24/11/2025
El universo que baila en la cabeza de uno… Me
sorprendo esta noche considerando lo restringido que se ha vuelto mi universo
desde que regresé de las montañas. Haciendo memoria quise recordar dónde y de
qué manera había surgido en mí esa inesperada motivación por el cuidado de
nuestra parcela. Llevamos treinta y tantos años viviendo aquí y que yo recuerde
en ningún momento tuve un deseo tan excesivo por cuidarla y trabajar en ella.
Sí, por supuesto la hemos cuidado y hemos puesto mucho de nuestra parte para
que la parcela esté bonita y habitable, pero no en el modo ni con la intensidad
con que ahora me dedico a ella. Así que di marcha atrás buscando el comienzo de
este ovillo por el que me muevo, y sí, lo encuentro. Cuando regresé de mi
viaje, a primeros de septiembre, constaté que la hierba, las plantas, los
árboles, una parte considerable de la parcela había empezado a acusar un
deterioro que estaba pidiendo a gritos una buena cantidad de estiércol que
revitalizase una tierra algo agotada. Así que un día llegaron a la parcela
Ahora atrapado estoy en este rectángulo de
tierra, nuestra parcela, grande lo suficiente para mantenerme ocupado muchas
horas del día si me propongo tener todo en orden y bonito. Se cumple un
trimestre ya en que prácticamente no hago otra cosa. Mi vida se ha reducido a
trajinar por este espacio al punto de que cualquier obligación que suponga
ausentarme de casa, me produce cierta clase de fastidio. ¡Cómo me voy a ir a ninguna
parte si hace, por ejemplo, tres días, casi no me podía dormir pensando en si
sería capaz de desguazar la dichosa furgoneta, dando vueltas aquí y allá a cómo
organizaría el espacio de nuestra futura huerta! Y es que uno es de carácter
apasionado y cuando algo surge con tanto brío, pues eso. Hace dos años me
surgió pintar y pasé meses sin hacer otra cosa que pintar; tanto como para
cargar todo el verano en los Alpes con la caja de acuarelas, tanto que no
pasaba día sin que al atardecer el lugar de mi vivac sirviera al pintor que tan
inesperadamente había nacido en mí. El pasado año de la mano de algunos amigos
me sentí encantado volviendo a escalar. Construí un rocódromo en casa, compré
todo lo necesario para desenterrar mi vieja pasión, contacté con amigos,
escalé, etcétera… así que este año los hados eligieron por su cuenta otra
pasión, la de hortelano y jardinero.
Y este es mi universo de momento. Y en el ámbito
de este universo surgen mis últimas reflexiones. Ayer sin más desguazando la
furgoneta tuve la sensación de que lo que estaba haciendo se parecía, valga la
diferencia, a la labor que realiza un forense en el cuerpo de un cadáver. Eso
en cuanto al hecho de ir separando cada una de las partes del furgón, techo,
laterales, puertas, etcétera. Lo que más me sorprendía, no obstante, según iba
avanzando hacia la zona del cerebro, el motor, era la complejidad y el enorme
trabajo que debe de conllevar la construcción de una furgoneta pieza a pieza,
la construcción, el ensamblaje, la multitud de detalles, ajustes, soldaduras,
ubicación de cada componente. Imaginaba a alguien fabricando un coche, pieza a
pieza, componente a componente y se me parecía una tarea propia de dioses.
Pensaba en un dios creador del mundo “pieza por pieza”, en el Demiurgo del Timeo
de Platón, una especie de metáfora del artesano divino que ordena el caos, que
de la materia bruta de los metales y otros materiales es capaz de obtener un
orden paso a paso. En este caso el Demiurgo primero podría ser Karl Benz, y
Henry Ford la respuesta comercial al invento. Benz/Demiurgo ordena el caos y
Henry Ford lo comercializa. Y el mundo sigue progresando y lo que fue una
deslumbrante creación primera pierde con el tiempo su calidad de luminoso
invento al punto de que ya casi nadie se admira de esa creación, el automóvil.
Es necesario destripar ese automóvil, una furgoneta, para volver a conectar con
el espíritu demiúrgico ordenador del mundo y sus materiales, y recuperar así nuestra
admiración por el hecho creativo del automóvil. Obviamente admiración aplicada
a todo cuanto el ser humano ha creado a lo largo de toda la historia.
Yo destripaba una furgoneta; se trataba de un
hecho quizás anecdótico y marginal, pero que me ponía en contacto con la
complejidad y con la historia de los creadores de esa complejidad. La
complejidad es un concepto que debería tener vivas permanentemente nuestra
admiración y curiosidad. La complejidad del camino que toman nuestras
motivaciones, la complejidad del mundo, la complejidad de la tierra y sus
habitantes, las plantas, los animales…

No hay comentarios:
Publicar un comentario