miércoles, 4 de noviembre de 2020

La montaña a través del objetivo de Luis Miguel Soriano





El Chorrillo, 4 de noviembre de 2020

 

 Esta noche había dejado a un lado la lectura de Hadot, La filosofía como forma de vida, para descansar mis ojos y, para cambiar un poco de actividad, me fui a Facebook, busqué el perfil de Luis Miguel Soriano y a pantalla completa en el ordenador y con la luz de la cabaña apagada, hice un pase lento de algunas de sus fotografías. El placer de contemplar buenas fotografías a esta hora de la madrugada en que el silencio es absoluto a mi alrededor, me recordaba la vieja costumbre mantenida durante años en que tras muchas sesiones de revelado en el cuarto oscuro, una noche cualquiera Victoria y yo nos dábamos el gusto de abrir un álbum que habíamos fabricado a la medida de nuestra afición fotográfica, casi un metro de largo, para disfrutar el conjunto de los últimos trabajos. Eran tiempos en que acaso valorábamos más nuestros trabajos fotográficos, los procesos de revelado eran largos, a veces tardes enteras haciendo tiras de prueba con distintos tiempos de exposición, probando diferentes clases de papel, así hasta que al final, ese milagro de ver aparecer en la cubeta del revelador la imagen bajo la luz roja del laboratorio improvisado, nos hacia emitir una sonrisa de satisfacción. Ahora es distinto, todo va tan deprisa… y aunque el Photoshop ayuda a mejorar los resultados lo cierto es que dedicamos escaso tiempo a esos momentos en que ver las fotos últimas era casi un acontecimiento en nuestra casa.


Así que, sentado frente a la pantalla de ordenador, una grandecita para que las fotografías se vean bien, me dispuse a disfrutar un rato de un viaje fotográfico que recorría montañas, desiertos, mares, de países como Irán, Nepal, Pakistán o España. La visión de estas fotografías de Luis Miguel me sugieren las líneas que siguen.

Hay a quien se le conoce por sus hechos, a otros acaso por la notoriedad de sus ascensiones, a muchos simplemente por la bondad de su carácter o su temperamento sociable. Pero hay otras formas de conocimiento que acaso se pueden entrever a través, por ejemplo, de la mirada con que un fotógrafo se acerca a la realidad. Cuentan las fotografías pero cuenta también la mirada de quien está tras el objetivo de la cámara, su sensibilidad, su sentido artístico, el gusto por determinados encuadres, por temas concretos, por las sensaciones que destila un cielo flamantemente estrellado sobre el fondo de las montañas.

La tarde anterior había estado de visita por una de las galerías virtuales deLuis Miguel y esta noche completé mi paseo fotográfico por alguno de los rincones de su muro. Poemas de luces y sombras sobre el fondo de montañas escritos sobre la cámara oscura con la destreza del orfebre que talla, repuja y, separando las luces y las sombras como si del mar Rojo se tratara, las vertebra en un lienzo o las funde en el arrebol rosado del final de la tarde; allí sin más sobre la mole del Fitz Roig, sobre la cumbre del Vignemale, el Dhaulagiri, el Llambrión o el morro sominal de hielo del cerro Torre.

El poeta de la luz ha andado muchos caminos, como canta Serrat, ha recorrido montañas y valles y, cuando regresa al cuarto oscuro de su casa y abre su caja de luz donde vienen encerrados como un preciado tesoro los pedazos de realidad con los que ha de componer sus poemas, las imágenes ruedan por la mesa de trabajo nerviosas y expectantes a la espera de esa mano de nieve que sepa dotarlas de alma. No basta enlatar las imágenes, hay que dotarlas de alma primero antes de que salgan a la luz de otros ojos. Son tuyas, te pertenecen, vibrando ante sus ojos con el fulgor de una aparición, ahora necesitan de la mano experta del artista que ajuste y disponga la propia versión del poeta con un golpe de gracia porque al final del proceso ha conseguido extraer del negativo la visión preconcebida, el objeto bello. Creo que sí, que es posible conocer un poco a alguien a través de las fotografías que hace.

No comparto la opinión de un amigo fotógrafo que mantiene que él se considera un cronista de la realidad y por tanto el Photoshop sobra. Prefiero que la fotografía sea una síntesis interpretativa que se debate entre la realidad y la sensibilidad del fotógrafo que trata de extraer de la imagen la esencia que aquella encierra para hacer de la misma un arte mayor adaptado al alma del fotógrafo cuya sensibilidad y creatividad pueden añadir a la masa bruta de un buen negativo una particular visión personal que tanto puede provenir de la composición, del encuadre, como de tratar de encontrar el momento adecuado de luz y circunstancias que hagan posible un resultado llamado a proporcionar cierto gozo al espectador.

Pero que no comparta esa visión no disminuye mi adicción por esta fotografía de Luis Miguel que parece salida directamente del clic de la exposición sin mediar procesos intermedios, tal es la naturalidad que se aprecia en ellas, y que en este caso hace de su faceta de cronista, sea ejercida ésta en Irán, el Pirineo o el Himalaya, una primorosa mediadora de la visión del mundo y de las montañas llenas de encanto.

Mirando con atención algunas de las imágenes que más me gustan, aparte de que éste haya sabido o podido encontrar un momento excepcional para su cámara, encuentro casi siempre en él un deseo de búsqueda que de algún modo cuadra con una concepción muy personal de la estética. Uno puede ser un buscador de momentos “bonitos” que coleccionar con la cámara, pero ese es un  espacio común que utilizamos los que tenemos una y del que sólo eventualmente surgen positivos de valor. En realidad en este caso todavía estamos lejos de ese alma de artista, del artesano de poemas visuales de cuyas manos vemos salir pequeñas obras de arte. La técnica ayuda, pero si ese ojo clínico que intuimos en un fotógrafo cuya obra nos gusta tanto, falta, si una especial sensibilidad está ausente, es difícil que el resultado sea óptimo.

Un somero recorrido por algunas de sus fotografías, la armoniosa fragilidad dorada de unas dunas, el sol buscando su cuna de noche más allá de la silueta volcánica de una montaña iraní, el rostro de una anciana cuyas arrugas dignifican los años de su vida, la magnificencia del firmamento cuajado de estrellas sobre el conjunto del macizo del Fitz Roy, el resplandor alboreal tras la silueta del Dhaulagiri, la esbeltez del Vignemale también sobre el firmamento cuajado de astros, el retrato de un músico salido del claro oscuro de un cuadro de Ribera o la perspectiva curiosa de la Brecha de Roland vista como desde el interior de una cueva; un somero recorrido es suficiente para agradecer el haber tropezado con toda esta poesía visual que ofrece el poeta fotógrafo con toda diligencia en su muro de las redes.  

Terminado mi paseo por la galería fotográfica, terminada la escritura, se hace la hora de irse a la cama. Buenas noches.


Nota: Todas las imágenes son originales de Luis Miguel Soriano.

 












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