lunes, 29 de abril de 2024

En el rocódromo

 

Imagen de Pedro Mateo


El Chorrillo, 29 de abril de 2024

Alea jacta est?, decía esta mañana un mensaje de guasap de J. La suerte todavía no estaba echada, pero sí, con esa inquietud me desperté, aunque se me pasó enseguida; eran las cinco y cuarto de la mañana, lo cual para un noctámbulo como un servidor es un exceso. Busca dónde coño has puesto el arnés, localiza los pies de gato allá al fondo debajo de la cama, quítate las legañas de encima y tira millas, que el amigo Carlos, Carlos el incombustible, ya había puesto hora a nuestra cita en el Spuknit de Las Rozas: ¡¡¡Las siete de la mañana!!!…

De Pedro Mateo

No sé cómo se organizan los pensamientos, pero desde luego éstos son rebeldes a las normas; no puedes organizarlos como haces con los libros de tu biblioteca o con la ropa interior en el ropero, aquí pongo los calzoncillos, allí los calcetines, o en estante superior los guantes y las bufandas. Los pensamientos hacen lo que les da la gana y te llevan donde ellos quieran, de manera que Sánchez y su decisión quedaron arrumbados en un rincón de mi conciencia. El caso es que cuando me subí en la furgo ya iba algo nervioso. Había estado una vez en un rocódromo de Alcorcón y no había sido capaz de llegar hasta arriba del todo porque me daban vahídos al ver entre mis piernas alejarse el suelo allá abajo. Y luego, eso, el soltarte de manos, dar un envite y quedar a merced de ese trasto. ¿Y si se rompe, qué? Joder, quedas hecho una tortilla… No, no, que iba por y todavía no se me habían quitado los nervios, que ni acordarme de Sánchez ni de su decisión de continuar o no, esa quiniela por cuyo resultado me preguntaba de mañana temprano el amigo J.

De Pedro Mateo

El noctámbulo, yo mismo, llegó antes que el madrugador, Carlos; tanto que ni siquiera un miserable coche había aparcado frente al rocódromo. Poco después andaba con los trámites de entrada cuando, ohlalá, allá estaba Pedro Mateo recién salido del curro adelantándose también al canto del gallo. Qué jodidamente agradable es este hombre… coño, que vamos, que da gusto encontrársele así de sopetón, y es que no lo sabía, pero esto es como el jardín de Rosi, que muestra unas imágenes de toda en flor y debajo un pie de foto que dice: os presento mi jardín; pues como Pedro, que parece que el Spuknit fuera una prolongación de su casa, sí esa habitación más allá de la cocina según vas a la derecha. Dentro, Carlos, que había pasado como un toro derecho al ruedo, ya andaba poniéndose los gatos.

Pedro Mateo, Fernando Cobo, Carlos

Para Pedro y Carlos esto es como su casa, pero creo que sucede con muchos de los que fueron viniendo a continuación, una casa, o mejor una comuna en donde todos se conocen y en donde es facilísimo pegar la hebra con casi todo el mundo. Además, pues sí, hablando con estos dos amigos veteranos me encontré con que mis nervios habían desaparecido. Le pregunté a Carlos por lo más facilongo del lugar, un cuarto superior, justo a donde él se dirigía. Le vi subir y bajar por aquella pared como Perico por su casa, así que allá me fui también. Subida y descenso. No estaba mal para calentar. Luego probé con un quinto, siguió un 6A sugerido por mis dos amigos que me dio un poco trabajo llegando ya al final, pero que sí, que se podía, coño. Quién lo iba a decir. Ni idea si este 6A tiene algo que ver con un 6A de roca, pero bueno. Evidentemente ni de coña la fuerza de Pedro o Carlos, que sólo hacer aquellos largos me dejaban tocao, pero el asunto promete; me van a dar ganas para continuar haciendo dominadas, equilibrios y seguir levantando sacos de arena con los pies.

