Mont Blanc desde las cercanías del col de Anterne. Acuarela. |
El Chorrillo, 23 de mayo de 2022
El canto de la oropéndola, breve y como diciendo hola,
aquí estoy, y el del ruiseñor (ay, cuánto te voy a echar de menos este año
cuando te vayas…) llenan el aire de esta hora. Estoy algo sopa, cansado; al
final he tenido que dormitar en el sillón un rato para reponerme. Hace unos
días se me apareció
A esa pareja, el niño de la mano de su padre que encabeza
este post, me la encontré hace unos años descendiendo un collado en Dolomitas.
Era una escena que recuerdo con cariño; representaba una filosofía alternativa
al salvaje, o complementaria, si se quiere, y que acaso escondía su visión el
deseo implícito de un amante que desea para sus hijos, para sus nietos, la
plenitud de una vida en contacto con
Bueno, pues que tras la visita de
Miro de reojo a mi diario y veo que el tío alucina con mi
cambio de actitud. Sí, casi ni yo me lo creo, que no solamente ya he empezado a
barruntar que me voy después de mitad de junio a los Alpes, sino que he
empezado a engrosar mi macuto con todos los artilugios que uso últimamente en
casa, material de dibujo, acuarelas, acrílicos, cuaderno… ¡Mon Dieu! ¿Y todo
eso lo vas a llevar a la espalda? Buena pregunta, querido diario, buena
pregunta… Mira, para compensar la presencia de estos últimos invitados de mi
mochila, este año prescindo de cocina, de comida, de colchón de aire, de cámara
fotográfica, de trípode… si es necesario me alimento de aire o de frutos secos,
que ya encontraré algún refugio por el camino.
Total, que con esta disposición en marcha lo único que me
faltaba era determinar a dónde me iba. Seis años consecutivos de dedicar el
entero verano a atravesar los Alpes entre el Mediterráneo y el mar Adriático por
distintos lugares, han dejado no mucho espacio para recorrer nuevos
itinerarios, así que hace un par de días me fui al Google Earth donde subí mis
rutas y lo que vi allí fue un importante núcleo de montañas y valles en Suiza
que todavía no había pisado. También había otro hueco en las Dolomitas más
orientales. Fue suficiente, ya tenía destino, lugar de aterrizaje –Ginebra– y
punto de inicio: Chamonix. Así que ahora a esperar que Dios lo quiera y,
mientras tanto, a preparar las piernas y el ánimo.
Y esperando y teniendo punto de partida, ayer recuperé
algunas fotografías de mi último vivac frente al Mont Blanc, algo más abajo del col de Anterne, y me propuse hacer una acuarela con ese bello panorama
al fondo. Iba a colocar mi tienda de campaña en el prado de primer plano, un
pequeño llano cubierto de rododendros, pero después, recordando aquella otra
foto del nene con su papi caminando por las Dolomitas, decidí situar a estos en
ese primer plano. Fue un día curioso porque el día anterior todo estaba
cubierto y caminé todo el día sin ver ni pijo, pero, oh, lalá, cuando desperté
por la mañana, ahí estaba espléndida toda la mole del Mont Blanc como un enorme
merengue emergiendo de la tierra. En un par de horas, acaso tres, ya tenía la
acuarela terminada. Victoria dice que parezco yo de espaldas. Mejor, así puedo
imaginarme a mi nieto Manuel o a Manuela como quien dice iniciando su vida en
ese hermoso paraíso que es la montaña.
Barre des Écrins. Probablemente la montaña más bella de los Alpes. Dibujo a tinta. |
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