lunes, 24 de noviembre de 2025

Arrancar raíces (también las del franquismo)


 

24/11/2025

Me pregunta Paco lo siguiente: “El gran misterio del mundo ¿porque triunfa el analfabetismo funcional? Y la inteligencia, la empatía y la solidaridad la machacan. ¿Sabes algo de esto?”.

Hoy estoy tan cansado después de todo un día intentando desenterrar las raíces de la hiedra que durante treinta años han poblado los alrededores de la furgoneta que desguacé estos días atrás, que incapacitado me veo para reflexionar.

El desenterrar las raíces, todas ellas formando un inextricable conglomerado en donde la tierra prácticamente ha desaparecido cediendo su lugar a ese vivo enmarañamiento, es un trabajo que, pienso, me va a llevar muchos días. Lo que pensé ventilármelo en una mañana se va a convertir en un curro de muchas jornadas. Como la vida misma. Pensaba, mientras trajinaba con la desbrozadora, el azadón y una pequeña motosierra, en otras raíces, en las raíces que el franquismo echó en nuestras vidas y en las de nuestros padres, a lo largo de tantas décadas. Pensamos, ingenuos nosotros, que tras la muerte de Franco, esas raíces desaparecerían en unos años con la llegada de la democracia… tararí que te vi. Raíces echó el franquismo, tupidas y crecidas hasta lo más hondo del suelo social nacional durante décadas. Lo vemos estos días en el juicio al Fiscal General del Estado, lo vemos atónitos ahora… todo lo peor del franquismo saliendo desde el fondo de las alcantarillas. Sus raíces se extienden a todos los estamentos del Estado, las raíces perforan el suelo nacional… Y Paco me pregunta cómo ese analfabetismo funcional, acrítico y tribal, triunfa en nuestro país. RAÍCES, no las de la hiedra de mi furgoneta, las raíces que han crecido a lo largo de las décadas en el suelo fértil de la ignorancia, la insolidaridad, el caciquismo, el blando cerebro de una población negada a ejercer el sentido crítico, negada a pensar por sí misma. Con esta introducción ya casi contesto a Paco. Pero bueno, pese a mi cansancio por el trabajo de desenterrar raíces –imaginar desenterrar las otras raíces, las del franquismo, será trabajo prometeico–  voy a hacer el pequeño esfuerzo de contestar a mi amigo.

Esto le decía esta misma tarde: Llevo unos días en que mi atención se dirige a Simone Weil, un descubrimiento intelectual dirigido a enfatizar algo que para esta mujer era fundamental, la atención. El último libro de Byung-Chul Han, Sobre Dios, pensar con Simone Weil, parte del pensamiento de esta intelectual. Vamos camino de una superficialidad que crece al pairo de las nuevas tecnologías donde la atención dispersa, la velocidad con que pasamos sobre los acontecimientos, hacen imposible una reflexión profunda sobre lo que estamos viviendo. Para Simone Weil, años 30-40 del pasado siglo, la atención dispersa genera superficialidad (su equivalente del analfabetismo funcional moderno). Parecemos estar en todo, tener a nuestra disposición todo, información, ciencia, cultura, etcétera y sin embargo el conocimiento cabal, la comprensión de la realidad, se nos va por los imbornales.

En un panorama donde la reflexión y la atención están de vacaciones, no hay tiempo para ellas, lo más fácil es recurrir a la identificación tribal, política o cultural, todo se va reduciendo a admitir la tesis del Real Madrid o su contrario. Todo se reduce a “ellos” o “nosotros”. La velocidad de los intercambios y la enajenación del yo, inmerso en el trasiego de las redes y la velocidad con la que tiempo transcurre –esa vida líquida de la que escribe Bauman–, lo que se dice, los megusta, reduce la posibilidad de prestarle la debida atención a la complejidad.

Hacerle frente a la complejidad, extremar nuestra atención, esa atención plena de la que Simone Weil decía que consiste “en suspender el pensamiento, en dejarlo disponible, vacío y penetrable a lo real”, seguro que es una buena medicina para curar el analfabetismo funcional. Y para más abundancia: “La única facultad de la que dispone el pensamiento para introducirse en la verdad es la atención”.

Sí, qué arduo trabajo el de desenterrar profundas raíces… trabajo prometeico, decía más arriba. Recordaréis que Prometeo era un titán conocido por su astucia y su amor hacia la humanidad. En un acto de rebelión contra Zeus, Prometeo roba el fuego divino, que simboliza el conocimiento, la tecnología y la civilización y lo entrega a los humanos. Algo que a Zeus, que iba a su bola, no gusta, por lo que ordena que Prometeo sea encadenado. Y como no hay penas que mil años duren, Prometeo termina siendo liberado. Ah, ese amor a la humanidad tan olvidado, esa inteligencia, esa empatía y esa solidaridad, seres desterrados en nuestros días que han sido sustituidos por la zafiedad de ciertos jueces, por una imbecilidad que se extiende como mancha de aceite desde la presidencia de la Comunidad de Madrid hasta las mismísimas puertas del reino del Pato Donald.

 

 

 

 

 


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