| El dios Helio pinta con el fuego de su aliento el final de la tarde |
El
Chorrillo, 19 de diciembre de 2020
“Bendita
tú entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre…”. Así comienza
hoy mi contacto con el mundo exterior, un largo guasap de un amigo que recrea
alguno de sus ratos de ocio en torno a la pintura que sugiere el calendario de
Estos
cenobios son como edificios de muchos pisos y numerosas habitaciones en cada
uno de ellos. Abres Facebook, subes las escaleras e inicias tu visita. Primer
pasillo a la derecha, nada más dejar la escalera, tras la primera puerta, sabes
que vas a encontrar cuadros, antiguos lienzos a los que la pátina del tiempo y
la maestría de la mano que los pintó, han vestido a las viejas historias de la
tradición religiosa del aliento del arte, hoy Rafael, ayer Leonardo da Vinci o Taddeo
Gaddi. También me llega un guasap desde
la bella y arcana ciudad de Toledo, un amigo que tanto te puede invitar a
escalar un risco en las Canales Oscuras de Gredos o Galayos que, como hoy, nos ofrece
su compañía para hacer un recorrido histórico por la ciudad y hablar del
lamentable periodo de nuestra última guerra. Damos un paseo por la ciudad,
dice, y hablamos de Margarita Nelken, Moscardó, Largo Caballero o el Padre
Camarasa. Y antes de seguir adelante tengo que decirle a mi amigo que en El
Chorrillo, nuestro cenobio desde hace casi un año, hemos optado postergar todo
contacto con otros sapiens hasta after vaccination, que diría nuestro
otro amigo Cive.
En el
muro de Antonio encuentro casi a diario en “su caminar” una pizca de
provocación que me invita a la reflexión o a indagar en mi propio archivo
fotográfico para dar juego a un poco de conversación que aligere este largo
encierro. Charlamos brevemente, o aparece en mi diario de confinado, que a mí
me sirve de válvula de escape a esa necesidad de expresión que ya al hombre de
las cavernas le asaltaba junto al fuego de su cueva relatando historias o los
hechos del día alrededor de una hoguera
en su oquedad de roca, y entonces sacamos punta a alguna idea.
Por
mucho que queramos añorar la viejas cartas de antaño, las infinitas
posibilidades y el juego que da el ciberespacio han hecho florecer a su lado
tantos y tantos amigos que acaso deberíamos ser capaces también de mostrar
nuestro agradecimiento a estos medios que, aunque usados para enriquecer a unos
cuantos, de rebote nos han abierto un mundo nuevo e inimaginable décadas atrás
donde no sólo nos ha sido dado recuperar viejas amistades que hubiera sido
impensable reencontrar, sino que además nos ha proporcionado otro amplio
abanico de amigos que día a día van creciendo al calor de afinidades comunes.
Ese
viejo compañero, con el que un día tropezaste en un valle del Pirineo y con el
que acaso hiciste alguna ocasional ascensión, reaparece por estos medios casi cincuenta
años después de entre la niebla del tiempo y un día vuelves a compartir con él
un vivac en una cumbre, o un libro, o tu amigo mientras tanto se ha hecho
conspicuo activista de los derechos fundamentales del ciudadano y ha escrito
sesudos libros. U otro, del que apenas recordabas su rostro porque tu memoria
es lamentablemente débil y cuyos pasos, siempre anhelantes de la cercanía de la
montaña, le llevaron a construir un hotel frente a esas cimas bienamadas y a
especializarse en el misterio del universo nocturno que al final de cada día se
abre sobre Hoyos del Espino.
O
Marga, que últimamente inauguró un canal en Youtube para dar cabida a su bonita
voz venida de las orillas del mar de
Son
tantos y tan diversos los amigos con los que a diario podemos cruzar unas
palabras, una idea, una imagen, el sabor de una experiencia; uno que ha elegido
para su vida el remoto norte de un país escandinavo y que respira la vitalidad
de los hombres cuya pasión por la vida tanto les lleva a cruzar los hielos
patagónicos como profundizar en los versos de Gil de Biedma; otro que en los
viejos tiempos llamaban “El Niño”, y del que apenas retuviste eso, El Niño, y
con quien además de la pasión por la montaña compartes libros o películas,
alguien a quien admiras ese estar en confraternidad con su “lío” particular de
roca y vacío, unas veces encaramado a las tapias, otras navegando el
Mediterráneo.
Las
nuevas tecnologías nos han traído una novedosa manera de compartir asuntos y de
tomarnos unas cervezas, que con todos sus defectos, bien usadas, son capaces,
eso sí, de mejorar en mucho esta nueva situación de confinamiento a que nos
obligan las circunstancias. La amistad, esa idea que para Montaigne tenía mucho
más valor que el propio amor porque, decía, éste siempre es interesado mientras
que aquella es totalmente gratuita, es un inapreciable bien que hoy, mirando a
través de mi ventana, allá la calina envolviendo su delicado abrazo entre los
olivos, me produce una sensación de cálido sosiego.
Gracias, Alberto, por tenerme entre tus amigos. El día que estemos inmunes, iré a visitarte. Prometido.
ResponderEliminarPerfecto, será un placer.
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