miércoles, 27 de mayo de 2020

Una chica de los Alpes







Una chica de los Alpes


Guardé la fugacidad de su mirada 
tan en la hondura de mis pensamientos
que aún hoy cuando el tiempo y el espacio 
recorrieron un cuarto de la vida
la recuerdo.
Ella descendía camino del valle y yo, 
como siempre hago, 
me paré a mirar a la mujer
esa mujer que es siempre la misma
el misterio acicalado de hembra
la risueña curva de unos labios.
Me eché a un lado
y fue entonces que levantó la cabeza
y miró como hacen las mujeres en oriente
furtivamente tras un velo. 
Tan leve y huidiza fue su mirada
que hoy me cuesta creer que es con ella
con la que tantas veces me despierto.

Ella me mira, yo la miro
y así mañanas tras mañanas,
siempre la mirada de aquella desconocida
pegada a mi cuerpo. 
Hablándome con los ojos
la encuentro contenta de yacer a mi lado
dispuesta a iniciar otra mañana de caricias
su cuerpo y el mío 
llenos de sueño,
dormir y despertar entre sus pechos
mi mano en su pubis
ella acariciando mi sexo. 

Mañanas de perfume de mujer
sueño de carne y hueso
venido de un lejano sendero alpino
ella me mira y me ofrece su boca
la desnudo, me desnuda
y como gatos nuestras lenguas
lamen profundos surcos de humedad 
en el día que amanece.

Mañana de primavera
que me trae el perfume de sus besos. 
Una década dura ya nuestro encuentro.












2 comentarios:

  1. Y que decir puedo, que me parece fantástico que lo sueltes al viento, y que este lo lleve, lo ulule, lo convierta en siseos, y que al caer la noche, vuelva a los valles de donde nació el recreo.

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  2. La almohada de alguno de mis sueños, esos graciosos sueños que concilian al cuerpo con la demediada otra parte de que hablaba, creo, Platón.

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