domingo, 14 de julio de 2024

Junto al lago Bouillouses




Junto al lago Bouillouses, 14 de julio de 2024

 ¿Cómo elegimos dónde ir, qué hacer, si marchar a las islas Salomón por una temporada o quedarnos en casa mirando a las musarañas; si arrancar el coche y marchar al punto de inicio de una ruta que te llevará a una cumbre o permanecer sentado al sol leyendo? ¿Qué hay entre el estar y el ponerse en movimiento hacia algún lado, entre el estar y levantarse para hacer algo? ¿Qué es o que hace que nos decamtemos por hacer algo o nos resistamos, supuesto que estemos mano sobre mano y no tengamos ninguna obligación inmediata por medio? ¿Qué imperativo cuando estando mirando a las nubes se nos ocurre de repente un proyecto que va a llenar acaso meses o años de nuestra vida?

La voluntad podrá decidir esto o lo otro en cualquier momento, pero eso es otro cuento. ¿Estamos en manos de las motivaciones? ¿Tienen las motivaciones una autonomía suficiente como para campar a su aire? Si vienen, estupendo, bienvenidas, pero si no vienen qué, ¿te quedas ahí parado esperando a que a ellas les de por asomar la cabeza por algún lado? O haces tiempo, como me sucede a mí esta mañana que lo hago esperando a que se seque la tienda al sol, a que se oree el saco de dormir, y mientras leo. Leo, por ejemplo en Manuel Alvar, que racionalizar los mitos es matar a la poesía, y me pregunto si podemos racionalizar los movimientos de conciencia y las motivaciones no será matar la vida. ¿Y entonces olvidarse de tantos porqués y hacer de la vida lo que salga, ponerse en manos del viento y tirar por donde éste sople?

Estarse quieto, inactivo, incluso parado sin dar vueltas a la manivela de los pensamientos que van y vienen, ello sí somos capaces, tampoco es fácil, es más sencillo hacer algo, trajinar por aquí y por allí que sentarse, cerrar los ojos y tratar de anular su fluir.

¿Vivir en la poesía del instante? ¿No marear la perdiz con el ir y venir de los caprichos de esos órganos sobre nuestros hombros cuyo fluir inunda de continuo nuestra mente?

Las sensaciones nos sirven para andar por el mundo y apreciarlo; los interrogantes, con los que se tejen parte de nuestras vidas, abonan nuestra inquietud por saber y conocer. Con ellos vamos elaborando la justificación de nuestra propia vida.

Sin embargo al final de todo la lectura me atrapa y los interrogantes quedan atrás, el momento se hace presente y ya no es necesario preguntarse por los porqués que te ponen en movimiento. Ha llegado la quietud del pensamiento. Y es en este silencio que se ha producido en mi interior que recuerdo el detalle de ayer mientras descendía del Pic Carlit. Un hombre mayor y un caballo se interponían en mi paso. El hombre mayor había abandonado su caminar y acercándose al caballo acariciaba su testuz con la delicadeza que lo haría un abuelo con el nieto. Su mujer esperaba al otro lado del arroyo el final de aquel rito de ternura. Las caricias amansan nuestro espíritu y lo predispone para el amor, caballo, gato, niño, mujer, montañas y lagos. El hombre posee manos que gustan acariciar.

Y mientras leo una curruca capirotada canta en las ramas del árbol próximo. Más allá la hembra responde a su reclamo. Hace unos instantes un pajarillo más pequeño que el petirrojo, de tonos fueguinos y color trigo se posó junto a mis pies, dio un par de brincos y se subió al aire buscando una rama donde contemplar a su gusto el entorno.

A la mañana, que está hecha de retazos y pensamientos varios, le ha crecido por encima un cielo azul como aquel de Machado: “Estos días azules y este sol de la infancia…”. Recuerdo: este verso, escrito en un pedazo de papel arrugado, metido en un bolsillo de un abrigo gastado, es probablemente lo último que escribió el poeta. Un día más en los largos días de la vida, un sol de invierno que a 2000 metros de altitud aunque estemos en verano tiene el sabor de las mañanas de paseo por el invierno del Retiro.

Nothing to do. Nada que hacer, esperar. Esta tarde querría subir a dormir al pic de la Serrera, en Andorra  y habiendo puesto freno a mi tentación de salir corriendo, paso la mañana leyendo, pensando, contemplando ese cielo azul de la infancia de Machado que acaso también es el mío está mañana de tiempo detenido, de viaje por tierras de Grecia de la mano de Manuel Álvar.

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario