El Chorrillo, 1 de mayo de 2020
Buenos días:
uno de mayo, amigo
diario. ¿Todo bien? Hoy logré darme un madrugón, las diez de la mañana,
jajajajaja, y después de los ejercicios me encuentro fresco como una lechuga,
así que te cuento. De momento que estoy bastante excitado, ¿sabes?, eso del
confinamiento es tan relativo que al final resulta que estás mucho más en el
mundo, en contacto con la gente, que en los tiempos de mayor libertad de
movimiento. Para que te hagas una idea voy a empezar desde el principio. Mi
trasnochar anoche no fue mucho y hoy ya a las nueve andaba despierto sacando a
pasear mis pensamientos por encima del embozo de la sábana, una miradita al
cuerpo desnudo de mi antigua novia, un simpático recuerdo para el cuento que
grabamos ayer, el canto de los pájaros entrando por la puerta de mi cabaña,
cosas así hasta que alcancé el teléfono y desactivé el modo avión: sí, había
algunos comentarios, el más gracioso de Santiago Pino que me preguntaba el tío
que por qué estaba tan abrigado cuando grabé el cuento. Espero que mi amigo no
sea de los que da al megusta sin haber leído aquello a lo que ha clicado como
me gusta, porque preguntarse eso
significaba que ni siquiera había oído los primeros segundos del vídeo. No, no,
que lo iba a leer hoy, me respondió enseguida. Gracias, Santiago.
Después me
fui a ver un comentario que me había hecho Iván, ya sabéis el alcalde de mi
pueblo, y que me gustó montón, tanto que en cuanto se pueda ya me gustaría
despachar un par de cervezas con él. Este hombre recibe tantos piropos, piropos
por su gestión en el ayuntamiento, que yo el día anterior le había mandado unas
líneas que decían más o menos lo siguiente: “Iván, oye, ¿cómo puedes dormir tú
cada noche con tal saco de piropos a la espalda? Me temo que seguro que no
necesitas ni edredón; yo con ese calorcito de piropos que tienes día a día
podría dormir en cueros”. Y, claro, añadía el guiño correspondiente. Pues ahí
estaba por la mañana su respuesta, siempre modesta respuesta que es parte de su
sino. Me contaba entre otras cosas que el secreto era muy sencillo, que sólo
consistía en tener ilusión por lo que haces y en trabajar con total convicción;
creer en el pueblo, en el proyecto que tienes, en tu equipo, en los vecinos,
ese tipo de cosas. Créeme, decía, que ya me podría retirar hoy mismo con la
sensación de haber dado todo… Y esa sensación genera buen rollo, concluía.
A mí eso de
que algo te genere buen rollo me llega al alma, por eso le contesté que yo
había leído no hacía mucho en un libro de José Antonio Marina que para saber si
lo que corre por dentro de uno es realmente auténtico, tanto en la vida social,
profesional, o incluso en la cama, la mejor manera de comprobarlo es la
alegría. Si hay alegría en nosotros como producto de lo que hacemos, esa
emoción de que hablaba Iván, es que la cosa es de la mejor ley, que todo marcha
bien y andamos en el camino de la perfección… jajajajaja.
Ay, madre,
amigo diario, mira, si esto chuta voy a ver si en vez escribirte te leo, hay
cosas que se dicen mejor por la boca que con las yemas de los dedos. Hoy va la
cosa de amiguetes, ya ves. El teléfono por la mañana es como las campanas de mi
pueblo, no el de ahora, otro en el que viví que estaba colgado en las laderas
de una montaña que daban al río Narcea; allí las campanas matinales, hubiera o
no misa, sonaban cada cuarto de hora. Aquí igual, no me había levantado todavía
y ya me sonó un mail del amigo Paco de Hoyos. Uno de mayo; se me adelantó antes
de que yo le enviara una copia del cuadro que iba a simbolizar posteriormente la
lucha de la clase obrera, aquel titulado El
cuarto estado, de Giuseppe Pelizza. Paco, recordando a Aute, en cuya casa
tuvieron lugar algunas reuniones clandestinas de la época, y toda la lucha
sindical, me enviaba un largo documento de su cosecha en donde me contaba de
las actividades sindicales y políticas de aquellos tiempos en las que había
participado y donde aparecían nombres como los de Víctor Manuel y Ana Belén, en
teatro Eusebio Poncela y El Brujo, en literatura Gregorio Morán, en Artes
Plásticas Lucio Muñoz, y como responsable de todo esto y perteneciente a la
ejecutiva del PCE, Pilar Bravo y Juan Genovés.
