El Chorrillo, 31 de marzo de 2023
A
veces tengo la impresión de que pasamos la vida buscando, unas veces a nuestra
otra mitad, la pareja que habrá de acompañarnos en el viaje de la vida, otras buscándonos
a nosotros mismos en medio de una sociedad confusa en donde ser yo no es fácil,
en ocasiones yendo tras el Santo Grial o El Dorado. Hoy, leyendo a Martínez de
Pisón (y va para largo la lectura) en un capítulo que dedica a Obermann (1804), de Étienne Pivert de Senancour, tuve la intuición de que había
encontrado el hilo tantas veces intuido de lo que mi ser interior busca de las
montañas y de mi afición a
Hoy,
el encuentro con ese capítulo titulado Un
libro austero (Obermann) puede hacer cambiar mis planes de aquí al otoño.
En ellos este año había colocado montañas y senderos de los Alpes Dináricos,
varios meses de recorrido desde Eslovenia a Albania por una ruta que atraviesa
montañas cársticas y paisajes que me habían abierto el apetito para ya mismo en
el mes de mayo; pero inesperadamente me encontré en el libro de Pisón, que
desde hace días viene sugiriéndome temas para mi escritura, con ese notable
personaje, Pivert de Senancour, que estoy empezando a barruntar puede hacerme
cambiar todos los planes y expectativas para lo que resta de año.
Hablar
de montaña con tanta frecuencia como lo hago, despierta en mí un afán de
búsqueda de esencias que en ocasiones es la del ciego que alarga la punta de su
bastón por delante de él intentando reconocer hitos y señales que le lleven por
algún tipo de sendero que concuerde con esos afanes que bullen dentro de uno,
indeterminados muchas veces, pero hambrientos de una forma de vida, de un
encuentro con las montañas y la naturaleza más profundo y acorde con lo que el
ser interior desearía en su relación con ellas. Y leyendo lo que Martínez de
Pisón escribe sobre Obermann, y lo que después he rastreado del propio
Senancour, que a diferencia de lo leído de Rousseau que termina por dejarme un
rancio sabor en el paladar, lo que me ha sucedido es tan curioso como
inesperado. De repente, yo que andaba rumiando proyectos más allá del Adriático
o en el entorno de los Alpes y que había dedicado parte de la tarde a buscar
información sobre grandes rutas para los meses próximos, leyendo citas de Obermann, una novela que cuenta la
historia de un joven aristócrata que abandona Francia para vivir al pie de los Alpes,
inesperadamente he empezado a comprender que acaso no debería preocuparme por
la ruta a seguir, cualquier itinerario que se me pudiera ocurrir, sino por el
cómo puedo afrontar varios meses de caminar por la montaña regresando a las
fuentes, al sentir primero con el que viví aquellas primeras salidas a Pirineos
o Alpes. No tanto el qué como el cómo. Me pregunto, ¿cabría atravesar los Alpes
haciendo de ello, como escribe Martínez de Pisón, una experiencia íntima y
soñadora? Alguien escribió de Obermann
que es un bosque de símbolos donde Senancour propuso una «lectura del mundo». En
la montaña «el alma se engrandece cuando encuentra cosas bellas e imprevistas.
La sensibilidad produce encanto y tormento ante una naturaleza por todas partes
abrumadora e impenetrable. Obermann no busca orientarse, procura incluso
perderse, atravesar todo, no llegar a nada». «Allí el hombre respira el aire
salvaje lejos de las emanaciones sociales; su ser es para él como el universo;
vive una vida real en la unidad de lo sublime». Por todo esto, escribe Pisón,
desde su fuente, el alpinismo es romántico, lo quiera o no.
En
suma: «Si hay alguien que quiera buscar lo verdadero más para conocerlo que
para glorificarse; si hay alguien que quiera el reposo y la fuerza (…) y vivir
todas sus horas, que suba a los altos valles (…). Mirad, escuchad: allí todo es
duradero (…): nieves de treinta siglos, bosques que sólo las tormentas han
abatido, silencio romántico». «He visto los Alpes, otro mundo».
Y
bien, ¿quién después de atravesar estas pocas páginas no desearía acompañar de
aquel modo a Senancour/Obermann por los Alpes? Volver a las fuentes, cerrar los
ojos ante la repercusión que ha tenido
el turismo y la masificación sobre las montañas para encontrarse de
nuevo ante la montaña desnuda, una tienda de campaña a la espalda, un saco de
dormir, unos pocos enseres y perderse por las montañas como un vagabundo a la
búsqueda de sí mismo y de las esencias que las montañas encierran para aquellos
solitarios privilegiados que las recorren sin prisas, puesto su ánimo en lo que
ellas, tan generosas, pueden regalarnos.
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