El Chorrillo, 31 de enero de 2021
Me pregunto esta mañana por qué este titular de periódico
me alegra ese rato de pasar una somera revista a los titulares de la prensa.
Creo que es el enfrentamiento con todas las fuerzas de la reacción y su
maquinaria legislativa y judicial lo que me hace mirar la noticia con gusto.
Contemplar que en ese martillo pilón que es el obsoleto y reaccionario ménage à trois, o a tropecientos, que
impera en España, al fin y a cabo se puedan abrir resquebrajaduras es un
alivio; que sí, que aunque la esperanza sea un clavo ardiendo, no hay más
remedio que seguir agarrado a ella.
Que yo no esté en absoluto de acuerdo con los independentistas,
aunque sí con el hecho de no poner cortapisas a la libertad de expresión, caiga
quien caiga, quizás pueda ayudar a quitar marras al asunto y no entrar en la
controversia a que nos tienen acostumbrados los políticos y los medios en
relación a los ciudadanos catalanes. No entro en si independencia sí o independencia
no, lo que viene a cuento de mi interés por el titular que encabeza estas
líneas son en esencia dos cosas, primero la defensa inquebrantable de la
libertad de expresión para todos, para opinar en una papeleta si quieres o no
la independencia, si quieres o no pertenecer a la OTAN, o para lo que sea y,
después la necesidad de seguir resistiendo a las fuerzas reaccionarias de
siempre que, asentadas como están en las instituciones del Estado, continúan
ejerciendo desde ellas un poder totalmente incongruente con los criterios de
justicia e imparcialidad.
Que la política es un barrizal donde lo justo y equitativo
está muy por debajo de los intereses particulares de los partidos o de aquellos
que los apadrinan, es una verdad tan obvia como que la noche sigue al día. Que
el poder legislativo sirve a los intereses particulares de los grupos de
presión, es otra verdad que debería colgar como el cuadro del rey sobre los
despachos oficiales de todos los que tienen capacidad de decisión en el país,
algo así para que de continuo no nos
llamemos a engaños y nos expongamos a esas tonterías que oímos de continuo
sobre que todos somos iguales, y que un día y otro también aparecen cínicamente
en las bocas de tantísimos.
Cuando éstas, que son verdades de cajón, y que no necesitan
ningún hisopo que las bendiga, adquieran en la mente de los ciudadanos el
relieve que necesitan, entonces, y sólo entonces, será posible empezar a
construir una convivencia que no se asiente sobre ese marco referencial que es
la mentira y que por consiguiente tengamos la posibilidad, llamando a las cosas
por su nombre, de desenmascarar a toda esa banda de fulleros que usan las
instituciones para lucrarse o para mantener a salvo los privilegios de que
siempre disfrutaron. Asentar la convivencia sobre marcos referenciales que son
falsos sirve obviamente a intereses de clase o partido que nada tienen que ver
con el bien general.
Cuando esta mañana veía el titular que encabeza estas
líneas, lo que él me sugería no era otra cosa que la esperanza de que la
probabilidad de pequeñas resistencias terminaran algún día en poner a remojo a
algunas de las más pervertidas instituciones del Estado entre las que la Corona
y el sistema judicial ocupan, junto a los escaños del parlamento más afines al
franquismo, un frente que a toda costa hay que resistir. Cuando Junqueras dice
que “No les demos el gusto de creer que pueden ganar porque nos encierran”, no
hace referencia a otra cosa que no sea la impunidad con que los distintos
poderes actúan en contra de la libre expresión y determinación de los
ciudadanos. Una parcela de la realidad, que de ser ampliada poco a poco, “no
nos callarán”, sí podría ser el camino para acercarse a un estado de
convivencia en que la imposición y la fuerza no sean los agentes omnipresentes ante
las posiciones encontradas.
Entiendo como un marco de convivencia aquél en el que ésta
es llevada a cabo con el acuerdo de una mayoría suficiente. El problema de
Cataluña se habría ido al carajo desde hace mucho tiempo si no hubiera sido por
el comportamiento cerril de una derecha que con su ineptitud y conducta cerrada
a cal y canto a cualquier otra consideración de los interlocutores, lo único
que ha hecho ha sido fomentar el crecimiento del número de independentistas.
¿Qué sucedería si hiciéramos una larga lista de los
asuntos que han ocupado las portadas de los periódicos en estos últimos años y
frente a cada asunto, el rey emérito, Alsasua, los pelotazos de la Gürtel, el
desmadre de Madrid, los 25 millones de fusilados españoles del general franquista,
los inmigrantes explotados, un largo
etcétera, se organizaran multitudinarias manifestaciones que dejaran sordos a
los que ocupan los despachos de las instituciones del Estado? En un contexto
así situaría yo las palabras de Junqueras. La arbitrariedad de los distintos
poderes se asienta sobre los brazos
caídos de una población que está domesticada a través de lo medios o que vive
fagocitada por un modo de vida donde la
posibilidad de indignarse por una injusticia hace mucho que desapareció al
amparo de un pensamiento generalizado en el que siempre son los otros los
responsables de mejorar el mundo en que vivimos.
Medrar a costa de que otros nos solucionen los problemas,
callar, tragar, asentir y aquí paz y después gloria. Así que bienvenidos sean
los hombres y mujeres que, aún defendiendo una independencia que no comparto,
siguen ejerciendo su derecho a expresarse pese a toda esa reacción que asienta
sus posaderas en las poltronas del parlamento y del gobierno.
Acertado análisis.
ResponderEliminarSeguro que no habrá muchos que digan lo mismo. Se ha sembrado una inquina tan grande contra los catalanes en este pais...
EliminarA esta democracia le falta profundidad. Y sentido común para su evolución hacia donde soñábamos cuando bajo la bota del franquismo. Sin embargo, los próceres no parecen en la misma línea...
ResponderEliminarHace tiempo que huyó de los temas de política, pero es que llega un momento que tienes que reventar. Hoy volví a la carga y ya me arrepiento porque seguro que me dispara la tensión :-).
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