viernes, 26 de junio de 2020

Cosas de la Pedriza


Esas pequeñas maravillas que se esconden entre las rocas...



Lagunilla del Yelmo, 26 de junio de 2020

 

Las cuatro y media de la mañana. Conducir a esta hora es casi un sedante, unos pocos automóviles aquí y allá pero el resto es la oscuridad y el dejar llevarse por el runrún del motor. Era todavía de noche cuando ponía el pie en la senda Maeso. La luz de la linterna en su posición más débil emitía un pequeño resplandor apenas suficiente para no tropezar. Tiene esta hora siempre un no sé qué de misterio y encanto que me atrae, sean la circunstancias que sean; junto al mar con las olas rompiendo a pocos metros sugiriendo un mundo desconocido y algo inquietante cuando cerca sobre el acantilado saltan ruidosas y oscuras las olas, o en el llano cuando las estrellas son acaso más amables porque su distancia hace que las percibamos casi como un adorno sobre nuestras cabezas a la vez que nos sugieren ciertos pensamientos emparentados con la cosa de la contemplación. Hoy era todo sencillo y familiar; la Pedriza con su intimidad, esa que nace del hábito y de haber recorrido sus caminos muchas veces, era un pedazo más de la vida cotidiana de un día cualquiera.



El enrevesado camino que lleva hasta la base del Acebo y los Fantasmas hace de la ascensión un entretenido y continuo deambular entre grandes bloques de granito. Amaneció sin chicha ni limoná al otro lado de la verde y bella pradería de la Gran Cañada que poco más allá se despeña por la izquierda hasta Casa Julián en el Tranco y que de frente va a caer al Descansadero de los Mesones, cerca ya de la pradera de los Lobos. Yo sólo quería deambular, pero cuando uno camina sin destino en algún momento tiene que decidir la ruta. Recordé un pequeño prado junto al Acebo, justo antes de que el sendero se hunda entre los jarales camino del collado de la Dehesilla. ¿Bajar hasta el collado y subir hasta la pared de Santillana para descender después por las Buitreras al Tolmo o, mejor, subir a la cumbre del Yelmo para después bajar al Tolmo bajo el monolito de la Maza? Se estaba bien al sol, así que ya se me ocurriría qué hacer. Además, ya se sabe que cuando uno está bien no tiene precisamente algo en la cabeza… De todos modos mientras daba cuenta del tentempié me acordé de la Lagunilla del Yelmo y pensé que si tenía agua lo mismo era un buen sitio para tripear hasta la hora de la comida.  La gratuidad de no ir a ningún sitio es a veces un regalo para la contemplación y el estado de ánimo.



Así que hacia allí me fui. Junto a la fuente del Yelmo un pareja recogía sus sacos de dormir. Más abajo tomé la pequeña trocha de la Lagunilla. La posibilidad de que tuviera agua era remota así que no me llevé ningún chasco cuando me asomé a su cuenca. La línea que deja la superficie del agua llegaba hasta un metro en las rocas de enfrente, pero se ve que había que madrugar más para verla con agua, quizás al final del invierno. No obstante el paseo merece la pena, es un rincón rodeado de peñascos que tiene el encanto recoleto de su aislamiento en medio de un laberinto de grandes monolitos más allá de los cuales parece complicado pasar.



Me tumbé al sol. Frente a La Maliciosa allá al fondo, y a la sombra de una encina, encontré el lugar perfecto para leer un rato. España 1919-1920. El título que dio Paul Preston a su libro no podría haber sido más acertado; Un pueblo traicionado es la historia de esta España que ha sufrido y sufre la ignominia de los latifundistas, los industriales, los banqueros y la incompetencia y mediocridad de sus políticos. La historia de principios del siglo pasado, y por añadidura la de nuestros días, deja en el ánimo del lector la sensación de que este país en que vivimos no tiene solución. Entonces era la polarización que producía la lamentable situación económica de los trabajadores enfrentados a latifundistas e industriales y que llevó a la consolidación de sindicatos muy poderosos y a una situación de una violencia inusitada por parte del gobierno y de las fuerzas de seguridad.



Hoy, con un nivel de vida mayor y una clase media más amplia, los conflictos sociales tienen otro cariz, pero en el fondo los elementos en lucha siguen siendo lo mismos. El poder económico no suelta prenda ni pierde agresividad, y si en los años veinte  echaban mano del Somatén, del ejército o la policía para aplastar las reivindicaciones obreras, hoy someten a la población de tan burda manera que da rubor recordarlo. Eso tan popular de que no hay más tonto que un obrero votando a la derecha, se reproduce hoy con tanta abundancia que ya no son necesarios los caciques, los pucherazos electorales ni la compra de votos. Toda aquella gente que era capaz de partirse el alma y el cuerpo luchando por sus derechos laborales y  que se afiliaban a los sindicatos por cientos de miles, en aquella época la CNT superaba los 700.000 afiliados, hoy, una gran parte de ellos, alimentados por las mentiras y los medios de la Caverna pagados por los patrones votan al PP y a Vox. La propaganda dirigida a la ignorancia surte parecido efecto a la compra de los votos y a su vergonzosa manipulación a principios del pasado siglo. 




Mientras una leve brisa acaricia los prados, al fondo la silueta de La Maliciosa monta guardia como un centinela que se ocupara desde su garito de… no, no está bien eso de adjudicar a La Maliciosa la tarea de controlar a bandoleros y contrabandistas desde su altura; en realidad, su esbelta cumbre,  tan visible desde prácticamente todos los rincones de la Pedriza, más bien parece una diosa que en tiempos remotos, cuando los hombres eran ingenuos e inventaban deidades para traer lluvias o para solicitar que en el siguiente parto el bebé fuera varón, otorgara sus favores a pastores y ganaderos de los alrededores. Hoy, del mismo modo que la fe va quedando petrificada como estatua de sal que mira hacía atrás con curiosidad su pasado, la diosa montaña definitivamente quedó convertida en piedra. Diosa en otro tiempo, hoy permanece visionaria y testigo de un reino ya sepultado en la memoria de los hombres.



Eso dicen las leyendas, pero ya se sabe que leyendas sobre parecidos hechos las hay a montones. Así, hace algunos años, hurgando entre viejos papeles de siglos atrás, encontré un antiguo manuscrito que, precedido por arcanos dibujos que representaban primero la imagen de un sabio de luengas barbas reclinado sobre un pergamino en actitud de concentrada atención, y segundo un dibujo que a lo que me pareció se asemejaba mucho a esas enormes moles de granito que llamamos el Pájaro y la Muela. El tal manuscrito narraba la historia del reinado de Loremba, que más o menos englobaba el terreno que quedaría hoy comprendido dentro de un triángulo irregular cuyos vértices serían La Maliciosa, Las Torres y el Tranco. Tras Loremba, el personaje más notorio, si no más que el mismo Loremba, era Brujus, gran sacerdote musguey. Ambos gobernaban sobre el lugar como si fuera su particular Valhalla germánico. Un reino que, bajo la auspicios de Loremba y Brujus, logró que los Tichis, antiguos pobladores de la actual Pedriza, evolucionaran hasta convertirse en el gran clan familiar “que habita bajo las sagradas rocas caballeras en los fríos inviernos”. 



Imagino que algún vejete de Manzanares seguro que podrá narrar alguna otra versión; que un reino como éste donde tantos animales, fantasmas y hasta eróticas erecciones quedaron petrificados en viejos tiempos  –bastaría recordar junto al Pájaro y la Muela, el Elefante, la aguja del Sultán, los Fantasmas, la Bota, etcétera, etcétera– de seguro levantó en la imaginación de los antiguos pastores y habitantes de lugar jugosas historias que contar al calor del fuego del invierno.

Me entretuve tanto con la escritura que casi me olvidé de que no estaba en casa y que todavía me quedaba un buen pedazo por descender, así que decidí no indagar más en las otras posibles leyendas que pudiera la memoria de los lugareños haber imaginado sobre el lugar. Recogí y me puse en camino. Abajo las aguas del embalse de Santillana refulgían de sol y calor. Definitivamente sí, estábamos en verano. Para venir a la Pedri, a la Pedra, como la llama un amigo, o madrugas un montón o te vienes a pasar la noche.

 

 


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