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que
embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
Emoción
incontenida que brotan de la escritura de Paco en esta mañana de un primero de
mayo, hora de viento que trae la emoción al alma, etcétera, etcétera. Amigo
Paco, gracias.
Y ya
después del desayuno le toca el turno al amigo Antonio Montes que me escribe
que anda enloquecido, que se he inventado un personaje, y que a través de él está
creando toda una teoría. Estoy disfrutando como si fuera un autor de teatro,
escribe. Y yo, jo, pues bienvenidos esos virus que se meten hasta los tuétanos.
Lo mismo ese personaje te andaba buscando y no lo habías escuchado hasta ahora
(Pirandello dixit). Veremos, me dice, a ver si consigo desenredar la madeja, esto
es como jugar al escondite, pero siendo a la vez el que se esconde y el que te
busca. Jajaja, me encanta la página de locura que me da este confinamiento.
Carajo, me
digo, amigo diario, ¿has visto a este hombre? Para mí que Calíope, la musa de
la inspiración, ha visitado esta noche al amigo Antonio. Ay, musas que tan
profundamente dormís en el corazón de los hombres, despertad, bandidas. ¡Ayuda,
ayuda! Y no tengo más remedio que decirle a Antonio lo mucho que añoro yo ese
estado de buena esperanza en que ha entrado él. Estar grávido de una nueva
criatura es lo mejor que le puede pasar a uno, esas largas temporadas de
inspiración en el embrujo del papel en blanco se ha roto y la pluma corre y
corre sobre el papel a la búsqueda de los rincones ocultos de un personaje, de
sus pensamientos y pasiones. Benditos aquellos que caen bajo el céfiro de su
influencia. Pero lo que más me chinga de este “amigote” es que, según dice,
después de que se ha aclarado y su espíritu ha sido rociado con el hisopo de la
sabiduría, entonces va y lo manda a la basura del ordenador. Brrrrrrrrrr. No
puedo contestarle otra cosa: Egoistón de leche que eres. Pa mí, pa mí... No te
jode... y entonces, para intentar disuadirle le cuento que ayer, hablando con
José Manuel Vinches por el Messenger de libros y, dado que éste es para mí un
excelente inspirador de lecturas, enseguida le pregunté sobre lo que estaba
leyendo. Fue dicho y hecho cuando oí su comentario, al minuto siguiente ya
había comprado yo el título que me había sugerido, entre otras cosas debido a
su sugestivo y atrayente título, La vida
simple, de Sylvain Tesson. José Manuel, le contaba a Antonio, dice que se
lo está leyendo a sorbitos y como es un hombre que tiene un buenísimo gusto con
los libros, ya seguí en algún otro momento sus sugerencias, pues eso, que lo de
la vida simple me pescó. Y todo esto para decirle a Antonio que nada de guardar
para uno solo las cosas, leñe, que se aprovechen también lo otros de
"nuestros descubrimientos", ¿no? :-)
Amigo
diario, me temo que me estoy pasando de rosca, que todavía me tengo que ir a
limpiar el baño, la cocina y la habitación que llamamos del Buda, una estancia cuyo
diseño nació de un viejo viaje por Camboya y que adornamos con una bella
estatua en madera y una ashira que inspira los recuerdos de viejos viajes por
oriente. Lo dicho, hasta mañana.

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