Hacer una tirada, sentarte un rato a charlar sobre “el césped”; Pedro ejerciendo su afición fotográfica a ratos. Pedro, escalaba paralelamente a mí unos metros más allá, ¿para qué llevas esa cuerda al cinto?, iba a preguntarle, cuando veo que saca el teléfono, se cuelga de una cinta y un mosquetón y se dedica a grabar. Lo lleva en la sangre, seguro que para uno de esos vídeos suyos que cuelga en su muro, toda esa delicadeza con la que trata a sus sujetos, especialmente a su querido Carlos. Qué decir de esta pareja; pues algo parecido a la otra, o al trío, Carlos-Sito-Luis Miguel. No digo nada de Carlos porque no sabría decirlo sin repetirme. Sólo eso, lo bien que me encontraba allá en el suelo charlando con uno o con otro, o incluso contemplándoles desde las alturas cuando decidí probar ese 6A, desde allí arriba pequeños como hormigas contemplando cómo hacía yo cumbre. Les miraba entre mis piernas y adivinaba lo que mentalmente me estaban diciendo. Decían: ¡Ves cómo se puede! Y era verdad, se podía así así, pero se podía. Se podía y con esto cada vez me estaba empezando a convencer de que algo sí se podía volver a aquellos lejanos tiempos. 

Y algo inesperado con lo que no había contado, las posibilidades que tiene el Spuknit para encontrarte con amigos y gente afín, esa terraza interior con vistas al rocódromo donde esta mañana charlamos largo y tendido, charla a la que se unió Fernando Cobo, el Fernando Cobo del que yo había oído hablar, casi una leyenda, y del que ignoraba casi todo, como de tantos excelentes escaladores que poco a poco fui conociendo, y del que de sólo pensar en su hazaña en Cerro Torre hacía que te convirtieras en admirador suyo. Yo frecuentemente tengo la sensación de que hay cierta clase de escaladores, de personas que, conociéndolas por los libros o los vídeos, fueran como personajes de ficción. Y cuando te encuentras con ellos de cara a cara, es como si acabada la película te encontraras sorprendido con los protagonistas en el vestíbulo del cine. Me sucedió el otro día con Julio Villar en , el pasado año con Silvia Vidal en el mismo lugar; me sucede con Juanjo San Sebastián, al que me cuesta reconocer cuando nos abrazamos, aquel que salió salvo aunque no ileso del K2; incluso me sucede con Carlos cuando me encuentro físicamente con él, después de verlo tantísimas veces en vídeos o en televisión es como si te encontraras con Lázaro.

Comentamos Pedro Mateo y yo algo del asunto de Sánchez mientras nos tomábamos algo en el bar del rocódromo tras haber cumplido con la faena, pero nuestra conversación era tan interesante que no quise hurgar en el teléfono para ver si había llegado la esperada noticia. Así que resistí hasta llegar a casa. Allí me fui directamente al ordenador nada más llegar. ¡Guauuu…! ¡Un respiro! Respiré hondo y me puse a escuchar la locución del presidente. Todo volvía a la normalidad. Escuché con alivio aquello que parecía se iba a convertir en prioridad en la mentalidad del presidente: regeneración de la democracia. Sonaba bien y es que me parecía la imprescindible prioridad necesaria… Asunto difícil y delicado porque con la cantidad de mafiosos y sinvergüenzas que seguirán dándole a la consabida moviola, difícil será ponerles las peras al cuarto, pero, bueno, ahí queda y además alejamos la idea de unas nuevas elecciones que pintan mal por los de siempre, ¡bee…beeeee….!

Ahora, ya puestos de nuevo en una cierta normalidad, sólo me queda no volver a ver los caretos de ningún indeseable, cosa difícil porque en las portadas de todos los periódicos seguirá apareciendo esta banda de cretinos, en especial esa que ustedes saben, la que hace un par de años debería estar en la cárcel. Así que como poco entiendo de informática me voy a permitir poner aquí un anuncio que me ayude a no encontrarme más con esta gentuza:  “Porfa, ¿alguien conoce algún procedimiento informático que haga posible que cuando aparezca alguna noticia, referencia o lo que sea en los medios, de alguno de esos repugnantes caretos y caretas de la bazofia de la derecha, impida que yo pueda verlos, un trallazo, un flash que me avise: no leas, no mires, ¡peligro!? Ni en pintura verlos u oírlos. ¿Algún modo de quitarme de encima esa desagradabilísima sensación de estar viviendo en una país donde los más miserables embarran la política, la convivencia, el deseo de una sociedad más corrientita, más justa?”

En fin, un día para celebrarlo. Por la incógnita resuelta que nos pone en el camino, más o menos, de la normalidad; pero sobre todo por esta magnífica mañana que la compañía de Pedro y Carlos me ha proporcionado. Así le daba las gracias en un guasap a Pedro hace un rato: “Gracias a la vida que tanto nos da, amigos, ratos de conversación, sueños, pasión, enormes ganas de vivir”.

De Pedro Mateo



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