El Chorrillo, 4 de noviembre de 2020
Así
que, sentado frente a la pantalla de ordenador, una grandecita para que las
fotografías se vean bien, me dispuse a disfrutar un rato de un viaje
fotográfico que recorría montañas, desiertos, mares, de países como Irán,
Nepal, Pakistán o España. La visión de estas fotografías de Luis Miguel me
sugieren las líneas que siguen.
Hay
a quien se le conoce por sus hechos, a otros acaso por la notoriedad de sus
ascensiones, a muchos simplemente por la bondad de su carácter o su
temperamento sociable. Pero hay otras formas de conocimiento que acaso se
pueden entrever a través, por ejemplo, de la mirada con que un fotógrafo se
acerca a la realidad. Cuentan las fotografías pero cuenta también la mirada de
quien está tras el objetivo de la cámara, su sensibilidad, su sentido
artístico, el gusto por determinados encuadres, por temas concretos, por las
sensaciones que destila un cielo flamantemente estrellado sobre el fondo de las
montañas.
La tarde anterior había estado de visita por una de las galerías virtuales deLuis Miguel y esta noche completé mi paseo fotográfico por alguno de los rincones de su muro. Poemas de luces y sombras sobre el fondo de montañas escritos sobre la cámara oscura con la destreza del orfebre que talla, repuja y, separando las luces y las sombras como si del mar Rojo se tratara, las vertebra en un lienzo o las funde en el arrebol rosado del final de la tarde; allí sin más sobre la mole del Fitz Roig, sobre la cumbre del Vignemale, el Dhaulagiri, el Llambrión o el morro sominal de hielo del cerro Torre.
El
poeta de la luz ha andado muchos caminos, como canta Serrat, ha recorrido
montañas y valles y, cuando regresa al cuarto oscuro de su casa y abre su caja
de luz donde vienen encerrados como un preciado tesoro los pedazos de realidad
con los que ha de componer sus poemas, las imágenes ruedan por la mesa de
trabajo nerviosas y expectantes a la espera de esa mano de nieve que sepa
dotarlas de alma. No basta enlatar las imágenes, hay que dotarlas de alma
primero antes de que salgan a la luz de otros ojos. Son tuyas, te pertenecen,
vibrando ante sus ojos con el fulgor de una aparición, ahora necesitan de la
mano experta del artista que ajuste y disponga la propia versión del poeta con un
golpe de gracia porque al final del proceso ha conseguido extraer del negativo
la visión preconcebida, el objeto bello. Creo que sí, que es posible conocer un
poco a alguien a través de las fotografías que hace.
No
comparto la opinión de un amigo fotógrafo que mantiene que él se considera un
cronista de la realidad y por tanto el Photoshop sobra. Prefiero que la
fotografía sea una síntesis interpretativa que se debate entre la realidad y la
sensibilidad del fotógrafo que trata de extraer de la imagen la esencia que
aquella encierra para hacer de la misma un arte mayor adaptado al alma del
fotógrafo cuya sensibilidad y creatividad pueden añadir a la masa bruta de un
buen negativo una particular visión personal que tanto puede provenir de la composición,
del encuadre, como de tratar de encontrar el momento adecuado de luz y
circunstancias que hagan posible un resultado llamado a proporcionar cierto
gozo al espectador.
Pero
que no comparta esa visión no disminuye mi adicción por esta fotografía de Luis
Miguel que parece salida directamente del clic de la exposición sin mediar
procesos intermedios, tal es la naturalidad que se aprecia en ellas, y que en
este caso hace de su faceta de cronista, sea ejercida ésta en Irán, el Pirineo
o el Himalaya, una primorosa mediadora de la visión del mundo y de las montañas
llenas de encanto.
Mirando
con atención algunas de las imágenes que más me gustan, aparte de que éste haya
sabido o podido encontrar un momento excepcional para su cámara, encuentro casi
siempre en él un deseo de búsqueda que de algún modo cuadra con una concepción muy
personal de la estética. Uno puede ser un buscador de momentos “bonitos” que
coleccionar con la cámara, pero ese es un
espacio común que utilizamos los que tenemos una y del que sólo
eventualmente surgen positivos de valor. En realidad en este caso todavía
estamos lejos de ese alma de artista, del artesano de poemas visuales de cuyas
manos vemos salir pequeñas obras de arte. La técnica ayuda, pero si ese ojo
clínico que intuimos en un fotógrafo cuya obra nos gusta tanto, falta, si una
especial sensibilidad está ausente, es difícil que el resultado sea óptimo.
Un
somero recorrido por algunas de sus fotografías, la armoniosa fragilidad dorada
de unas dunas, el sol buscando su cuna de noche más allá de la silueta
volcánica de una montaña iraní, el rostro de una anciana cuyas arrugas dignifican los años de su vida, la magnificencia del firmamento cuajado de
estrellas sobre el conjunto del macizo del Fitz Roy, el resplandor alboreal
tras la silueta del Dhaulagiri, la esbeltez del Vignemale también sobre el
firmamento cuajado de astros, el retrato de un músico salido del claro oscuro
de un cuadro de Ribera o la perspectiva curiosa de
Terminado
mi paseo por la galería fotográfica, terminada la escritura, se hace la hora de
irse a la cama. Buenas noches.
Nota: Todas las imágenes son originales de Luis Miguel Soriano.









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