lunes, 4 de octubre de 2021

La ficción de Dios y otras invenciones

 




El Chorrillo, 4 de octubre de 2021

Hay asuntos que pese a ser tenidos por ficciones, la existencia de Dios, por ejemplo, en otras épocas la legitimación divina de las monarquías, y así un millar de temas más, no adquieren la convicción de meridiana claridad en uno hasta pasados muchos años. Ficciones que hoy mismo tienen una determinante importancia en la geopolítica del mundo, como por ejemplo esa que mantiene al pueblo de Israel expoliando a los palestinos basándose en la mitología de la Torá y de la Biblia y que según ellos, el pueblo elegido de Dios, les hace usufructuarios únicos del territorio al sur del Líbano. La ficción de la mitología sustituye a la historia… la invención prevalece y sirve de argumento para desalojar violentamente de sus tierras a sus moradores con la parecida e inusitada violencia con que ellos mismos fueron exterminados por los nazis en base a otra ficción más. Ficciones similares en las que la Iglesia Católica ha basado durante dos milenios su poderío espiritual y material.

Las ficciones no serían nada en sí mismas si no hubiera millones de personas que las sustentaran; el poder de la ficción nace no de la ficción misma, sino del hecho de que haya suficiente número de personas que la sustenta. La idea medieval de que Dios había otorgado poder terrenal al monarca se sustentaba con la ayuda de la Iglesia sobre un pueblo mediatizado por creencias religiosas que hoy empiezan a parecernos totalmente infantiles. Las clases dirigentes siempre han estado muy interesadas en buscar mecanismos de ficción que sustentaran sus privilegios y desarrollaran en las clases inferiores algún sentimiento de sumisión o inferioridad. Nadie está por encima de otros en privilegios y honores si no hay un público que reconoce dichos privilegios y honores como tales. Un rey tan ridículo como el nuestro, que ante una interpelación de una transeúnte frente a las cámaras le dice que si es que acaso está buscando su minuto de gloria, es un imbécil que asumido por el lustre de la Corona, una ficción entre tantas, mira a sus súbditos desde una posición sumamente equivocada.

Hoy he dormido mal y aunque trato de despabilarme escribiendo tras la comida, el sueño me nubla las ideas. Pruebo a despejarme dando un paseo por la parcela. El veranillo de San Miguel ha dejado pequeños brotes verdes por todos los lados, la hiedras que envuelven la caseta de las herramientas salen como gateando de los límites que les he fijado e invaden con su intenso verde el prado cercano. Tendré que segarlas pronto, pienso. Más allá las chumberas, que llevaban varios años plantadas y que la nieve del pasado invierno derribó y redujeron a la nada, empiezan ahora a sacar nuevos brotes a ras de tierra, esa fuerza que tiene la vida en la naturaleza para plantarle frente a las dificultades. Son unos brotes como puños de niños, ovalados y llenos de tiernos pinchos. Tras la lluvia de esta mañana los verdes se han hecho más intensos. Es bonito tener sueño y poder abrir la puerta y salir a pasear por el bosque, ese que creció año tras año producto de nuestro trabajo y nuestro esfuerzo. Más allá veo cómo las alcachofas, que andaban invadidas por los hierbajos, ahora, después de arar a su alrededor,  brotan con ganas de vivir entre la tierra negra y el compost; o el níspero que también quedó apabullado por el peso de la nieve y en cuyas ramas empiezan a brotar los primeros indicios de flores. Continúo mi paseo. Junto al prunus, que marca la entrada en la antigua huerta, han brotado por su cuenta dos nísperos de grandes hojas que llevan camino de hacerse vigorosos árboles en unos años. Retorno a la choza, trato de recuperar el hilo.

Es cierto que sin ficciones no podríamos vivir. El dinero es una de ellas, es tan sólo real en tanto en cuanto alguien dé valor a un billete y los otros lo acepten. En caso contrario no hay cáscaras. Un millón de pesetas hace veinte años era mucho dinero, hoy no tiene absolutamente ningún valor. Imagino las ficciones en un plano similar al que ocupa la labor creadora del hombre desde remotos tiempos. El hombre primitivo crea herramientas, descubre cómo calentarse y protegerse del frío, habilita cuevas, construye habitáculos, inventa la rueda, pero hay otro orden de cosas que el hombre crea. Aquellos hombres más adelante necesitaron algún tipo de ficción para no sucumbir al desánimo. Así como el niño pequeño busca el consuelo o la ayuda de mamá cuando tiene algún contratiempo, el hombre primitivo vio en el sol o en la lluvia el confort y la solución para algunos problemas vitales como el desarrollo de los cultivos. Y así, de la misma manera que antes había creado las puntas de lanza, el hacha primitiva, creó en su imaginación la ficción de un dios que trajera las lluvias cuando era necesario. El sol representaba la germinación, el calor y la luz, eran realidades que servían a la vida y al bienestar de la gente.

Y de parecida manera a cómo antes habían inventado herramientas que facilitaban el trabajo o mejoraban las condiciones de vida, ahora necesitaban inventar, crear, creer en algún ser sobrenatural en quien buscar consuelo o que propiciara una buena cosecha. El hombre trasciende por primera ver el plano de lo material y está a punto de crear una herramienta conceptual que en la historia posterior va a tener tanta importancia como el descubrimiento de la rueda o el fuego. El hombre crea la ficción más maravillosa que pueda imaginarse, primero es el dios sol que formará parte de tantas remotas mitologías y que pasa a ser venerado por prácticamente todas las antiguas civilizaciones. El dios Sol se convierte en el origen del calor y la vida.

Y el hombre sigue creando no solo la rueda, la palanca, los vestidos, las herramientas, más tarde necesitará librarse de algo que le apesadumbra, la muerte. El hombre necesita entonces más ficciones para vivir y en su imparable capacidad de creación necesita otra ficción más que lo librará de la muerte y lo haga eterno. Se está produciendo en la historia de la humanidad la cuadratura del círculo.

Me parece que me están llamando. La hortelana requiere mis servicios para colocar en la despensa el cuantioso pedido que los de Mercadona han dejado en el porche. Así que finito por hoy.


Una curiosidad. En el momento en el que yo subía al Twitter este post, la primera entrada que tenía arriba en la página era de Carlos Suárez volando en similares circunstancias que se daban en la imagen que yo había compuesto con mi propia silueta. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario