El
Chorrillo, 5 de junio de 2020
Suena
el despertador. Lo apago. Llueve. Por el hueco superior de la ventana veo volar
a los vencejos ajenos a la lluvia. La música del agua sobre las hojas de los
árboles me sugiere que mi cabaña se adapta perfectamente a la corriente de ese
aliento vital o chi cuyo flujo se ve modificado
por la forma y disposición de los espacios de una habitación. De la misma
manera, como escribía ayer, en que la puerta de la cabaña abierta al oeste junto
a mi almohada puede permitir que la culebra de casi un metro con la que me
tropecé pueda reptar a mi cama, de igual modo esa disposición permite que el
tamborileo de la lluvia llegue hasta mis oídos y disponga mi espíritu para
unirme desde el mismo momento de salir del sueño al aliento vital que mana de la Naturaleza. Mantiene
la filosofía taoísta del Feng Shui que la localización ideal para una casa es
aquella cuya ubicación esté protegida del lado del que provienen los vientos
más intensos y abierta al agua en el lado opuesto, ya que el viento (feng) dispersa el chi (aliento vital) mientras que el agua (shui) lo acumula. Hoy feng (el
viento) está chitón, así que no hay pega, pero shui tintinea de una manera tan agradable sobre mi mañana que hace
inevitable que me entregue a los encantos de su música.
Pero apenas dura media hora más y entonces tengo que levantarme
y ponerme en movimiento. Un rato más tarde el sol logra abrirse paso entre las
nubes y a mi alrededor se instala una mañana de ligera brisa que bambolea las espigadas
rosas que crecen frente a mi ventana y que trae el murmullo de la música de las
hojas del álamo blanco que tengo más allá. Es la hora de la escritura.
Mi ignorancia me abruma, me hablaba un amigo hace dos
días de jazz, ayer, otra, de un hombre
de raza negra, Spike Lee, que platicaba indignado desde el Festival de Cine de
Cannes sobre la violencia policial contra los ciudadanos de raza negra en
Estados Unidos. De tantos asuntos que todo el mundo parece conocer y a los que
yo me asomo como quien ha nacido ayer. Me corre la sensación de haber pasado
muchos años por la vida acompañado, sí, por libros, pero ausente de lo que mis
congéneres etcétera etcétera. Y sucede que mi temperamento apasionado se guía
más por las emociones, continuamente se ve falto de nombres propios que difícil
retiene, directores de cine, artistas, novelistas, políticos… siempre la necesidad
de recurrir a mi chica o a Internet parar refrescar mi memoria. Me quedan los
hechos, las emociones suscitadas, las ideas que trepan por el corazón o por la
espina dorsal como queriendo quedarse en un rinconcito de mi estima para
recordarlas, pero el resto vuela. Por eso tengo que subrayar una y otra vez con
lapicero del 2B sobre los libros, escribir en los márgenes, comentar, discutir
con las páginas y sus autores en gruesos trazos que unas veces son ratificación
de mis propios pensamientos, otras exclamaciones de contrariedad, cuando
aquello que leo me parece un disparate o algo grave que inflige mi propia
lógica interna y, las más, entusiasta acuerdo con unas ideas que descubro.
Es por ello que
deba sustituir mi falta de memoria y de conocimiento con el continuo recurso de
volver a las fuentes. Así que como no sé quien es Spike Lee, un hombre de raza
negra tocado con una gorra de béisbol que dice rudas verdades y se dirige al
presidente de su país tratándole de subnormal, voy y me entero y, tan bien me
cae que por la noche hago una pausa en mi lectura para ver con Victoria una de
sus películas: Haz lo que debas. Magnífica,
ritmo, música, actuaciones y un guión tejido a golpe de flashes que, hilados secuencia
a secuencia conforman un cuadro vecinal que ni hecho por la habilidad de un antropólogo
que quisiera mostrar algunos aspectos de la compleja realidad de la convivencia
de razas y hábitos diferentes que hoy, tras la muerte de George Floyd a manos de
la policía, adquiere una relevancia tal de ocupar las cabeceras de todos los
periódicos del mundo.
En una pequeña pausa que hacemos a mitad de película
le digo a Victoria: ¿Por qué a veces uno tiene la sensación de estar viendo más
cine que en otras? Hay buenas películas que apenas son cine en el sentido en
que quiero hablar, eso que tiene de específico el arte narrativo del cine y que
lo diferencia de la literatura; hablo de esas buenas películas en las que el
curso del relato se podría seguir de parecida manera en las páginas de un libro
sin que se alterase en exceso esa comunicación que se establece entre el
autor/director de cine y el espectador. En la película de anoche, Haz lo que debas, la estructura del film,
el modo de introducir, como si de una sonata se tratara unas breves secuencias
desde un estudio de radio, que después se repetirán salpicadas en el relato, en
la música del conjunto, para al final cerrar, como una buena composición, el
film con un “esto es la vida en este rincón del mundo”; la manera de presentar a los personajes o las
situaciones aparentemente inconexas unas con otras para, poco a poco, como
quien completa un puzzle, poder admirar al fin el conjunto del cuadro en
movimiento; la música, soberana siempre a lo largo de la película, el modo de
llevarnos de la mano de una secuencia con sus guiños de ironía, con un ritmo
que nos pone en comunión con un entorno, coro a varias voces con las escenas
que estamos viendo, sones con que poner la acción del film en brazos de una barca
que se mueve al ritmo que marca la orquesta o un saxo de fondo que sale de entre
las candilejas iluminando un escenario lleno de contrastes en donde no hay que
dar la razón a nadie porque lo que estamos viendo es la vida misma; en la
película de anoche, decía, algo que no se puede explicar y que sólo cabe
contemplar unas veces con ternura, otras con verdadera consternación, siempre
hay en juego un cine que respira a pleno pulmón y que nos sirve minuto a minuto
en un formidable sándwich musical escenas, gestos y comportamientos que, cuanto
menos, cabe contemplar con parecida disposición a como escuchamos una sinfonía
donde múltiples instrumentos suenan armoniosa, y a veces dramáticamente, al
ritmo de la batuta de este director, Spike Lee, que descubrí anoche y que
encabezaba valientemente desde Cannes tiempo atrás la protesta contra Trump y la
policía de su país.
El film se cierra con una cita de Martín Luter King y
otra de Malcom X. La postura de Luter King ya la conocemos todos. Malcom X
deja, sin embargo, la puerta abierta a una postura que justificaría la
actuación de la muchedumbre estos días en Estados Unidos. Escribía ayer que
muchos defienden la no violencia con la boca pequeña, entre ellos yo. Creo que
Malcom X está en la misma situación. Su larga cita termina así: “… No significa
lo anterior que defienda la violencia, pero al mismo tiempo no estoy en contra
de usar la violencia en defensa propia.
Ni siquiera lo llamo violencia cuando es defensa propia, lo llamo inteligencia”.
La violencia del sistema es tan brutal, física y psíquicamente, que no nos
debemos admirar de que en nosotros se despliegue esa violencia en defensa
propia y que Malcom X llama inteligencia.

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