miércoles, 22 de julio de 2020

Mis amigos más crípticos

Imágenes pertenecientes al libro de Tav Ripo, Never even


El Chorrillo, 22 de julio de 2020

He abierto la página del FB y me encuentro una serie de comentarios cuyo significado se me escapa. Son de Tav Ripo y del amigo Luis de Valdemanco. Es la hora de la siesta y mi cerebro no debe de estar en su mejor forma. Les comento: Me temo que el patio de la corrala se está poniendo críptico a rabiar. Un poco más y me voy a tener que comprar un manual para leeros. Si a lo de Luis, con cuyas entradas en su muro podría publicar ya un libro de aforismos, ahora le añadís la publicación de una correspondencia como afirma él, ese genial diálogo que dice entre autores al modo de Miller y Durrell, vamos a necesitar un fenomenal manual de interpretación. Ya sabéis que el acto se pensar se deteriora, y no sólo porque sea verano y la modorra nos aceche, sino también por el tiempo que lleva interpretar el legajo de eso que llaman información, ese vender humo para distraernos, con lo que la tal degeneración impide a estas alturas hacer honor al acto de comprensión de vuestras entradas a menos que estuviéramos dispuestos a detraer tiempo de los ratos de jugar al ajedrez o de quitarnos los piojos de la cabeza. Si Thoreau no estaba dispuesto a limpiar las telarañas de su cabaña porque decía que todo su tiempo se le iba en quitárselas de su cabeza, ya podéis imaginar lo que me sucede a mí cuando me encuentro con los jeroglíficos en mi camino.

No obstante a veces es entretenido entrar en Facebook y pasearse por algunos muros, especialmente en esos donde lo críptico, no lo crítico, constituye un atractivo inesperado incluso para alguien como yo que vive un poco en las nubes. Hay tribus de la modernidad que con sus claves a cuestas y su mundo exotérico, que a mí me lo parece, a las que me cuesta entender tanto que si me atrevo a leerles tengo que hacerlo como si estuviera, sí, ante un enigma. Una novedad que, frente al terreno trillado de los asentimientos o la necesidad de hacer justicia a un amigo que nos muestra una buena fotografía o expresa una idea interesante, puede tener la facultad de estimular inesperadamente la curiosidad de los husmeadores de las redes.

Por demás, ese inesperado intercambio en uno de estos muros a que aludía más arriba, ha provocado ayer mismo que uno de esos amigos del ciberespacio me mandara un pdf de un libro del que es autor. Y nada, esta tarde, que estoy curándome un lumbago y que el doctor YouTube me ha recetado no estar sentado excesivo tiempo, terminado con mi última novela de Coetzee, no se me ha ocurrido otra cosa que echar una ojeada al libro con la intención de enterarme cuál era su contenido. Y a lo que iba, que decía más arriba, y Tav Ripo, autor del libro, me perdonará, que llevo diez minutos con el libro en las manos, un decir, y no sé si lo que tengo en las manos es un libro o una exposición de jeroglíficos destinados a calentarme el coco como si de una intrincadísima partida de ajedrez se tratara. La primera impresión que he tenido era así de parecida, la sensación de que el autor me estaba invitando a jugar un juego desconocido para el que no se me habían proporcionado claves suficientes o, vaya usted a saber, eso si es que el problema no será que un servidor no está preparado para empresas semejantes.


Imagen perteneciente al libro de Tav Ripo, Never even

El caso es que el autor me intriga, un hombre que pasó una vez por nuestra casa con mi hijo Mario, que hizo de pastor durante dos años en los aledaños de Valdemanco y La Cabrera y que me cuenta que ha devaneado (un participio que curiosamente contempla la RAE) entre las piedras serranortenses todos los días durante dos años, o lo que es casi lo mismo, 10000 años, añade, y que durante ese tiempo volvía del curro de Bustar a Valde (entiéndase Bustarviejo y Valdemanco) a las 2 de la mañana caminando, cayado y linterna en mano, para molestia del sueño de los jabalíes... En otras palabras, una persona a quien merece la pena oír aunque sólo sea por la práctica de ese tipo de excentricidades nocturnas que me son tan caras.

El libro de Tav, que lleva el título de Never even, se presenta de este barroquísimo modo: “Un grimorio palindro-místico, palindromágico, de voces a veces poéticas, a veces trabalingüísticas o calamburescas, siempre “polindrómico””. Confieso que cuando lo abrí por primera vez el libro me pareció tan inescrutable como si estuviera ante un texto escrito en arameo.  Fue más tarde que descubrí su interés. Me llevó un poco comprender que estaba ante procedimientos lingüísticos emparentados con el Tarot y la Cábala, un mundo totalmente desconocido para mí, que acaso relacioné en un primer momento lejanamente con el I Ching, el libro oracular chino escrito un milenio antes de nuestra era cristiana, pero no, tampoco; después pensé en Apollinaire y sus caligramas. Todo ello me resultaba ajeno pero, quién sabe. El libro cuenta la historia de una princesa enamorada de un pastor que ha desaparecido. En sueños un pájaro la invita a salir a un jardín y cantar junto a una fuente lo que le sea más querido. El pájaro le asegura que si la fuente es capaz de repetir sus palabras podrá reencontrar a su enamorado. Las cinco palabras misteriosas que iluminan su mente son repetidas por la fuente y la princesa ve cumplido su deseo. Yo perdí un amor a principio del milenio. Quizás si me intereso por estos temas que propone Tav igual pueda encontrar las palabras mágicas que me lo devuelvan. Aunque me temo que después de las trescientas y pico páginas de poemas que escribí tras el naufragio invocando el retorno ya no hay palindro-místicas ni  palindromágicas voces que me la saquen del fondo de los mares. El libro, para los curiosos, lleva el título de Cuando llega el naufragio que, por cierto, :-), todavía está en stock.

 


Entre mis amigos crípticos está también el bueno de Luis, látigo de los pusilánimes y de lengua afilada como la punta de un cuchillo, que golpe a golpe, verso a verso, como canta Serrat, no ceja una sola mañana de regalarnos en su muro alguno de sus agudos aforismos con que despelleja a diario a los aprovechados de este mundo. Lo siento, se me ha hecho tarde y debo acabar con esto. Un gusto encontrarse con estas pinceladas de cripticidad que amenizan el paisaje corriente de las redes.

 

 

 

 


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