martes, 12 de mayo de 2020

06. De Vox y otras malas hierbas. Charla entre vecinos.




 Llueve, el patito está contento.


El Chorrillo, 12 de mayo de 2020

 

Yo había dado mi charla contigo por finalizada, pero es que hace un rato tuve un encuentro en feisbuk a raíz de una discusión en la página de Iván, mi vecino alcalde, en donde se destapó la caja de los truenos cuando él hizo alusión a una persona con la que le unía cierta amistad, precisamente el señor Abascal. Te lo puedes imaginar, en los alrededores de donde vivo Vox en las últimas votaciones ha florecido abundantemente como mala hierba al calor de las lluvias de la demagogia y la xenofobia que asola el país, así que la fiesta estaba servida. La cosa dio para tropecientos comentarios en donde Iván se defendía como podía. El balón estaba desorientado porque Iván, no queriendo inclinarse por patear con los pies ese trozo de cuero lleno de aire hacia una portería o la otra, se mantenía en los alrededores del centro del campo negando las reglas del juego que piden definirse para saber si uno está a favor del Real Madrid o del Barcelona. Queriendo estar a bien con todo el mundo, uno ya no sabía por sus comentarios si allí lo que se comía era carne o pescado, aunque a ningún lector avispado se le escapara adivinar ésta u otra orientación, como evidentemente se nos adivina a todos por las rendijas de nuestro decir lo que pensamos. Sólo que por el hecho de hablar de cierta amistad que le une al señor Abascal, nombre que asociado a su ideología a un servidor le producen ciertas nauseas, me empujaba a tomar sus palabras como quien coge con precaución delicadamente un pañuelo por una punta con el índice y pulgar de la mano para observarlo detenidamente. Bien sabe él que es una falacia eso de querer aparecer al mismo tiempo y con aparente ecuanimidad en ambos campos del terreno de juego. Lo dijo Jesús en Evangelio, o estás conmigo o estás contra mí. Otra cosa es que por necesidades del guión o por el puesto que ocupas te veas obligado a dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios; algo que hace él prontamente con sus vecinos, bien que con desigual suerte, y que yo alabo.

En fin, que yo habría aconsejado al amigo Iván, en esencia por el papel público que representa, que de alguna manera se debe a todos sus vecinos, incluido a la oposición, que mejor dejara a un lado la expresión de su posible amistad con Abascal en tanto ostente la presidencia de la corporación municipal del pueblo. Es difícil conseguir aparecer como comprensivo interlocutor de posturas políticas que se dan de narices, una de las cuales, Vox, promueve la xenofobia, el golpismo y la insolidaridad más vil, mientras que la otra aboga por una amplia justicia social y un reparto más equitativo de la riqueza que entre todos generamos en el país.

Pero volvamos a la famosa pintada en la que se pide la muerte de Abascal, retorcidamente dirigida a aquellos cuyas mentalidades están abiertas a cualquier patraña de Vox que, con el ojo puesto en usar el victimismo en su propio provecho, escribe ese “muera” para traerse a su corral a los defensores de la no violencia, sabiendo como todo el mundo sabe que los únicos violentos de este país de charanga y pandereta, que ellos quieren que sea de charanga y pandereta, son precisamente ellos, Vox, los filonazis, los seguidores del fascismo que dejaron 100 millones de muertos en el mundo hace sólo ochenta años. Hacer pintadas de “muera Abascal” es una burda maniobra que urde Vox dirigida a ese buenismo, que a mí me empieza a oler mal por los tantos que lo repiten y que pretenden abanderarse tras él como enseña de su bonhomía para aparecer dentro de los defensores del Bien. Maniobra perversa de psicología elemental que pretende acoger en su regazo con su retorcida mentira a aquello de que rechazan la violencia venga de donde venga etcétera. Y, claro, algo que habla de la muerte de Abascal, que se sitúa típicamente en el cuadro de actuaciones de Vox de arañar votos a través de la mentira y los bulos, y que no puede ser más que producto de la retorcida estrategia política del mismo Vox para aprovecharse de la ingenuidad de sus oyentes a cuyos oídos los ecos del victimismo llegan como cantos de sirena con que alegrarles el día, para alentar a los indecisos a seguir al flautista de Hamelín, señor Abascal; “muerte a Abascal” pintado sobre un muro por miembros de Vox para llegar en sus carreras en Twitter en controvertidos cruces de tuits a colocar al final del día ese “muerte a Abascal” en la bandera de todos los logros que es hoy conseguir el trending topic, máximo galardón en los días que corren de la propaganda fascista. Consigue un trending topic de la manera que sea y habrás conseguido sumar unos cuantos miles de ingenuos a las listas de tu partido, dicen los manuales de Vox.

No te aburro, que pareciera que estamos estancados. Recuerdo que escribo una historia en donde mi amigo, uno muy especial con el que empecé a conocer una parte esencial de la vida escalando montañas, sigue siendo mi interlocutor en un relato que empezó con la lectura de una primera novela que escribí, que siguió por recrearse en las bellezas que conlleva ser parte de tanto en tanto de un trío, cuerpos femeninos de melocotón y esas cosas y que tanto ha derivado por el buen corazón de Julio Anguita, en cuyo partido jamás milité, como por la entrañable filosofía de Thoreau o la sencillez de los versos de Machado.

