El Chorrillo,
24 de septiembre de 2021
Venía yo
embalado esta mañana, después de leer un par de capítulos de José Antonio
Marina sobre el poder (La pasión del
poder), a tirarme de los pelos intentando desentrañar las razones por la
cual una bestia, la llamaré la bestia de los tirabuzones, cabeza vacía
donde las halla, es votada por una mayoría de madrileños. Venía, pero tenía una
llamada telefónica esperándome en la que demoré/demoramos tánto que me hizo
perder el calor que llevaba encima, no de indignación, sino de sobrevenida
incredulidad por el hecho de que Madrid sea gobernada por semejante esperpento.
De
todos modos la demora mereció la pena. La llamada provenía de un lugar
indeterminado de España en donde un hombre había decidido tomarse unas largas
vacaciones, una especie de año sabático. “Me he decidido, escribe él en su web, a colgar los hábitos de la velocidad y el sedentismo para probar los
caminos de la vida nómada y la calma”. ¿Y ello por qué? Y contesta: “Porque en
tiempos de tanta urgencia es necesario demorarse. Ante la impulsividad toca
reposo. Y a mí, como impulsivo, me toca aprender a hacerlo. Salgo a caminar
para ello”. Y el casi amigo ya por las tantas cosas que compartimos después de
una larga conversación, me cuenta su inmediato proyecto de recorrer a pie
durante cerca de un año las enteras costas de Iberia entre Cap de Creus y Hondarribia;
en torno a cinco mil kilómetros. Y es que como me encanta la gente que se pone
el mundo por montera, es necesario demorarse, ese verbo que también el usa con
agrado, en una larga charleta en donde de un libro saltamos a otro, de un
amanecer a un crepúsculo, de un camino de Santiago a tantas noches de vivac
bajo las estrellas junto al mar. No conozco a mi interlocutor, que me ha
localizado indagando por caminadores en el imprescindible y dudoso negocio del Google,
pero basta oírle para sentir el deseo de conversar largamente con él. Ha fijado
el comienzo de su aventura en el cap de Creus y a mí me trae tantos entrañables
recuerdos aquel otro comienzo mío, hace años en el mismo lugar frente a un
amanecer que desbordaba la mañana con la inmensidad de su sol levantándose
sobre el mar alargando su daga de fuego hasta la misma costa, recuerdos de
largas caminatas por rompientes, arenas de tantas playas, noches bajo las
estrellas arrullado por el rumor de las olas… Sí, se me disparaban los
recuerdos hablando con Francisco.
Pero
tras la demora es necesario volver a lo que me sirvió de arranque para colocar
en lo alto de la pantalla ese “La bestia de los tirabuzones”. Cuando se tiene
el convencimiento de que una persona culta nunca puede ser objeto de la
manipulación grosera de una publicidad fácil y demagógica, es difícil no
atribuir el resultado de unas elecciones a los males que la ignorancia y la
falta de criterio producen en una considerable parte de la población. No está
bien visto hablar de la masa y la plebe, conceptos que engloban tanto a una
población proclive al lavado mental, como a aquella a la que produce dentera ir
más allá de las primeras páginas de un libro. En resultados de unas elecciones
como las de Madrid concluye una bien orquestada campaña publicitaria dirigida a
cerebros desprotegidos que no sabiendo relacionar las deficiencias del sistema
sanitario o educativo, entre otros, de los cuales son sujetos pacientes, con el
engaño encubierto y simplón de una demagogia para párvulos, terminan de cabeza
haciéndoles el juego a las sanguijuelas que desde décadas atrás trabajan en
contra de sus intereses.
En Madrid
la cosa es más grave porque a quien define los resultados de las elecciones es
a los electores, porque mira que hay que ser bestia para depositar un voto que
llevará a la presidencia de
José Antonio Marina se cuida muy mucho de decir con propia voz lo que probablemente piensa él sobre estas cosas. No obstante recurre sin ningún miramiento a citas que hablan por sí mismas; «Para un sistema de adoctrinamiento que funciona correctamente uno de sus objetivos principales son las masas estúpidas e ignorantes... La plebe constituye el objetivo adecuado de los medios de comunicación y del sistema de educación pública orientado a la obediencia y a la formación, incluyendo la de repetir máximas patrióticas en las ocasiones oportunas.»
Un
peral produce peras, pero ¿qué produce un pueblo sin criterio, un pueblo
adoctrinado, un pueblo alimentado con la estúpida propaganda de una llamada “libertad”
que no es otra cosa que el fuego de artificio de esta imbécil que nos ha caído en
suerte?
Nota: A raíz de la intervención de Ayuso en la que aparecían los dichosos tirabuzones, más tarde Mónica García escribió un artículo. Si alguno está interesado éste es el link.
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