Plataforma de Gredos, 30 de marzo de 2025
Las previsiones del tiempo esta mañana eran tan
buenas que cuando vi allá lejos desde mi cabaña tal tentadora blancura, no lo
pensé dos veces. He dormido muchas veces en la cumbre del Morezón, incluido en
invierno, pero es que un lugar tan estratégicamente situado, allá enfrente
mismo todo el Circo al alcance de la mano, el Almazor y el Cuchillar de
Ballesteros, por donde se esconde el sol en esta época ofrece tan buen
espectáculo…
Me levanté, segué la parte de la parcela que me
quedaba e inmediatamente me fui a hacer el macuto.
Hoy me encuentro en una situación que nunca
antes había experimentado. Pasar una hora en casa preparando el macuto, los
guantes de invierno no me los llevo, la tienda sí porque hoy hay probabilidades
en la cumbre del Morezón de vientos se sesenta kilómetros hora, las piquetas de
nieve, siete u ocho porque para el resto usaré los trozos de los bastones;
también los crampones, y la pala para hacer un buen nicho para el vivac; agua
poca porque cuento con el infiernillo y con la nieve para ello. ¿Qué más?
Claro, las raquetas de nieve porque probablemente habrá huella, pero que si no
la hay…
En fin, reviso todo y como no puedo llevarlo en
un viaje, tomo las raquetas, las botas, la cámara, la tienda y las piquetas y
las llevo a la furgoneta. Vuelvo a casa, me entretengo con Victoria contándole
cuales son mis planes para hoy y mañana y me vuelvo a la furgoneta dispuesto
para marcharme. Después de esto tardaría todavía más de tres horas para
enfrentarme a un ejercicio de frustración. He defendido muchas veces que
bienvenidos los contratiempos que, tomados por donde hay que tomarlos, pueden
resultar un buen ejercicio para educar la paciencia y el carácter. Pero bueno,
sigamos. De momento he tomado la autovía de Extremadura, en el kilómetro 123 he
cogido la carretera del puerto del Pico, más adelante he girado a la izquierda
en Venta Rasquilla y tras atravesar el río Tormes ahora me encuentro estacionado
a doscientos o trescientos metros de la barrera del peaje de
La comida, sencillita y rápida, una lata de
fabes, unos tomates, un plátano, un flan con nata y café. Mientras me tomo el
café contemplo la cara aburrida de los conductores que hacen cola. La fila
apenas se mueve. Alguien dice que arriba no hay sitio para aparcar, que acaso
dos o tres kilómetros más abajo. Nada, paciencia. Echo una mirada distraída a
lo que tengo junto a mis pies, el lugar donde suelo poner todas las cosas que
voy a llevar conmigo y de repente se produce un pequeño colapso en mi mente.
Allí están las botas, la cámara, las raquetas, los bastones, las piquetas, la
tienda… ¡¡¡Joder!!! El corazón me da un vuelco. Me levanto precipitadamente
mirando a todos los lados, detrás de los asientos atrás y alante: nada, no
está. En décimas de segundo especulo con la imposibilidad de que se encuentre
en el compartimento trasero, pero no, es inútil.
Es en ese momento cuando he de empezar a hacer
ese ejercicio de resistencia a la frustración que mencionaba más arriba. Nada
de darme con la cabeza contra la carrocería del coche, nada de lamentos, ahora
no queda otra que darme la vuelta camino de casa.
Creo que eso de la frustración fue uno de los
asuntos primeros que estudié en el temario de Magisterio. El primero de todos
fue la percepción. Antes de enseñar nada a los niños había que saber cómo
perciben la realidad éstos, porque sería inútil enseñarles nada o hacerles
razonar si no conoces un poco los esquemas mentales por los que se mueve una
mente infantil. Más o menos algo parecido a cuando intentamos convencer a
alguien del PP de Madrid de que su presidenta es... bueno, todo eso que todos
tenemos en la cabeza. Para intentar hablar civilizadamente con alguien sobre un
asunto de política, creo que es imprescindible saber cómo este alguien percibe
esa parcela de la realidad, qué es lo que le hace ver en la señora Ayuso a una
mujer camino de la beatificación en lugar de.... puntos suspensivos. Seamos
corteses. Bueno, que me salgo del carril.
Vamos con la frustración. En teoría cuando a uno
le jode esto o lo otro y no hay modo de quitarse el muerto de encima, lo mejor
es plegar velas, rodear el obstáculo y si tampoco se puede, respirar hondo y
despacio, mantener el aire en los pulmones y después dejarlo salir despacico
despacico. Y por supuesto nada de darse golpes en el pecho. Así que buena cosa
esa de la frustración y los contratiempos. ¿No entrenamos nuestro cuerpo
caminando, alzando mancuernas o haciendo sentadillas para estar mejor? Pues lo
mismo con las frustraciones, que bienvenidas sean si es para salir de ellas más
enteros y dispuestos. Te dices pelillos a la mar y todos tan contentos.
Bueno, que se despejó la caravana de
Ah, si hasta aquí no has dado con el problema
que tengo y por el cual me vuelvo a casa, es que has leído muy deprisa, eso, o
que tu cabeza está como la mía, si no peor.
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