lunes, 13 de septiembre de 2021

It’s just me

 


El Chorrillo, 13 de septiembre de 2021

 

Esta mañana, cuando me asomé a las redes sociales, lo primero que me encontré fue una entrada de Antonio con su jeta asomando tras una cámara fotográfica. El pie de foto decía: “It’s just me”. Enseguida me dije: date, ya tengo material para entretenerme un rato en mi diario. Pero no parecía suficiente, porque poco más allá me encontré con un post titulado Viajar va siendo un agobio que aumentó las posibilidades de divertirme tras la comida, ello si no me entra la modorra y me quedo frito con la boca abierta en el sillón.

De momento resisto. Las campanillas del álamo blanco que tengo enfrente han pasado de un leve susurro a un agitarse inquieto producido por el viento del este, así que por esta parte bien; me harán compañía. Cuando planté ese álamo ahí no fue por una cuestión estética, sino con el ánimo de que la brisa sobre sus hojas acunaran mi sueño. De verdad, es un sonido agradabilísimo, como si mamá estuviera ahí a tu lado cantándote una nana. En ocasiones, cuando escribo o leo, con frecuencia me surge la necesidad de hacer una pausa y entonces le escucho. Hay quien se abraza a los árboles buscando un poco de paz en el regazo de su tronco; yo encuentro esa paz escuchando la música que deja la brisa en las hojas de los álamos blancos.

Ese es el marco de mi no siesta, cuyo único culpable es el amigo Antonio que me ha venido a sugerir algo, pero que todavía no sé qué es. Porque eso de que alguien diga de sí que es él, ya de entrada me deja en la tesitura de ponerlo en cuestión. Descarto, claro, la evidencia de tener que responder con un sí ante la posible demanda de la autoridad que preguntara ¿Es usted fulanito? Tampoco ese “¿quién es usted?” debería ser el de quien con su pregunta pretende saber de la otra persona si es el portero, el mayordomo, el limpiabotas, el amo de la casa o el presidente de gobierno. No serviría porque el que es presidente de gobierno hoy, mañana puede ser el presidente de una hidroeléctrica y si al limpiabotas le tocan las quinielas mañana, pasado mañana puede ser un empresario.

Dicen los psicólogos que el conocimiento sobre nosotros mismos no siempre es fiable y que muchos aspectos de nuestra personalidad pueden ser mejor conocidos por quienes nos rodean que por nosotros mismos. Así, todos podemos sin temor a equivocarnos asegurar que el individuo que tenemos ante el espejo es uno mismo, sin embargo siendo que mucha de la visión sobre lo que hacemos o dejamos de hacer puede ser el resultado de una autocomplaciente mirada, lo menos que podemos es dudar de qué sea lo que se esconda tras ese it’s me, que pensando ser una cosa es otra diferente.

Y vaya faena que, viviendo un pegote de años con uno mismo, uno pueda llegar a la conclusión de que lo que uno es no tiene mucho que ver con lo que uno pensó siempre ser. Piénsese en todos los imbéciles y gilipollas que pueblan el mundo, y que con toda seguridad tendrán un impecable concepto sobre sí mismos. Y hete aquí que, para que no se diga que escribo en abstracto, no puedo dejar de hablar de uno de sus más brillantes representantes. Éste por más recochineo se despachaba en El País días atrás con un largo artículo titulado Famosos imbéciles, y que yo mejor habría titulado Imbéciles famosos, dado que el primer adjetivo resulta a la postre mucho más relevante que el segundo. Su nombre es Javier Marías, un hombre que no se merece el padre que tuvo, que escribe bien, pero con un concepto tan elevado de sí mismo como para caer en el ridículo. Su artículo, por el que pasan todo los imbéciles del país, justa o injustamente, es un tan desaforado panfleto en donde no deja títere con cabeza, a excepción de él mismo que debería haber encabezado el elenco de los imbéciles.

A lo que iba, que saber quién es uno no es moco de pavo, que bien nos puede suceder como al tal Marías, que nos creamos unos linces mientras que muchos de los que nos conocen nos tengan por imbéciles. Ojo al parche, me digo, porque con esto de las epidemias todo se contagia. Hace un rato no más, tropecé en FB con un caso parecido de alguien que había llenado compulsivamente su muro con una interminable ristra de imbéciles; es el modo en cómo alguna gente contribuye a la mejora del mundo. La lista era tan heterogénea y dispar que enseguida me hizo sospechar que el titular de tal muro era un aspirante más que hacía cola para pasar a la susodicha lista.

Gran conocimiento el tuyo, le escribía en un comentario a Antonio, el saber quién eres. Yo llevo 73 años sobre este planeta y nada seguro estoy todavía de quien soy :-). Después de leer a Marías y constatar los equivocados conceptos que sobre sí mismos tienen algunos, no me queda más remedio que ser un tanto más cauto en mis apreciaciones.

Se me ha acabado la cuerda antes de terminar y me tengo que marchar a currar, así que eso de Viajar va siendo un agobio, sobre lo que quería hablar, ahí queda… quizás otro día.


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