jueves, 4 de febrero de 2021

¡Ay, Dios, lo que dice la campana de Gauss…!

 


El Chorrillo, 4 de febrero de 2021


El protagonista de mi novela (Harry Muslich, El descubrimiento del cielo), que hoy echaba pestes de la humanidad, hablando con la corneja que le acompañaba, le decía que claro, que también existían personas decentes, y que él calculaba que debían de andar en torno al ocho por ciento de esa humanidad, pero que otro ocho por ciento se compone siempre y en todas partes de la gentuza más vil que te puedas echar a la cara. A mí no se me habría ocurrido reducir a percentiles la gentuza que habita este planeta, pero quizás se trate de una cifra ajustada, de la misma manera que el de la  gente decente pueda andar también en torno a ese número ocho por ciento. El resto de la población, decía, mientras la corneja le miraba circunspecto desde el hombro, no es ni buena ni mala, depende de las circunstancias. Después, a la hora de la merienda, cuando le comentaba estas cosas a Victoria, me decía que recientemente había oído un podcast que hablaba de algo parecido; allí se refería al modo en que pueden reaccionar las personas ante un accidente grave o una catástrofe. En el programa se comentaba que el diez por ciento inmediatamente se pone en movimiento, llama al 112, atiende al accidentado, pone lo medios para paliar la gravedad de lo que sea. Otro diez por ciento se queda pasmado o reaccionan histéricamente, se hacen selfies en el que aparezca el accidentado o la catástrofe también o ejercen de mirones con lo brazos cruzados. Los porcentajes pueden variar, pero sí parece que esto se acerque bastante a la realidad. En una ocasión Victoria y yo viajábamos por una zona montañosa de Yunnan, al suroeste de China, una carretera de montaña de bastante tránsito, cuando nos tropezamos con un accidente. Nos bajamos del autobús. Había una multitud, un camión de gran tonelaje cruzaba la carretera patas arriba. El conductor y su acompañante estaban cadáveres. ¿Que cómo reaccionaba aquella multitud? Alrededor del escenario en primera fila había tres o cuatro policías con las manos en lo bolsillos muy interesados en observar qué aspecto tenían lo cadáveres. Otro numeroso grupo, sobre un talud, no perdía ojo de lo que allí se cocía, se comentaban unos a otros, señalaban con el dedo. Al otro lado de la carretera, la entera población del pueblo próximo se había sentado sobre la ladera y aparecían como espectadores de una película de acción de la que no quisieran perder ripio. Mientras ocurría esto, tres conductores de camiones próximos forcejeaban sacando los cadáveres y depositándolos sobre un prado, poniendo orden y, más tarde organizando los trabajos de una enorme grúa que se las veía moradas para que el camión no terminara cayendo por un precipicio hasta la corriente de un impetuoso río que corría bajo la carretera.

Pensando en estas cosas, y haciendo de aprendiz de sociólogo, se me ocurría si no sería ese modo en que se acumulan lo datos a uno y otro lado de esa campana de Gauss, la curva normal, una representación de la sociedad en la que se vivimos, bien que con mucho matices y tendencias entre cada una de estas tres partes, de los que que podemos llamar al modo de Dersú Uzala buena gente, los que ni aquí ni allá y que según las circunstancias pueden decantarse a cualquier de los dos extremos, y por último, la gentuza, gente del cariz político y moral a una parte de la cual  se refería ayer Íñigo Errejón en el Parlamento. Una ojeada al video de más abajo pondrá a los curiosos sobre la pista de la gente a que me refiero. 


A mi a veces me da cierto corte hacer público lo que escribo, porque tengo la sensación de que intentando hacer puntualizaciones o diciendo lo que pienso, de alguna manera me significo personalmente, que ni de coña es esa mi intención, que tan solo me persigue el defecto de opinar, razón precisamente por la cual estos días me ronda por la cabeza la posibilidad de cambiar el nombre de este blog. Pero es que como tengo dos ojos, bueno, en realidad uno y un cacho que además es estrábico, y veo lo que tengo de frente, pues que me parece que toda esa distribución de la población sea cierta y, como no tengo que vivir de la sopa boba de ningún partido ni particular feligresía, sino que lo que hago es intentar divertirme con mis razonamientos y hacer un poco luz en la oscuridad de lo cotidiano, pues parece que hay que concluir, al menos de forma provisional, que existe un porcentaje del ochenta por ciento en la población que…

Sí, sálvese quién pueda y no precisamente poniéndose de culo en lo alto de la campana de marras para deslizarse como en un tobogán hacia la esfera de la excelencia, ese selecto grupo de la buena gente, que la cosa esta asaz jodida con este invento del Internet en donde un importante número de la abultada tripa de esa campana asoma ahora la cabeza para hacer gala de… (mejor dejémoslo estar), donde tantos papis y mamis están convirtiendo la educación en un involutivo proceso de idiotización (repito aquí el link de algo que compartí esta mañana mismo), donde 3.640.063 españolitos votan bazofia, donde, ¡Dios!... etcétera, etcétera. Qué país de locos…

 


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