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| La imagen está tomada de Antena3.com |
El
Chorrillo, 30 de octubre de 2020
Nunca
se puede saber cuándo ni cómo a uno le puede asaltar una idea brillante, un
proyecto o las ganas inaplazables de hacer algo. Me sucedió una mañana del mes
pasado. Estaba haciendo mis habituales ejercicios matinales, ejercicios de
espalda, flexiones, sentadillas, abdominales, ese tipo de cosas y de repente,
en esa línea en que algunos quieren completar ochomiles, otros correr a la pata
coja los cien metros en menos de diez segundos o, como cuando era niño,
completar la colección de cromos de Ber-Hur o Los Díez Mandamientos, se me
ocurrió que también yo podía inventarme algo que me tuviera activo el otoño y
el invierno, que es una época en que después de vagabundear un verano entero por
las montañas mi cuerpo se apoltrona al punto de no hacer ninguna gana para
darme siquiera un paseíto por Guadarrama. Estaba en ese momento haciendo la
plancha por un tiempo excesivamente largo y a punto de caer exhausto de bruces
contra el suelo, cuando se me encendió una luz en alguna parte del cerebro. Ya,
ya lo tenía.
Había
observado que a veces a alguien se le mete un proyecto en la cabeza, un
proyecto raro, curioso o incluso estrafalario y a partir de ese instante a ese
alguien, que estaba tan agustito en casa sin dar palo al agua entretenido en
rellenar sudokus o leyendo el último bestseller, le empieza a correr por dentro
tal deseo de llevar a cabo un proyecto que termina por revolver Roma con
Santiago con tal de dar salida a esa presión interior que de repente se le ha
venido encima. De cómo nacen estas cosas creo que nadie lo sabe. Una mujer que
un buen día decide dar la vuelta al mundo sola en bicicleta; en el ámbito de la
montaña el clásico ejemplo de Carlos Soria y su ochomiles, o el más modesto
deseo de Ramón Portilla de ascender todas las montañas más altas de cada
provincia del país, o las ganas de mi amigo Santiago Pino de ascender todos los
tresmiles del Pirineo, o el deseo de David de Esteban de pasar el rastrillo por
todos los rincones de Gredos hasta casi no dejar una sola pared sin escalar, un
espolón o una punta virgen para la posteridad. La fuerza, nada despreciable que
tiene el que en la cabeza se enquiste un proyecto es una energía que sería tonto
desaprovechar. Mirado desde este punto de vista, algo que nada tendría que ver
con récords o similares, y dada la fuerza que tiene también la pereza, que es
más fuerte que la vida, que escribía Ferdinand Celine en Viaje al fondo de
la noche (a mí me merece la pena la cita por que me abrió los ojos sobre la
importancia de tener a raya a la pereza); dada la fuerza que tienen también la
comodidad y los hábitos sedentarios, subirse al tren de un pequeño o gran
proyecto puede ser un inesperado regalo para aquel, como es mi caso, que vive a
merced de estas pequeñas ocurrencias.
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| La afición de mi amigo Santiago por los vivacs... |
En
realidad hay un impulso en el hombre que recoge la psicología de la gestalt que
precisamente consiste en querer completar siempre algo, una tarea, un proyecto,
un trabajo de albañilería, un recorrido; parece como si siempre tendiéramos a
completar el círculo. En el caso especial de las personas aficionadas a la
aventura o la montaña, el dedicar tiempo y energía a actividades totalmente
“inútiles”, constituye uno de los ejemplos más evidentes de este deseo que
busca redondear alguna idea. Hacer actividades inútiles pero que colman tus
expectativas y te llenan el cuerpo de ese característico hormiguillo que tanto
se parece a la felicidad es lo que más se asemeja a los juegos que hacíamos en
nuestra infancia. Cuando se apodera de uno el puro y simple placer de jugar
estamos liberándonos de las ataduras de la vida adulta que nos han encerrado en
una praxis fuertemente influenciada por valores que acaso olvidan nuestra
naturaleza más profunda, que no es utilitarista sino que busca vivir sobre todo
experiencias profundas que satisfagan a un ser interior que subyace, a veces
lamentablemente, bajo el tegumento de las prisas y la satisfacción de
necesidades muchas veces más que cuestionables.
Una
pausa en la escritura para salir fuera a regar las plantas, esa necesidad
continua cuando uno ha ingresado en el club de los prostáticos, y sí, ahí está
de nuevo la gran Luna rutilante y gorda como un queso manchego ocupando el
centro del cielo. Mañana será buen día para dormir en alguna cumbre de nuestra
sierra.
Hacer
la plancha es, según los entendidos, buenísimo para la espalda, así que no
queda más remedio… Cuando terminé, en lugar de seguir con otros ejercicios me
senté en la alfombra y presté atención a la idea que estaba intentando penetrar
en mi cabeza y que sonaba a algo así como cumplir un largo ciclo de vivacs en
las alturas. Dormir en cumbres o en lugares altos siempre ha sido una de mis
aficiones montañeras; la cosa no es nueva, pero lo que sí era nuevo eran esas
ganas que me estaban viniendo de hacerlo en otoño e invierno. Total, que allí
sentado sobre la alfombra y todavía jadeando por el esfuerzo de los ejercicios
matinales, empecé a encariñarme con la idea, ya haciendo vivac sobre la nieve
en alguna cumbre o instalando mi pequeña tienda una semana tras otra en alguna
cima de Guadarrama o Gredos. Surgían los peros también, especialmente porque
los años me han hecho un friolero, pero la idea seguía adelante. Me vino a la
cabeza una frase de Kurtyka que había incluido anteriormente en un post que
hablaba de Carlos Soria, aquella que decía: “Descubrí que yo era más fuerte que
mis debilidades”. Yo tendría que decir que a mis debilidades debía añadir mi pereza.
La idea
estaba de acuerdo con otra muy fructífera que me persigue desde hace mucho,
aquella que consiste en promover e incentivar todo lo que pueda proporcionar
nuevas sensaciones o hacer revivirlas. Ahora mismo que salí un momento a la
parcela, viendo aquella luna entre las ramas de los árboles, ya me auspiciaba
un nuevo ramillete de ellas si al día siguiente echaba el macuto a la espalda y
buscaba una cumbre a la que dirigirme para pasar la noche. No puede ser
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| La imagen está tomada de heraldo.es |




Peña la cabra, en la sierra del Rincón. Se accede desde el puerto de la Puebla de la Sierra.
ResponderEliminarEse será uno de mis próximos lugares para acogerse al sueño. Ya subí una vez para comprobarlo.
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