a ese paso apacible que uno aprende con la edad y que, cuando comentábamos el gusto por ese caminar tranquilo, Mar miraba de reojo a Pedro como echándole un cable para que ese caminar tranquilo lo incorporara con más frecuencia a su agenda.


No me digáis que no averiguáis quién es el hombre feliz de la expedición.

Y llegamos al Medio Celemín, no sin antes haber aprendido de Eduardo y de Pedro un buen número de nombres de flores, y allí quedamos bajo la silueta de Cancho Gordo tomando un piscolabis mientras esa tranquila charla que nos habíamos traído durante todo el camino seguía su curso, la infinita sabiduría y humanidad de Eduardo al que un novato se podría asomar con el reparo que da la distinta altura del conocimiento y la profundidad del pensamiento, pero que  se disolvería con sólo intercambiar unos minutos de conversación con él; la no menos ilustración de Pedro y su entusiasmo para todo, siempre con ese rostro de quien está celebrando en todo momento la vida; la más discreta Mar, que sólo conocíamos por las redes sociales y que resultó una gratísima conversadora.

Más tarde hubo comida en un restaurante y con ella esa tan agradable sensación que produce la compañía de los amigos, la conversación que sin solución de continuidad pero que sosegadamente pasa de un tema a otro con la suavidad con que una frase musical da paso a la siguiente… tan buenos conversadores eran los cuatro.

Observad lo buen escuchador que es el amigo Eduardo...

 

 


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