El
Chorrillo, 12 de mayo de 2020
Yo
había dado mi charla contigo por finalizada, pero es que hace un rato tuve un
encuentro en feisbuk a raíz de una discusión en la página de Iván, mi vecino
alcalde, en donde se destapó la caja de los truenos cuando él hizo alusión a
una persona con la que le unía cierta amistad, precisamente el señor Abascal.
Te lo puedes imaginar, en los alrededores de donde vivo Vox en las últimas
votaciones ha florecido abundantemente como mala hierba al calor de las lluvias
de la demagogia y la xenofobia que asola el país, así que la fiesta estaba
servida. La cosa dio para tropecientos comentarios en donde Iván se defendía
como podía. El balón estaba desorientado porque Iván, no queriendo inclinarse
por patear con los pies ese trozo de cuero lleno de aire hacia una portería o
la otra, se mantenía en los alrededores del centro del campo negando las reglas
del juego que piden definirse para saber si uno está a favor del Real Madrid o
del Barcelona. Queriendo estar a bien con todo el mundo, uno ya no sabía por
sus comentarios si allí lo que se comía era carne o pescado, aunque a ningún
lector avispado se le escapara adivinar ésta u otra orientación, como
evidentemente se nos adivina a todos por las rendijas de nuestro decir lo que
pensamos. Sólo que por el hecho de hablar de cierta amistad que le une al señor
Abascal, nombre que asociado a su ideología a un servidor le producen ciertas
nauseas, me empujaba a tomar sus palabras como quien coge con precaución
delicadamente un pañuelo por una punta con el índice y pulgar de la mano para
observarlo detenidamente. Bien sabe él que es una falacia eso de querer aparecer
al mismo tiempo y con aparente ecuanimidad en ambos campos del terreno de juego.
Lo dijo Jesús en Evangelio, o estás
conmigo o estás contra mí. Otra cosa es que por necesidades del guión o por el
puesto que ocupas te veas obligado a dar al César lo que es del César y a Dios
lo que es de Dios; algo que hace él prontamente con sus vecinos, bien que con
desigual suerte, y que yo alabo.
En fin, que yo habría aconsejado al amigo Iván, en
esencia por el papel público que representa, que de alguna manera se debe a
todos sus vecinos, incluido a la oposición, que mejor dejara a un lado la
expresión de su posible amistad con Abascal en tanto ostente la presidencia de
la corporación municipal del pueblo. Es difícil conseguir aparecer como comprensivo
interlocutor de posturas políticas que se dan de narices, una de las cuales,
Vox, promueve la xenofobia, el golpismo y la insolidaridad más vil, mientras
que la otra aboga por una amplia justicia social y un reparto más equitativo de
la riqueza que entre todos generamos en el país.
Pero volvamos a la famosa pintada en la que se pide la
muerte de Abascal, retorcidamente dirigida a aquellos cuyas mentalidades están
abiertas a cualquier patraña de Vox que, con el ojo puesto en usar el
victimismo en su propio provecho, escribe ese “muera” para traerse a su corral
a los defensores de la no violencia, sabiendo como todo el mundo sabe que los
únicos violentos de este país de charanga y pandereta, que ellos quieren que
sea de charanga y pandereta, son precisamente ellos, Vox, los filonazis, los
seguidores del fascismo que dejaron 100 millones de muertos en el mundo hace
sólo ochenta años. Hacer pintadas de “muera Abascal” es una burda maniobra que urde
Vox dirigida a ese buenismo, que a mí me empieza a oler mal por los tantos que
lo repiten y que pretenden abanderarse tras él como enseña de su bonhomía para
aparecer dentro de los defensores del Bien. Maniobra perversa de psicología
elemental que pretende acoger en su regazo con su retorcida mentira a aquello
de que rechazan la violencia venga de donde venga etcétera. Y, claro, algo que
habla de la muerte de Abascal, que se sitúa típicamente en el cuadro de
actuaciones de Vox de arañar votos a través de la mentira y los bulos, y que no
puede ser más que producto de la retorcida estrategia política del mismo Vox
para aprovecharse de la ingenuidad de sus oyentes a cuyos oídos los ecos del
victimismo llegan como cantos de sirena con que alegrarles el día, para alentar
a los indecisos a seguir al flautista de Hamelín, señor Abascal; “muerte a
Abascal” pintado sobre un muro por miembros de Vox para llegar en sus carreras
en Twitter en controvertidos cruces de tuits a colocar al final del día ese
“muerte a Abascal” en la bandera de todos los logros que es hoy conseguir el trending topic, máximo galardón en los
días que corren de la propaganda fascista. Consigue un trending topic de la manera que sea y habrás conseguido sumar unos
cuantos miles de ingenuos a las listas de tu partido, dicen los manuales de
Vox.
No te aburro, que pareciera que estamos estancados. Recuerdo
que escribo una historia en donde mi amigo, uno muy especial con el que empecé
a conocer una parte esencial de la vida escalando montañas, sigue siendo mi
interlocutor en un relato que empezó con la lectura de una primera novela que
escribí, que siguió por recrearse en las bellezas que conlleva ser parte de
tanto en tanto de un trío, cuerpos femeninos de melocotón y esas cosas y que
tanto ha derivado por el buen corazón de Julio Anguita, en cuyo partido jamás
milité, como por la entrañable filosofía de Thoreau o la sencillez de los
versos de Machado.
