martes, 2 de febrero de 2021

Busco amigos con los que estar en desacuerdo

 



El Chorrillo, 2 de febrero de 2021

 

Creo recordar que la trama de El Decamerón se teje sobre una situación no muy diferente a la nuestra; la peste se había apoderado del país y ellos se aíslan, se confinan, decimos ahora, y pasan el tiempo urdiendo historias esperando la venida de tiempos mejores. Nosotros no tramamos historias, pero algo de ello sí se puede hacer. No es muy diferente la situación actual en donde el ochenta y tres por ciento de los fallecidos por el Covid se sitúa entre los septuagenarios, los octogenarios y los nonagenarios, todos población de riesgo a la que más vale quedarse en casa hasta que esto pase. Bien, aquellos personajes, para paliar este aislamiento, hilvanaban en sus horas de ocio historias eróticas con las que matar el tiempo de parecida manera a como Sherezade prolongaba su vida con sus relatos de Las mil y una noche, no fuera a ser que el sultán no estando pendiente de la historia de la noche posterior decidiera cortarle el gaznate. Pues al hilo de estas enseñanzas de la literatura clásica, a un servidor días atrás se le ocurrió organizar una expedición de septuagenarios a la Cuenca del Amazonas, cosa de agilizar las neuronas y hacerle frente a las adversidades de la selva como egregios personajes de Homero que no se resignaran a tener el culo calentito junto a algún radiador de su querida Ítaca. Recuerdo para los que no leyeron mi anterior post, que la expedición ya cuenta con un astrónomo, un capitán naviero, un economista, un médico, un maestro escuela, un alpinista, y su pareja que tiene en su haber la ascensión al Kilimanjaro, un técnico en maquinaria pesada, una brigadista forestal encargada de la motosierra, en fin… muchos, diez u once en total, pero que dado que necesitamos llegar al número cabalístico catorce, representante de la justicia y la templanza, pues eso, que todavía quedan cuatro plazas libres. ¡Ojo, sólo septuagenarios, la flor y nata de la Tierra!

Así que siguiendo con el cuento, y para que la diversión no decaiga, hoy se me ocurrió que una buena solución adicional sería hacer buenos amigos con los que estar en desacuerdo. A algunos esto les puede sonar chungo, pero puedo asegurar que mi experiencia me dice lo contrario. Lo vengo descubriendo desde días atrás. Un buen amigo con el que comparto mi afición a la montaña, un erudito en tantas materias, se me ha mostrado tras unos pocos intercambios de correo a raíz de temas en los que no estamos de acuerdo, como un magnífico ejemplo que experimentar con otros posibles discutidores, amiguetes que gustan de conversar, poner puntos a las íes, o a las haches, si llega el caso, amigos especialmente con los que no estés de acuerdo en todo porque entonces lo has jodido, ahí no hay quien saque diversión ni con forceps, porque en esencia para divertirse hay que discrepar. ¿De qué coño vamos a conversar tú y yo si los dos pensamos lo mismo? Tú del Atleti, yo del Atleti; tú de Podemos, yo de Podemos; no, no, nada que hacer, o se es del equipo contrario o nada. Amigos con los que discrepar sobre la mierda que es la justicia cuando el otro piensa que la justicia está fetén, con los que discrepar si Sebastián Álvaro es un santo que ha hecho grandes aportaciones al montañismo nacional o si por el contrario es un creído al que la fama le ha deteriorado el sentido común; con los que discutir sobre si Puigdemont es un prófugo o un exiliado; discutir sobre política, sobre justicia, sobre la existencia o no de Dios, en fin sobre la Biblia en verso, sobre lo que sea, siempre y cuando esa partida de ajedrez de la conversación sea interesante y sirva para engastar en nuestras neuronas alguna clase de placer, un placer que nada tiene que ver con llevar la razón o no. Cuando juego al ajedrez con mi amigo Paco, se lo comento a veces, no me interesa ganar o perder una partida, lo que realmente es apasionante es conseguir eso, que una partida sea apasionante. Que si al final el Sol gira alrededor de la Tierra o la Tierra alrededor del Sol, que si la Tierra es plana u ovoidal resulta indiferente. Por eso no nos vamos a pegar ni vamos a probar el fuego de la hoguera como Giordano Bruno.

