El
Chorrillo – El Retiro, 28,de abril de 2023
Dos grandes amenazas planean hoy sobre nuestras montañas.
La más grave sin lugar a dudas es la degradación a que vienen siendo sometidas
desde décadas como producto de su mercantilización, la montaña como medio de
donde obtener lucrativos beneficios, sea destrozando
La
pasada noche, que leía el discurso de Miguel Delibes de entrada en
La
sensación es la de que uno habita en un mundo desquiciado en donde no existe un
equilibrio, en donde
El
hábito de prohibir está tan arraigado en las mentes de los gestores de todo
tipo en nuestro país, su falta de respeto por la tradición montañera y por las
minorías es tan grande que a uno por fuerza no le queda otro remedio ante tamaño
comportamiento que hacer caso omiso de las normas, que pueden ser necesarias en
determinados ámbitos, pero que usadas… etcétera etcétera. Frente al despotismo con el que se hace uso
de la vara de la norma no cabe otra actitud que saltarse a la brava la norma.
El
cómo funciona el mundo es a veces exasperante. Un ejemplo notable es la
actuación del gobierno de Aragón, que prohíbe acampar en todo su “reino” por
motivos de impacto ambiental, pero que a continuación proyecta destruir todo el
entorno de
El
discurso de Miguel Delibes, que augura un desastre en el planeta si no
cambiamos nuestra forma de pensar el desarrollo, el uso de nuestros recursos y
nuestros hábitos de consumo, nuestros valores, fue escrito hace medio siglo
cuando ya se preveía de cerca el desastre. Hoy, tras ese medio siglo seguimos
en la misma línea autodestructiva, clima, esquilmado de los recursos naturales,
idiotización generalizada, consumo indiscriminado, es decir que los que vengan
detrás que se jodan, el panorama es mucho más sombrío, nada más tenemos que ver
las temperaturas que se auguran para la próxima semana o cómo andamos de agua,
pero nada, sordos como una tapia.
Hablando
de estas cosas hace un rato un amigo me hacia esta pregunta por guasap: “Tú
crees que dentro de cien años perdurará esta civilización?”. Mi respuesta fue
muy sombría: “Stephen Hawking, con mucho más conocimiento que nosotros, dudaba
de que este mundo sobrepasara un siglo de existencia. Quizás duremos un poco
más, pero no creo que mucho más, y ello contando con que el planeta no salte
antes por los aires debido a alguna catástrofe nuclear”.
Me
despierto de la siesta sobre el césped del parque del Retiro y echo una ojeada
a lo que escribiera anoche. ¿Lo tiro a la papelera? Cuando uno ve la vida en el
contexto del universo, es decir desde la insignificancia no sólo de nuestra
visión pueblerina del mundo sino de la insignificancia de esa mota de polvo que
puede ser nuestro planeta en ese moverse por el firmamento, algo se aligera en
nosotros pensando en la estupidez con la que dilapidamos nuestro patrimonio
natural y en el modo como sus pretendidos protectores entienden la protección.
Uno termina enroscándose en el propio yo al modo del Cándido de Voltaire y
defendiéndose ante los imponderables de todo tipo de esperanza.
Estuve
esta mañana viendo de nuevo la exposición de Lucien Freud en el Thyssen.
También la obra de Freud me produce inquietud, un trabajo intimista,
perturbador tantas veces. Un concepto sobre la realidad desgarrador en donde el
arte va acompañado casi siempre de una sensación de desasosiego. Freud dice que
es una especie de biólogo, el ser humano como tema es el objeto de mi pintura,
afirma. No creo que sea mezclar churras con merinas pero en ambos casos hay
algo desalentador tanto en la percepción del mundo como en los cuadros de
Freud. Probablemente sentados frente al televisor y sumidos de lleno en las
páginas de los informativos estas realidades no se perciban así; hasta ese
punto llega que seamos sordos y ciegos a los estragos a que sometemos el
planeta, ciegos a la pérdida de nuestra libertad, ausentes a un sentido crítico
que modifique nuestros criterios de necesidad. Nos tratan como borregos y en
consonancia con ese trato votamos y organizamos la vida común.
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