Mi amigo sigue ahí, me escucha y yo le hablo. Así que
continúo. Mira, anoche ni partida de ajedrez ni nada, anoche después de lo de
Iván aquello se empezó a llenar de tantos comentarios que me fue imposible
seguir la partida con un poco de luz. La maquinita me dio jaque mate antes del
movimiento número treinta. Así que lo dejé y me volví a los comentarios. Me
paso por alto un montón de ellos y me centro, entre otros, en un comentarista,
un vecino que responde al nombre de Rubén y que tomo como típico ejemplo de
individuo de la extrema derecha totalmente maleado y contaminado por la ingente
y descerebrada ideología de Vox que jamás llegó a estudiar nuestra historia y
que sólo habla instigado por ese odio que los dirigentes de Vox insuflaron en
su sangre. El vecino Rubén Beltrán me disculpará por estas líneas; en absoluto
tengo nada contra él como persona, le tomo sólo como ejemplo visible de una
parte de nuestra España, de esos tres millones de votantes cuya capacidad de
razonar ha sido anulada por la xenofobia y la insolidaridad de Vox; así que me
disculpe el vecino, que merece todo mi respeto y que reitero aquí para que no
haya duda. A veces es necesario poner nombres propios para que no se crea que
hablamos en abstracto. Pura piedra y pura realidad esta que vivimos en estos
momentos en España en donde un flautista ha conseguido llevarse tras de sí a
una considerable cantidad de la población.
Le tengo que decir al vecino Rubén que no llegué a
leer más de dos líneas de su primer comentario porque estoy convencido de que
cualquier discusión por mi parte con una persona de extrema derecha es
totalmente inútil, no hay posibilidades de diálogo con quien defiende la
xenofobia y se alía con aquellos cuya herramienta para ganar votos es la
miseria moral, los bulos y la mentira. Me tengo prohibido leer todo lo que
provenga de gente que hace piña con los filonazis pero sí curioseé por encima el
muro de mi vecino. Sólo comento una anécdota que me llamó la atención. Me
detuve un par de segundos sobre una entrada suya que ponía a parir a Yolanda
Diaz, una de las mejores ministras en ciernes que ha podido tener el país.
Cuando lo vi mis labios esbozaron una sonrisa, porque no habiendo habido en
España un ministro o ministra nunca, nunca, que haya apuntado tan alto en
defensa de los trabajadores, yo, que me imaginaba al vecino Rubén como un
currito, y curritos somos todos en definitiva, el ochenta por ciento de la
población del país, un currito al que jamás la política de un ministerio va a
favorecer más que bajo la mano de personas como Yolanda Díaz; yo, que me
imaginaba, digo, el grado de “acristianamiento” que tiene que tener alguna
gente de la extrema derecha para no ver que desde las filas de Vox lo están
engañando como a un niño chico.
Hombre, si este vecino hubiera sido un adinerado, un
ricachón, palabra que lo hubiera entendido, pero esto de que la pasta del país,
a través de los sicarios y parásitos que rigen Vox, lleguen a convencer a un
pobre diablo, pobres diablos somos todos, que no se ofenda el señor Rubén, que
le hagan tragar, y tragar con piedras de molino, de que la señora ministra
es todos esos insultos que la endirga, lo que demuestra es que en este país hay
mucha gente que no ha pasado de la edad mental de los nueve años, y aquí pido
todos los perdones que sean, pero es tal como lo siento. Mis facultades
intelectuales no pueden concebir que alguien medianamente crítico y que no sea
parte del rebaño que apacenta el señor Abascal, pueda caer en la ingenua trampa
de desprestigiar a aquellos por cuya intervención van a mejorar sus condiciones
de trabajo. Que Vox se oponga a una renta mínima y a una política fiscal que
grabaría a los más ricos para alcanzar una distribución más justa de la riqueza
del país, pone bajo sospecha tanto a Vox como a todos los que siguen sumisamente
sus consignas alimentadas por el odio y la segregación racial. Observo de
continuo, cuando me tropiezo con este tipo de feligreses de la extrema derecha,
que más que atender a razones y a argumentar lo que tienden es a comportarse
como hooligans, que habituados a los
embates emocionales del fútbol llegan a creer que la política del país es eso,
un partido de fútbol en que apedrear de continuo a los hooligans del equipo contrario; no con argumentos derivados de los
conocimientos de la historia o de la realidad sino con la saña de los
seguidores de un equipo que a toda costa busca la derrota y el desprestigio de
sus contrarios.
Yo tenía preparada una conversación contigo sobre mi
admirado Fernando Simón, quería hablar de su labor como médico en Burundi hace
muchos años y también sobre esa noble actividad que ejerce de escalador de roca,
que de algún modo me hermana con él, ya que entiendo que todos aquellos que
hemos escalado y gustamos de la montaña, de las dificultades y del
enfrentamiento con las tormentas y con nuestros miedos para alcanzar las
cumbres, cultivamos una filosofía de la vida que nos aleja en cierto modo del
barro sucio que la mala política tiende a los pies de los ciudadanos cada
día. Pero bueno, te dejo. Mañana tendremos
tiempo de hablar de Simón.

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