jueves, 22 de octubre de 2020

Amigos muy peculiares

 

Original de José Mijares
"Aquí se ensancha el silencio"


El Chorrillo, 23 de octubre de 2020

 

Fuera llovía deliciosamente y lo primero que pensé fue que esta semana lo mismo no podría subir a una cumbre a dormir, después escuche la lluvia cuyo sonido entraba ruidoso por la puerta de mi cabaña abierta de par en par. Dormir aquí es lo más parecido a hacerlo en mitad del campo. El agua no me llega a la cabeza porque corrí la cortina, pero la siento como si estuviera metido en mi tienda de campaña.

Todavía entre las sábanas me asaltó temprano el malestar de unos versos de Miguel Hernández que el Ayuntamiento de Madrid había retirado de un lugar público,

Para la libertad sangro, lucho, pervivo...

ese afán por robarnos la memoria esta banda de necios accedidos a la regencia de nuestra ciudad. Escribí unas líneas indignadas, pero al poco sentí que no merecía llenar el principio de una jornada más de mi vida con la bazofia de esta rancia derecha. Se me pasó enseguida y mientras tanto recordé el detalle de un comentario de Uge en el muro de Antonio que hablaba de caminos: “Cuántos caminares hablando de la vida, de las montañas de ayer y hoy, del silencio, del paisaje y de quiénes lo habitamos por momentos…” y que leyéndolo me invitaba a imaginar mi paso por las montañas desde mi temprana juventud como si éste fuera una brisa que atravesara las jaras cualquier mañana de primavera. Liviandad de la vida frente a la inalterabilidad de las montañas, su estar ahí viendo pasar una generación de hombres tras otra.

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran…

Pero aún así los versos de Miguel Hernández resbalaban por la mañana endulzándola de hiel y esperanza. Entonces pasé a otra cosa, a un guasap de un amigo que me hablaba de X y que le acompañaba cuando nos encontramos en uno de los caminos de Gredos. Escribía: Te hubiera encantado conocer más a mi amigo, un tipo muy noble de enorme humanidad, de Podemos, como tú. También me cuenta que está ayudando con su perro a su amiga B que es veterinaria, una mujer ex mercenaria en Kosovo y que vive en una ermita. Aquí tenemos amigos muy peculiares, y termina su mensaje con un “La queremos mucho”.

Me interrumpe la entrada de un guasap de una amiga que me pregunta por mi consulta al dentista y le digo que estoy tratando de escribir algo sobre "amigos peculiares", esa colección de hombres y mujeres cuyas peculiaridades suenan en el ánimo como cascabeles; tantos que hay por ahí..., le digo. Y es verdad el mundo está lleno de amigos peculiares e interesantes. 

No sé por qué me he prendado tan temprano de esos amigos peculiares. Quizás ayer noche, que también tropecé con una persona que merecía especialmente ese apelativo. El FB es en ocasiones una mina, allí me encontré con él, un hombre que trabaja de guía al norte de Noruega que tan pronto habla de cómo se ensancha el silencio en sus tierras laponas, como cita a Gil de Biedma o nos introduce en sus aventuras a través de los hielos patagónicos, o que cuando piensa en retirarse elige una cabaña de trampero en Svalbard, un remoto rincón aislado al norte de Islandia sin seres humanos en cientos de kilómetros a la redonda. Uno se asoma a las redes o sabe de alguien y así en unas pocas líneas empieza a entrever alguna peculiaridad de la que enseguida se enamora. Me encanta la gente peculiar. Veterinarias, mercenarios, aventureros, gente que busca la soledad en el remoto norte del planeta, gente que hila el tapiz de su vida alrededor de algunas paredes de granito, que trabaja en algún lejano poblado del África profunda en un pequeño hospital, o simplemente gente que se atreve a hacer una vida diferente del resto pero apasionada.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Quizás tenga que volver a leer a Miguel Hernández. Estos días se le lee más de lo que se le ha leído en otros tiempos. Sus versos vuelan como mariposas de flor en flor a los largo y ancho de las redes sociales. Sus poemas suenan estos días en la concavidad de nuestro ánimo resucitando viejas canciones y momentos graves de los tiempos de la Transición.  

 En estos tiempos del Covid en que la vida social se ha reducido al mínimo queda la alternativa de las redes que se convierten poco a poco en casi el único contacto fuera del entorno de la casa. Saber de otros mundos, otras formas de concebir la vida. Me gustaría convertirme, qué sé yo, en un ave y volar hasta la casa de alguno de ellos, al norte de Noruega, por ejemplo, y contemplar el transcurso de los días, la noche en esta época haciéndose poco a poco en la inmensidad de la tundra con el grosor del día, los lagos empezándose a helar, la extraordinaria soledad del páramo. ¿Qué habrá en la cabeza de alguien que desea retirarse a una cabaña lejos cientos de kilómetros de cualquier otro ser viviente? ¿Qué hará, cómo sería su vida, cómo transcurrirán las horas en la larguísima noche tras el Círculo Polar?

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

 Es apasionante encontrar en tu camino el rastro que va dejando esa gente peculiar que pobló su mente con sueños imposibles, que vive al ritmo que les marca su corazón o los indicios que le llegan de las estrellas; saber de alguien de enorme humanidad, de vidas no sujetas a las rutinas de un trabajo, que se fueron haciendo a sí mismas por los caminos del mundo o que hicieron de sus vidas un arte en contacto con las montañas y la Naturaleza. O simplemente gente de la que un amigo pueda decir eso que me llegaba en el guasap de esta mañana “es un tipo muy noble de enorme humanidad”.

 

 

 

 

 

 


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