El Chorrillo, 3 de noviembre de 2024
De
sobra sé que un día de mal tiempo, de lluvias y nieblas puede ser un día ideal
para caminar por la montaña, es por ello que en ocasiones me digo, venga, coño,
mueve el culo, coge el macuto y sal disparado. Sin embargo la cosa queda ahí.
Esta mañana no obstante creo que ya he terminado de convencerme de lo que hay
que hacer. Eran las once de la mañana, me acababa de levantar después de permanecer
toda la madrugada hasta las cuatro frente al fuego primero de la chimenea de
este comienzo de invierno, y cuando encendí el teléfono lo primero que me
encontré fue un guasap de Carlos el Madrugador que ya andaba zascandileando en las
cercanías del amanecer por
Ya lo
he dicho en más de alguna ocasión, este hombre me mata; que yo, que era
alérgico a los entrenamientos diarios, y menos a esa clase de entrenamientos en
que terminas echando el bofe, ahora a poco que no me paren soy capaz de
igualarle, que días hay cuando termino mis dos horas y pico de mancuernas,
sacos de arena, y una retahíla de ejercicios más (menos mal que son en días
alternos), que tengo la impresión de haber estado subiendo al Mont Blanc a plena
carrera. Pues que era alérgico, sí, y que ahora me tengo que controlar para que
el amigo Vinches no me eche la bronca por estar pasándome unos cuantos pueblos
más allá de lo conveniente.
Pues
que después de saludar al sol, un breve ejercicio que me desentumece el cuerpo
y me pone en conexión con la tierra que pisas, esa parte del Todo por la que
transcurre la vida, desayunando con Victoria y pensando en Carlos recordé que ayer tarde leyendo un libro que
hablaba de la vejez, había encontrado que la esperanza de vida en España a
principios del siglo pasado estaba en los 35 años. Y ya puestos ella me dijo
que buscara cuál era esa esperanza de vida a principio del siglo XIX. Lo
busqué, entre 25 y 30 años. Es claro que una media estadística no es una
herramienta que nos permita deducir que todas las personas pasen por esas
circunstancias, pero sí es un dato de lo que mucho que ha conseguido la
medicina, el cuidado de la salud, la alimentación y esas cosas. Sin embargo lo
que sí canta en este panorama y nos dice a voz en grito lo que debemos hacer
para no ser uno más en una residencia de ancianos, es tener una gran pasión en
tu vida, es la mejor manera de seguir cumpliendo años sin que te agobien
demasiado los hándicaps que se te puedan presentar por el camino.
Sudar,
despertar, salir pitando a hacer los deberes; hoy tocaba Pedriza, pues allá
vamos. Un día cubierto, acaso de aspecto desapacible, pero qué húmeda y
preciosa estaba
Y ya
que me surge esa imagen, ¿no es realmente hermoso contemplar la propia vida
como quien entre sus brazos habla con ella y la acaricia?
Días
atrás me encontré con Ramón Portilla en Argumosa, allá por Lavapiés, otro
incombustible al que admiro, y hablando de esto y lo otro, de sus colecciones,
últimamente sus techos de Albania, Serbia y no sé cuantos países más, de su
próximo viaje al Himalaya y de los años que vamos teniendo, por allí volvió a
aparecer Carlos. Como se ve a Carlos lo tenemos hasta en la sopa. Un día le
tengo que preguntar si no le molesta estar omnipresente en las conversaciones
cuando éstas se pasean por los muchos años de la vida. Hay que decirle que ese
estar hasta en la sopa es extremadamente útil para los amigos cuando la pereza
nos puede, cuando dices ¡ay!, es que estoy muy mayor ya para esas cosas, es que
llueve, es que se está muy bien en la cama.
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Itinerario real de Carlos, que antes de mandarme esto ya me había inventado yo uno a la medida de mi gusto. |
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