sábado, 23 de octubre de 2021

El Tribunal Supremo vuelve a echar otra cagadita

 



El Chorrillo, 23 de octubre de 2021

 

Qué decir cuando abres de mañana el periódico y te encuentras con que en España la justicia está tan amañada que sus actores apenas se toman la molestia de vestir con un poco de coherencia sus decisiones, que les importa un bledo lo que digan en Europa, que su justicia huela a huevo podrido, que mientras que ellos puedan copar los órganos correspondientes aquí la justicia sólo practicará venganza y asedio a las fuerzas políticas enemigas; qué decir cuando un presidente electo puede entrar en la cárcel mientras un rey ladrón vive retirado en la dulce Arabia al modo de viejos monarcas rodeados de odaliscas; qué decir cuando ves en la justicia sólo el brazo de aquellos herederos de la infamia franquista. Putrefacta justicia que desprestigia las instituciones, esas que habrían de servirnos para articular la convivencia de todos nosotros.

Una vez más el Supremo hace gala del vandalismo propio de aquellos que utilizan las leyes según la conveniencia del lado político al que representa, arbitrariedades que sirven para beneficiar y encubrir a unos, a aquellos a quienes sirven  o para perjudicar a sus contrarios, toda “esa morralla izquierdista”, a su sentir, que se extiende como mancha de aceite por el país.

El Tribunal Supremo, órgano mercenario de las clases políticas y sociales que siguen intentando maniatar cualquier atisbo de cordura y normalidad en nuestro país, toda una puta mierda, vuelve a echar una cagadita con el caso de Alberto Rodríguez. Era lo esperado, no podía esperarse otra cosa.

Meapilas compuestos por los residuos del franquismo que siguen mandando en España como si todavía estuviéramos en plena era franquista, y que lo hacen con un mandato caducado desde hace más de tres años; que arremeten contra la ministra de Asuntos Sociales Ione Belarra, que acusa al CGPJ y a la Monarquía de "poner en cuestión las reglas de la democracia", porque, según ellos, según ellos, “excede la libertad de expresión”, y porque  desprestigia las instituciones y menoscaban la imagen de quienes velan por todos los españoles. ¡Ja! Gente que lleva años y años desprestigiando con su conducta una institución, que debería ser ejemplo de ecuanimidad y justicia y que hace de su labor una instrumentalización de la justicia con la que abatir cualquier asomo de normalidad en nuestro país, y que nos vengan con esas. Perseguidores de presidente y diputados electos, avales de un rey ladrón, cadena de transmisión de una España caduca que hiede a parcialidad y a intereses espurios.

Qué decir. Teclear en Google “La justicia en España es una puta mierda” devuelve un buen número de entradas que ilustran tal verdad. Algunas de ellas hablan del caso del juez Elpidio José Silva, otras de Baltasar Garzón. La sensación que tiene un ciudadano de a pie ante las actuaciones arbitrarias de esta gente es la propia de un país bananero. Entre la “libertad” de la tal IDA y las actuaciones del Supremo uno se puede ir realmente a la cama con la sensación de vivir en un mundo donde la cordura y el sentido de la justicia están totalmente ausentes de la vida pública.


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