El aburrimiento que puede acarrear estar de acuerdo en todo puede ser letal par esa parte del cerebro que alimenta la curiosidad y las ganas de pelea, así que iros apuntando, y todo ello a través de esos maravillosos inventos que tanto ponderaba el amigo Gustavo en su blog hace días, en este caso a través del ciberespacio, al punto de con un guiño irónico deducir “que en breve plazo estaremos en condiciones de teletransportarnos: hacia el futuro o, dando marcha atrás, para saludar a cualquier neandertal convertido por un rato en contemporáneo”. Una cuestión que me tiene intrigado dado que con toda probabilidad, como me explicaba el otro día mi amigo el estrellero, que me contaba que cuando él hace una observación con clientes, para que entiendan el concepto de tiempo-luz, les explica que si en Andrómeda hubiera un planeta con vida inteligente y con tecnología suficiente, lo que en teoría estarían viendo en el momento actual serían los últimos dinosaurios y a los primeros homínidos caminando a cuatro patas; estarían viendo lo que sucedía hace 2.500.000 años, que es el tiempo que ha tardado la luz de la tierra en llegar a Andrómeda.

Por cierto, que encontré hoy un comentario en el blog de Gustavo que me llenó de gusto. Lo apunto aquí, no se me vaya a olvidar. Sí, hago un aparte, yo había especulado esta tarde con algo que acaso roza la teoría de la relatividad o la física cuántica, de las que no tengo ni puñetera idea, pero de lo que tan bien queda hablar (qué listo es este chico, diría alguno, si no se le tiene al tanto de mi ignorancia) y… Bueno, y yo me pregunto: ¿por qué no decir del todo en lo que estaba?

Sí, mejor hagamos un paréntesis, que ya se sabe que en un diario debe caber todo. El caso es que había comenzado a escuchar la Sinfonía número 8 de Schubert, la “inacabada”, cuando empecé a hablar para mi coleto así: Las notas de esta sinfonía surgen como un resucitado que saliera de un olvidado rincón de la memoria a encontrarse de nuevo conmigo. ¿Dónde dormían esas notas que nada más oírlas evocaban un preciso momento del pasado que aquella música debió de ocupar? Leer, sobrevolar el tiempo y aterrizar aquí y allí para comprobar que aquí y allí ni siquiera están muy lejos de hoy y que el tiempo puede no ser lineal sino simultáneo y entonces volver a descubrir que hoy en cierto modo es ayer y medio siglo atrás, y si hay un niño arrodillado frente al altar de María Auxiliadora resulta que eres tú, y si vuelves la cabeza y observas a alguien en un valle del Pirineo enfrascado en una partida de ajedrez después de una larga caminata desde el Rincón de Belagua, también eres tú. El tiempo ha desaparecido y ahora sólo es necesario saltar sobre el espacio para encontrarte contigo en las tantas revueltas del no tiempo y el no espacio, porque lo único que existe eres tú y la pléyade de tu existencia tumbada a tus pies como aquel viejo pastor alemán que se echaba a tu lado en invierno mientras pasabas una y otra vez las páginas de un libro.

Que esto tenga que ver con el comentario de Gustavo, con las enseñanzas de Paco, o con el resto de los párrafos, sólo Dios lo sabe. Cierro el inciso para volver al comentario del que hablaba y que pertenece a drlopezvega; rezaba así: “Cuando se extendió el DVD y no digamos el iPod, bailando sobre el cadáver del vinilo, al muerto solo le quedaba aguardar el fuego crematorio, con esa paciencia inmóvil que tienen los muertos. Sin embargo, lo que parecía una mueca fósil era una sonrisa sardónica en espera de una pronta venganza. Alguien ha bajado de la Zarza con el Mandamiento de retornar al vinilo”. De donde deduzco que el placer del texto anterior y la diversión de la que hablaba más arriba, en este caso la de sacarle punta a los asuntos en los que estamos en desacuerdo, son dos puntales a tener en cuenta a fin de que dentro de dos o tres millones de años los habitantes de algún planeta de la constelación de Andrómeda nos contemplen como seres cuerdos dispuestos no sólo a divertirse sino también a buscar los caminos de una síntesis que derrame alguna luz en los asuntos de la convivencia.  

Lo dicho: se buscan amigos con los que estar en desacuerdo :-).

 

 

 

 

 


3 comentarios:

  1. Y encima te gusta el ajedrez!!! ¡Ojalá pudiéramos echar una partidita cualquier día!

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    1. Cuando tengas un rato lo hacemos, si te apetece. Juego regularmente de vez en cuando con un amigo que vive a muchos kilómetros de mi casa. Cuando te apetezca me das un toque y te mando el link por email para iniciar una partida. Soy aficionado aficionado, eh... sólo que entre otras cosas llevo una temporada que lo he resucitado y que como he comprobado que además de apasionarme me está ayudando mucho en cosas como la atención y la concentración, pues en ello estoy.

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  2. El problema es que nunca he jugado a través del ordenador; sólo presencialmente...

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