Mi amigo sigue ahí, me escucha y yo le hablo. Así que continúo. Mira, anoche ni partida de ajedrez ni nada, anoche después de lo de Iván aquello se empezó a llenar de tantos comentarios que me fue imposible seguir la partida con un poco de luz. La maquinita me dio jaque mate antes del movimiento número treinta. Así que lo dejé y me volví a los comentarios. Me paso por alto un montón de ellos y me centro, entre otros, en un comentarista, un vecino que responde al nombre de Rubén y que tomo como típico ejemplo de individuo de la extrema derecha totalmente maleado y contaminado por la ingente y descerebrada ideología de Vox que jamás llegó a estudiar nuestra historia y que sólo habla instigado por ese odio que los dirigentes de Vox insuflaron en su sangre. El vecino Rubén Beltrán me disculpará por estas líneas; en absoluto tengo nada contra él como persona, le tomo sólo como ejemplo visible de una parte de nuestra España, de esos tres millones de votantes cuya capacidad de razonar ha sido anulada por la xenofobia y la insolidaridad de Vox; así que me disculpe el vecino, que merece todo mi respeto y que reitero aquí para que no haya duda. A veces es necesario poner nombres propios para que no se crea que hablamos en abstracto. Pura piedra y pura realidad esta que vivimos en estos momentos en España en donde un flautista ha conseguido llevarse tras de sí a una considerable cantidad de la población.

Le tengo que decir al vecino Rubén que no llegué a leer más de dos líneas de su primer comentario porque estoy convencido de que cualquier discusión por mi parte con una persona de extrema derecha es totalmente inútil, no hay posibilidades de diálogo con quien defiende la xenofobia y se alía con aquellos cuya herramienta para ganar votos es la miseria moral, los bulos y la mentira. Me tengo prohibido leer todo lo que provenga de gente que hace piña con los filonazis pero sí curioseé por encima el muro de mi vecino. Sólo comento una anécdota que me llamó la atención. Me detuve un par de segundos sobre una entrada suya que ponía a parir a Yolanda Diaz, una de las mejores ministras en ciernes que ha podido tener el país. Cuando lo vi mis labios esbozaron una sonrisa, porque no habiendo habido en España un ministro o ministra nunca, nunca, que haya apuntado tan alto en defensa de los trabajadores, yo, que me imaginaba al vecino Rubén como un currito, y curritos somos todos en definitiva, el ochenta por ciento de la población del país, un currito al que jamás la política de un ministerio va a favorecer más que bajo la mano de personas como Yolanda Díaz; yo, que me imaginaba, digo, el grado de “acristianamiento” que tiene que tener alguna gente de la extrema derecha para no ver que desde las filas de Vox lo están engañando como a un niño chico.

Hombre, si este vecino hubiera sido un adinerado, un ricachón, palabra que lo hubiera entendido, pero esto de que la pasta del país, a través de los sicarios y parásitos que rigen Vox, lleguen a convencer a un pobre diablo, pobres diablos somos todos, que no se ofenda el señor Rubén, que le hagan tragar, y tragar con piedras de molino, de que la señora ministra es todos esos insultos que la endirga, lo que demuestra es que en este país hay mucha gente que no ha pasado de la edad mental de los nueve años, y aquí pido todos los perdones que sean, pero es tal como lo siento. Mis facultades intelectuales no pueden concebir que alguien medianamente crítico y que no sea parte del rebaño que apacenta el señor Abascal, pueda caer en la ingenua trampa de desprestigiar a aquellos por cuya intervención van a mejorar sus condiciones de trabajo. Que Vox se oponga a una renta mínima y a una política fiscal que grabaría a los más ricos para alcanzar una distribución más justa de la riqueza del país, pone bajo sospecha tanto a Vox como a todos los que siguen sumisamente sus consignas alimentadas por el odio y la segregación racial. Observo de continuo, cuando me tropiezo con este tipo de feligreses de la extrema derecha, que más que atender a razones y a argumentar lo que tienden es a comportarse como hooligans, que habituados a los embates emocionales del fútbol llegan a creer que la política del país es eso, un partido de fútbol en que apedrear de continuo a los hooligans del equipo contrario; no con argumentos derivados de los conocimientos de la historia o de la realidad sino con la saña de los seguidores de un equipo que a toda costa busca la derrota y el desprestigio de sus contrarios.

Yo tenía preparada una conversación contigo sobre mi admirado Fernando Simón, quería hablar de su labor como médico en Burundi hace muchos años y también sobre esa noble actividad que ejerce de escalador de roca, que de algún modo me hermana con él, ya que entiendo que todos aquellos que hemos escalado y gustamos de la montaña, de las dificultades y del enfrentamiento con las tormentas y con nuestros miedos para alcanzar las cumbres, cultivamos una filosofía de la vida que nos aleja en cierto modo del barro sucio que la mala política tiende a los pies de los ciudadanos cada día.  Pero bueno, te dejo. Mañana tendremos tiempo de hablar de Simón.

 






No hay comentarios:

Publicar un comentario