El
Chorrillo, 30 de marzo de 2023
La
teoría, la práctica y la prédica que, como en Rousseau, puede llevarte a pensar
que lo que fluye en la mente como buenas intenciones quizás sea tan sólo una bonita
cosa digna de vender al prójimo, teoría
sentimental, esa que a todos puede parecer deseable pero que tropieza
escandalosamente con la vida de uno. Qué credibilidad, credibilidad íntima,
puede tener Rousseau cuando lo que sale de su propio cuerpo, sus hijos, de la
más profunda intimidad, lo abandona como un producto fallido de su propio
placer. ¿Cómo se pueden sostener estos sentimientos tan elevados y a la vez
deshacerte de tus propios hijos, algo mucho más connatural con la naturaleza
humana, antes que toda
Rousseau
amó los Alpes, escribe Pisón, y sin embargo Rousseau no ama a sus propios hijos
a los que abandona en un hospicio. Había empezado a leer en la página 288 de La montaña y el arte, donde se habla del
Emilio, obra en la que se compendia
el arte de enseñar y aprender de la época, la obra sobre la que se sustenta una
considerable parte de
Y a
mí, que me gusta hacer de abogado del diablo o de fiscal de los ángeles, según
se tercie, quizás por explorar otros caminos que no sean los trillados que nos
llevan a hacer de Rousseau el precursor romántico del amor a
Creo
recordar de la lectura de Ensoñaciones de
un caminante solitario, un ejemplar que perdí y con él los subrayados, que
en aquel libro Rousseau se mostraba como un individuo con un abultado complejo de
persecución que terminaba alejándole del mundo, en parte por las disonancias
que se producían en él con el resto de los pensadores de la época; un ser
quejoso, quejica en ocasiones que se refugiaba en su cueva a rumiar sus
desavenencias con el mundo. La lectura de este libro, del que por desgracia mi
memoria sólo retuvo impresiones poco precisas, y el conocimiento de la vida privada
de Rousseau, renacían esta noche de la mano al calor de las citas de Pisón
sembrando dudas que me hacían poner en tela de juicio la sinceridad de un
discurso que albergaba unas incongruencias dignas de retratar a Rousseau como
persona de muy dudosa moral.
La
facilidad que tenemos hoy para sondear cualquier asunto es tan grande que es
imposible esconder las vergüenzas de nadie bajo la alfombra. Fue Voltaire el
primero que hizo público esta paradoja que se producía entre las teorías
pedagógicas de Rousseau y su propia actuación personal, la de un hombre que
tuvo una amante fija durante treinta años, la lavandera analfabeta Thérèse
Levasseur con la que nunca salía fuera de casa y que cuando tenían invitados no
le permitía que se sentara a la mesa. Sin embargo lo criminal de este episodio
fueron los cinco hijos que tuvo la pareja. Rousseau se deshizo de todos. Los
entregó en contra de la voluntad de la madre a la beneficencia, a L'hôpital des
Enfants-Trouvés.
No sé
cómo calificar ese amor a
Hace
mucho que Rousseau me cayó mal, ya desde una temprana lectura de
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