domingo, 9 de mayo de 2021

Una sociedad sumida en la idiotez

 




El Chorrillo, 9 de mayo de 2021

 

Que uno tenga que aprender del lamentable aspecto que ofrecían anoche muchas de las calles de ciudades de España, botellones y fiestas sin protección para celebrar el final del estado de alarma… Aprender que éste es el mundo en que vivimos, que la responsabilidad apenas cuenta, que los muertos o los contagios nos traen al fresco, que votamos a quien destruye nuestra sanidad o a quien favorece impositivamente a los que más tienen; aprender todo esto es un duro trabajo  que la cordura debe asumir como hecho consumado, me temo. Eso es lo que hay. Monedero habla del “pueblo” como si éste fuera un adocenado idiota que no piensa; Errejón barre para dentro soslayando esa posible idiocia y cuidando a ese pueblo al que en definitiva tendrá que recurrir en el futuro si quiere seguir medrando en el ámbito político. No me toques a ese pueblo, parece decirle a Monedero,  sobre el que en definitiva se va a asentar la posibilidad de seguir haciendo política. Monedero, un individuo que me produce dentera, sin embargo me parece que tiene bastante razón.

La plebe manda porque es la que vota y bota, la que quiere botellón y salta de alegría cuando ya puede de nuevo contagiar a todo dios libremente y sin obstáculos. La plebe vota a la tal Ayuso que rentabiliza políticamente a costa de la pandemia y los muertos su posición, porque a quienes incumbe la responsabilidad sanitaria del país, que deben asumir restricciones de movilidad que no le gusta a la plebe, es un sujeto que está perdiendo votos.

La idiocia generalizada está servida. Fuera las mascarillas, que vuelvan las fiestas, condones al carajo, a vivir que son dos días. Y lo peor es que esta generación de imbéciles con la que nos ha tocado vivir va en aumento. El año ha dejado miles de muertos en los hospitales y las residencias, pero qué importa eso, quién se acuerda ya de los muertos: ¡Libertad!, ¡Libertad!, eso es lo que queremos. Las sociedades necesitan acontecimientos graves para poder ser evaluadas en todo su dramatismo; conocer qué es lo que anida en una sociedad enferma, la sociedad del consumo, la sociedad de los centros comerciales, la sociedad insolidaria que le trae al pairo la justicia social y que sólo atiende a mirarse el ombligo; conocerlo, se hace cada más sencillo para cualquier alma que se entretenga esta mañana en mirar en los periódicos lo que sucede en este país. Sociedad de dóciles borregos para la cual la libertad consiste en juntarse con los amigotes a tomar unas cañas y en dar saltos de alegría por las calles porque al fin ya pueden contagiarse sin impedimentos, porque al fin qué más da todo mientras nosotros podamos dar el gusto al cuerpo…

El amigo Antonio me permitirá incluir uno de sus comentarios que publicaba ayer y que viene al caso: “Yo ni soporto ni digiero la Libertad que me regala Madrid. He pedido ser detenido en un pequeño pueblo de Segovia y condenado a un paseo por la vega del río, lectura de poesía, tertulia después del café y a la noche de vuelta a la libertad. Preso para estar Libre de la estupidez”. Que los resultados de las últimas elecciones hayan convertido a Madrid en el adalid de la estupidez ciudadana, abona la idea de que la gran catástrofe está por venir. Leo estos días a Harari en 21 lecciones para el siglo XXI, y sobrecoge ese mundo que dibuja en donde la alta posibilidad de convertir el planeta en un 1984, en donde hasta las emociones podrán ser controladas por algoritmos y en el que se perfila un control total del individuo, una sociedad por demás en que la voracidad del neoliberalismo engullirá cualquier síntoma de racionalidad en la distribución de la riqueza. Un panorama que puede convertir la existencia en un infierno, pero me temo que ellos serán parte de otros males que nos amenazan sin remedio, porque el peor de todos a largo plazo será ese de ver cómo la sociedad se idiotiza al punto de quedar totalmente maniatada por la estupidez y su incapacidad para aprender a ser verdaderamente libres, lo que llevará, como dice Antonio, a que las personas un poco cuerdas tengamos que exiliarnos a algún otro planeta, uno de esos que imaginó Ray Bradbury en sus Crónicas marcianas, a fin de huir definitivamente del fracaso de un mundo que puso sus esperanzas en la justicia social y en la libertad pero que unos cuantos imbéciles transformaron en un terreno baldío donde la inteligencia  parece que tiene las de perder. Las turbas alentadas por la procacidad y la desvergüenza parecen tener, a lo que vemos en la zona centro, las de ganar.  

El pan y quesillo de las acacias agitado por el viento vuela bajo el cielo de la parcela simulando una nevada primaveral. Antes fueron las semillas de los olmos volando y esparciéndose por el campo por millares. El deseo inscrito en el ADN de la naturaleza para asegurar su reproducción se manifiesta en esa gran generosidad con que intenta alentar el nacimiento de un nuevo vástago por los campos circundantes. Todo ser en la naturaleza busca reproducirse por doquier; a la estupidez le sucede otro tanto… y cae en terreno abonado, las restricciones de la pandemia, la ignorancia, la agitación de las emociones, todo sirve para que en esta primavera la idiotez más severa arraigue en este mundo proclive a la indolencia y a tocar la pandereta.

 

 

 



3 comentarios:

  1. A veces pienso que el Sodoma y Gomorra es algo que debe suceder de manera cíclica a lo largo de la historia de los humanos, creo que no me equivoco con ese pensamiento... Bueno, me queda el consuelo de que no son muchos aunque su ruido es muy fuerte!

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  2. Me da que ya no nos da el tiempo a ver otro ciclo que éste, porque para otro estaremos criando malvas.

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