viernes, 4 de marzo de 2022

Saludo al sol

 



El Chorrillo, 4 de marzo de 2022

Resucitar viejos hábitos, o simplemente incorporar a la vida cotidiana costumbres que intermitentemente has practicado siempre, parece que se esté convirtiendo en este último periodo de la vida en una bien venida rutina que agradezco montón. Durante muchos años, con grandes interrupciones por medio, uno puede haber practicado hábitos saludables durante largo periodos de tiempo, pero de ahí a consolidar esos hábitos por mucho que quieras proponértelo va un buen trecho. Crees que es bueno correr cada mañana un buen rato, meterte bajo la ducha de agua fría, hacer un rato de yoga o unos ejercicios de mantenimiento o proponerte no aplazar absolutamente ninguna tarea que está pidiendo ser resuelta de inmediato, eso para lo que se utiliza un raro vocablo, procrastinación, que cuesta trabajo pronunciar, pero como si quieres arroz Catalina. El hábito conseguido con tanto esfuerzo termina por deslavazarse, hoy ponemos una disculpa, mañana otra y al poco tiempo, caput, si te he visto no me acuerdo.

Parece que tuvieran que llegar los años de la jubilación, y muchos más incluso, para que reconsiderando los hechos que han pasado por tu vida a lo largo de los años, un día, ahora con una voluntad robustecida por la experiencia, te decidas a resucitar alguno de aquellos saludables hábitos; y ya que estamos metidos en faena, por qué no recuperar también aficiones perdidas –¡en el tiempo del jubilado caben tantas cosas!– No sería todo, claro, uno a los setenta y tantos años no puede volver a jugar al peón, a fabricar un arco y a salir por ahí a molestar a los vecinos con las flechas, o no podrías, ni deberías, cazar gorriones con cepo, ni hacer gamberradas como atar los pomos de las puertas de vecinos que viven en pisos frente por frente y hacer sonar ambos timbres a la vez y salir corriendo muertos de risa oyendo a los vecinos que chillan no pudiendo abrir sus puertas; tampoco deberías dejarte deslizar por un talud arrastrando el trasero, ni chapotear en los charc0s o con el tirachinas liarte a romper cristales. En fin, todo no, sólo las “cosas sensatas”.

Y es que hay tantas y tantas cosas sensatas que le vienen bien al cuerpo y a la mente… Por ejemplo eso del saludo al sol que yo tan tempranamente descubrí de mano de Francisco García Salve, aquel sacerdote jesuita comunista y dirigente de Comisiones Obreras por quien sentía una cierta veneración y del que tempranamente cayó en mis manos un libro titulado Yoga para jóvenes. Quizás fuera también obra de él el que desde el final de la adolescencia sintiera un especial acercamiento hacia alguna de las prácticas orientales como el yoga, e incluso que él tuviera parte en mi siempre adicción a ese país tan entrañable por tantas razones, que es la India.  

Ahora, desde hace ya bastantes años, es una práctica que nunca dejo de hacer nada más levantarme, y si es posible, mejor al aire libre. Los pies, conectados a la tierra en donde se recoge toda la energía; inhalar el prana profundamente hacia la base de la columna, abrirse y conectar con la Tierra; frente al sol que se levanta ante nosotros, despertar al cuerpo, desentumecerlo con movimientos elásticos. El saludo al sol despabila los músculos del cuerpo y los pone en disposición para comenzar un nuevo día, pero esencialmente se trata de un ejercicio de acercamiento al Todo, a la tierra, a las plantas que te rodean, al universo. Esa sensación de que somos una pequeña parte de un todo, tiene en ocasiones cierta concomitancia con una idea que la complementa; se trata de concebir el tiempo no como una sucesión de acontecimientos sino como algo parecido a un presente en el que a la vez se están desarrollando todos los hechos del pasado. Un tiempo sin tiempo imposible de entender con claridad pero que desde algunas de las prácticas de meditación orientales se llega a lo que en India recibe el nombre de samadhi, o estado de conciencia que se alcanza cuando, durante la meditación, la persona siente que se está fundiendo con el universo.

Vamos, que un descreído como un servidor, comprobado que todo esto me deja como una rosa, estoy dispuesto sin ningún tipo de dudas a pasar por alto todas las consideraciones racionales y seguir practicando el saludo al sol y la meditación, dispuesto así a comenzar el nuevo día con todo el ánimo y las energías a punto. Ah, y si además echas un baile y a continuación te metes bajo el chorro del agua fría de la ducha, pues eso, mano de santo.

 

 


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