miércoles, 15 de julio de 2020

Amistades contra natura


Espero que me perdone mi querido amigo Adolfo por utilizar este montaje para mi post de hoy 



El Chorrillo, 15 de julio de 2020

La facilidad con que uno hace “amigos” en las redes sociales puede ser, si los dioses no lo remedian, una trampa de la que cuanto menos salir escaldao en el mismísimo momento en que se habla de política o cuando sin más tropiezas con uno de esos expertos en todo, generalmente con muchos aplaudidores y abundantes megustas, dados a sentar cátedra y a tratar a sus oponentes con el desprecio propio de etcétera. En ese mundo de “la amistad” se cuecen tantos y tantos encuentros contra natura que se necesita un buen equipo de buceo para detectar, bajo las procelosas aguas en las que en esta parte del siglo nos movemos, toda la barbarie que se esconde tras determinados perfiles. Ya, ya sé, que vamos, que ya vuelves a las andadas, que diría mi amiga. Sí, y es que uno puede ser todo menos comedido, esa hibris, que persigue a los que no nos hacemos a adecuar el verbo a los usuales cánones de la moderación.

El mundo está muy revuelto últimamente y los odiadores de los otros, los que ponen en duda que la riqueza del planeta sea un bien universal a repartir algo más equitativamente o  que desprecian el trabajo de quienes se afanan  porque en el mundo haya un poco más de justicia, eso o que simplemente siguen los despropósitos que sus líderes les han metido en la cabeza, que es lo más usual, se reproducen tan prolíficamente que es necesario de tanto en tanto meterse en camisas de once varas, al menos aunque sólo sea por dar salida al buen humor que genera en uno comprobar cómo la ignorancia se ceba en estos doctos personajillos dispuestos a barrer de “su” país toda la “basura humana que nos ha venido de fuera”.

Bueno, pues con algún “amigo” de este jaez me encuentro de tarde en tarde en mi página del feisbuk. Joyas tan señeras que inmediatamente, después de despacharme con alguna parrafada, tengo que borrar de entre mis amistades antes de que contaminen con su presencia el aire que respiro cada vez que abro la app.

Hoy sin más el objeto del docto en cuestión, un hombre de Badajoz, que no sé cómo ha llegado hasta mi muro, era arremeter contra los inmigrantes de manera salvaje, mofarse de un tal “coletas”, así lo escribía él, y poner en solfa la labor de Correos porque con toda esa pasta que se han gastado en pintar con los colores del arco iris sus sucursales podrían haber solucionado los problemas del mundo mundial; esa chorrada que decía días atrás otro feisbukero del área voxiana. Obviamente las faltas de ortografía no tenían más remedio que ser un elemento imprescindible en semejante individuo. Le pregunté si sus apreciaciones políticas estaban al mismo nivel que su ortografía, pero evidentemente era una pregunta retórica. Como siempre en las redes sociales hasta el tonto del pueblo se puede creer el rey del mambo y el más listo de su pueblo, gente que usa de chulerías de barra de bar después de haber tomado más cerveza de la debida. Cuando esta tarde volví a su muro para dar testimonio de alguna de sus otras tontunas, el hombre de Badajoz había borrado su entrada y con ella a toda la legión de comentaristas aplaudidores que la acompañaban.

Esta mañana iba a vaciar la bacinilla nocturna del prostático habitante de mi cabaña junto a la fuente cercana, no precisamente una de esas de oro que usaba una de las Úrsulas de Cien años de soledad, cuando de repente sentí agudas picaduras, cientos de hormigas me corrían por los pies y las piernas arriba, unas hormigas diminutas y mordedoras que en un santiamén, como sucedía en uno de los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga, pueden dejarte el cuerpo desvestido de carne y convertido en puro esqueleto. Joder, salí pitando hacia la piscina antes de que me devorasen. Allá quedaron todas ahogaditas y flotando en las claras aguas de nuestra particular alberca. Yo hasta que no leí aquel cuento de Quiroga no pensé que las hormigas pudieran merendarse a un tío así por las buenas. En el cuento, cuando los amigos del devorado y la gente de pueblo van a buscarle sólo encuentran eso, el esqueleto.

Bueno, pues así, así es la barbarie que nos acecha por todos los lados, hormigas que empiezan a subirse por las piernas del cuerpo social cada vez en mayor cantidad, cada vez mas exasperantes y desquiciadas, que muerden aquí y allá con el ánimo de devorar por entero toda la racionalidad que pueda haber crecido en nuestro país desde los tiempos de La Transición. Hormigas que se nutren de basura y que obviamente defecan de continuo malolientes excrementos. Dios, cuánto facha, cuánto aprovechado, cuanta prole de apabullantes lumbreras acecha nuestra pobre y castigada España. Hoy hay que andar con la punta de los pies por todos los lados, feisbukeros, tuiteros, vecinos, usuarios de supermercados; de puntillas y con un insecticida preparado en la mano para no verte apabullado por esta peste que ha invadido las tierras del sur de los Pirineos.

Y que se me perdone, pero es que uno está asustao con este general avance de la barbarie acaudillada por cuatro aprovechados empeñados en medrar a costa de lo que sea. Y se comprenderá que en esta situación, viendo que se te meten en tu propia casa y empiezan como hormigas a subírsete hasta los mismísimos natural es que uno se mosquee y empiece a hacer aspavientos ante la invasión.

Tengo que añadir que anoche, cuando después de estas líneas me fui a acostar, date, de repente sentí de nuevo que había pisado un especial corredor de hormigas que había invadido mientras tanto el área norte de la cabaña. Sí, a veces este entrañable lugar que habito, entre culebras, hormigas, erizos o ciempiés que se me pueden colar dentro se parece a una selva. De nuevo pies pa qué os quiero. En décimas de segundo ya tenía a una multitud de hormigas subiéndome por encima de los tobillos. Después de cinco minutos dando palmetazos por aquí y por allá todavía andaba por ahí alguna picando en lo más delicado de mi cuerpo. No recomiendo a nadie permanecer cerca de esos hormigueros devoradores de piernas y de sentido común. Pueden terminar metiéndose hasta debajo de tus sábanas, con lo que a la mañana siguiente, por medio de algún procedimiento kafkiano podéis amanecer metamorfoseados en arácnidos o en votantes de Vox.

 

 

 

 


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