El Chorrillo, 9 de febrero de 2021
En los altavoces suena una de las tropecientas cantatas de Bach. Música con la que
acompañar la madrugada junto al fuego de la chimenea. No música cualquiera,
música de Bach, Bach, Bach… esa que llenó siempre los rincones del alma con no
sé qué deliciosas sensaciones y que despiertan nuevamente una y otra vez de
entre los ecos de sus notas siempre que sus voces aparecen en el lienzo
silencioso de la noche. No soy capaz de nombrar ninguna de ellas pero cada vez
que a voleo pincho en alguna en la pantalla de Spotify no hay vez que sus notas
no me resulten familiares y pueda por un rato, la melodía que arranca de los
labios de una soprano, llegarme como una conocida brisa venida de algún momento del pasado.
A estas
cosas lo llaman recordar, pero el término me parece impreciso y apenas nombra
aquello de que se trata. Convendría más el término evocar, que parece que se
refiere más a una especie de recuerdo en el que ha quedado incrustada una
emoción que resucitara al calor de la música.
Oyendo
esta noche esta música, en algún momento recordé una entrada que había subido
Néstor recientemente a su muro. Su habitual fotografía venía acompañada esta
vez por un cita de Ernesto Sábato en donde éste volcaba un amargo pesimismo.
Decía así: “A veces creo que nada tiene sentido. En un planeta minúsculo, que
corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores,
crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos,
morimos, mueren y otros están naciendo para volver a empezar la comedia
inútil”. Quizás este recuerdo junto a la música de Bach lo que hacía era poner
en perspectiva los hechos de la vida donde tan complejas situaciones y
experiencias confluyen. Y junto a ello recordaba aquella ignominia que impelía
a la dictadura argentina a deshacerse de los cadáveres abriéndoles por el
estómago y tirándoles desde el aire al mar para que jamás fueran ni
identificados ni encontrados.
Intenté
con un comentario matizar el pesimismo de Sábato que yo recordaba había vertido en su último libro Antes del
fin de una manera que hacía pensar que el Mal, con mayúscula como él lo
escribía, nos persigue irremediablemente a cada poco como una terrible amenaza.
“Náufrago en las tinieblas, el hombre avanza hacia el próximo milenio con la
incertidumbre de quien avizora un abismo.», escribió el autor en una ocasión. Sábato tenía ochenta y seis años
cuando escribía este libro y cuando lo leí recuerdo que su lectura me produjo
una desazón que yo, pensando en los pocos años de vida que me pudieran ir
quedando, me creía obligado a contrarrestar para no convertir los años de
madurez en ese desierto que enunciaba Sartre que era la vida y que la filosofía
del absurdo santificaba como tal. Le comentaba a Néstor que no estaba de
acuerdo en eso de que la vida fuera una comedia inútil, que acaso fuera así en
el contexto en que Shakespeare lo sitúa: “La vida no es más que una sombra que
pasa, un pobre cómico que se pavonea y agita una hora sobre la escena y después
no se le oye, un cuento narrado por un idiota con gran aparato y que nada
significa”. Pero ciertamente que no signifique nada y que no haya sentido para
ella no hace que ésta sea inútil. Le comentaba que a mí me parecía que el
pretender un sentido para la vida viene dado por una necesidad parecida a la
llevó a los hombres a inventar a los dioses. Nuestra capacidad de pensar hace
que asimilemos difícilmente la caducidad
de la vida y para ello necesitamos proyectarnos en el futuro con un supuesto
sentido para la vida. Esta pareja de gatos que corretea por nuestra casa, Mico
y Bartola, no necesitan sentido para sus vida, en invierno se suben a las
rejillas del radiador, en verano buscan la sombra y, entre otras gracias, les
gusta subirse a nuestro regazo cuando vemos una película. No creo que nosotros
seamos muy diferentes en eso de pretender un sentido que justifique una
vida.
A los
creyentes católicos probablemente les resulte difícil comprender estas cosas
desde una fe que les permitirá supuestamente vivir por toda la eternidad en un
deseable confort rodeado de sus seres queridos y amigos, pero eso pertenece a
esa enorme capacidad que tenemos de autoengaño para eludir el dolor y la
contrariedad de que nuestros deseos no se cumplan.
Desde
mi punto de vista, cuando la vida no tiene sentido uno, que se extraña de que
alguien que es dejé de ser, algo difícil de encajar en el cerebro aunque sea lo
más evidente del mundo, entra en una situación en principio compleja porque
venimos de un entorno católico que hemos mamado desde la infancia y que ha
diseñado en el cerebro canales en donde se edificaron verdades tan robustas que
cuestionarlas y sustituirlas por otras puede llevar años; situación compleja
que al cabo del tiempo se va aclarando hasta llegar a un punto en que el
sinsentido adquiere tal pleno dominio de la vida como para, ya, al fin,
poder mirarnos a nosotros mismos como a ese gorrión que te encuentras muerto
junto a tu casa, y que está ahí por la simple razón de que se le ha acabado la
vida.
Creo
que se me está haciendo tarde y va siendo hora de cerrar la morcilla por el otro extremo. Eso decía Francisco Umbral
de sus artículos, que había que dejarlos atados por los extremos.
A esta
hora las cantatas han dejado de sonar y en la chimenea se consume el último
tronco. Terrible sería si olvidáramos la historia, y con más razón en países
como Argentina, Chile, los sucesos de nuestra guerra o aquellos de
Mi
memoria evoca de tarde en tarde la mayor infamia que ha vivido la historia de
la humanidad desde siempre en los tiempos en que visité Auschwitz, pero no puedo quedarme
ahí y considerar la vida como una comedia inútil, porque en toda vida germinan
hechos, circunstancias, experiencias, sentimientos de amor que al otro lado del
pesimismo nos dan alas para considerar a ésta digna de ser vivida aunque no
haya sentido a la vista.
Las
cantatas de Bach evocaban esta noche en mí un profundo sentimiento de paz a la
vez que conectaba con otros instantes entrañables de la vida. La vida no tiene
sentido pero qué hermoso es escuchar el Magníficat, disfrutar con
Chaplin balanceándose en una caseta a punto de caer en el vacío, evocar el
pasado más querido, qué hermoso es contemplar un amanecer en una cumbre o
abrazar a tu chica y decirle te quiero. ¿Para qué coño queremos un sentido para
la vida con todo esto que tenemos?
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