Leo-miro-contemplo los dibujos de El
abismo del olvido, de Paco Roca. La historia de la exhumación de los
cuerpos de los fusilados por la iniquidad del franquismo tras la guerra civil. De
tanto en tanto levanto la vista de la novela gráfica, se me escapa un suspiro.
Pienso en los infames que provocaron nuestra guerra, pienso en los infames de
hoy, hijos de aquellos. Fuera el viento agita las ramas de los árboles. Dentro
de un rato nos vamos a Madrid, hoy es día de ver la exposición de las pinturas
de Chagall y de asistir al teatro. Un día más en la vida cotidiana. Los hechos,
la historia, la infamia, las exposiciones, el teatro, la vida cotidiana pasan
sobre mí, sobre mi interior entrelazados como varas de avellano componiendo la
estructura de un cesto, la vida.
Ahora en el Cercanías, pero con
similar disposición; la lectura del libro de Paco Roca ha actuado de
catalizador sobre mi ánimo y eso que vemos a diario en los medios, en la acción
política del país, tantas miserias del PP y correligionarios, revienta en mis
oídos como una prolongación de las miserias que se inauguraron en julio del
treinta y seis. Una derecha infame que se repite décadas tras décadas bajo la
bandera criminal del franquismo, que década tras década deja la impronta de sus
desmanes y sus mentiras sobre una sociedad incapaz de sobreponerse al influjo
de sus engaños y espurios intereses.
La escritura se ha inventado para
dialogar con los ausentes, cuando leemos un libro resucitamos a la gente que
vivió hace muchos años, dice una de las viñetas de Paco Roca. Y resucitar el
pasado es lo que hace el autor con una fuerza tal de obligarte a cerrar los
ojos para aspirar con profundidad esa ignominia, no ya de la guerra civil con
todo lo que fue, sino el tiempo de los asesinatos de la posguerra, que algunas
estimaciones sugieren podrían cifrarse en cientos de miles. Y más, el trato que
se dio a los muertos, fosas comunes e impedimentos sin cuento posteriormente, incluso
en tiempo de la democracia, para dar un entierro digno a los mismos.
Leer a Paco Roca y a Rodrigo Terrasa,
contemplar las viñetas página tras página, trae al que lo lee la sensación de
vivir en un país sin solución donde la ignorancia, pasto de una derecha
incivilizada que, incapaz de reconciliarse con un pasado de errores, echa leña
al fuego, miente y niega la realidad de sus crímenes escondiendo sus vergüenzas
con obstáculos a la investigación. Si el conocimiento de la historia es una
linterna con la que hemos de alumbrar el futuro, y este conocimiento es tan
pobre como para que a la gente joven nuestra guerra les parezca cosa del
Medioevo, si apenas se lee, o peor, si se rehuye pensar sobre el desarrollo de
nuestra historia inmediata, ¿cómo será posible no volver a caer en los mismos
errores?
Ante esta polarización que vivimos
en España, Julio Anguita en una entrevista mantenía que no había otra solución,
“o ellos o nosotros”. No era una visión esperanzadora de futuro. Ayer mi amiga
Marga, que nació en Uruguay, orgullosa del derrotero político de su país de
origen, me mandaba un artículo que mostraba la ejemplaridad de los políticos de
Uruguay. En él se trataba sobre un encuentro de
los tres expresidentes de Uruguay “Pepe” Mujica, Luis Alberto Lacalle
Herrera y Julio María Sanguinetti y el actual presidente Luis Lacalle Pou. Los
cuatro se abrazaban ante las cámaras de televisión proclamando su repudio
conjunto a los insultos, las mentiras y la difamación en la política. Encuentro
amigable, constructivo, respetuoso con los otros, con objetivos algo diferentes
cada cual dentro del abanico de su concepciones de la política, pero eso,
respetuosos y constructivos. Nada que ver con esa peste de políticos que
recorre el mundo, y en especial nuestro país, políticos de derechas muy especialmente.
Uruguay pasó en 1985, tras una larga y tenebrosa dictadura militar, a ser una
democracia ejemplar que ha reconstruido el país facilitando la convivencia y alimentando
el convencimiento de que la política debe servir para mejorar las condiciones de
los ciudadanos. En Uruguay han logrado sobreponerse a este estado de terrible
ramplonería y miseria que en España es ya una enfermedad enquistada en tantas
instituciones del Estado. Hablar de los políticos como uno de los peores males
que sufre el país, y me refiero esencialmente a la derecha, está en la mente de
la generalidad de ciudadanos. El aspecto lamentable que ofrece la derecha del
Parlamento, las comidillas, las mentiras, el obvio uso que se hace del poder
para lucrarse unos cuantos, la utilización del poder judicial para hacer de la
justicia un instrumento a la medida de intereses particulares, esa terrible
corrupción que mana por las rendijas en cuanto el aparato inmunológico se
debilita, hace de nuestra nación un país enfermo cuyas instituciones día a día
pierden credibilidad forzando una visión general de los políticos indigna de un
país moderno.
Los expresidentes uruguayos José Mujica, Luis Lacalle Herrera, Julio María Sanguinetti y el actual mandatario, Luis Lacalle Pou |
El tedio y esa sensación de que no
hay solución posible y de que además los promotores de este estado de cosas
reciben en las encuestas los favores de los votantes, tiene una repercusión,
amén de la indignación consiguiente y falta de esperanza, que podría resumirse
en aburrimiento letal. Leía hace un rato un relato de Chesterton en que el
padre Brown sale escapado de una entrevista con una dama ante la amenaza de
ésta de endilgarle un sermón sobre la decadencia de la moral y las costumbres.
Cuando días atrás en una comida de amigos oía en un apartado hablar a dos de
ellos echando pestes sobre estas cosas y prometiéndose no volver a votar en sus
vidas (espero que cambien de opinión para las próximas elecciones), algo que
cala con frecuencia en las mentes preparadas ante las circunstancias que
vivimos, me entra tal sensación de aburrimiento de impedirme intervenir en eso
que yo considero un error táctico imperdonable. Hablar de la decadencia de la
moral, de los males del mundo, de sus miseria, de los malvados y los locos de
atar, siempre el mismo asunto en la punta de la lengua, termina por limitar
nuestro pensamiento, nuestra capacidad de análisis queda bloqueada por las
majadería y la instrumentalización, y cuando salgo de una conversación así, con
todo lo necesario que sea a veces, la sensación que me deja es de un insufrible
hastío. Nos aburrimos con razón, aburridos, cuando un día tras otro, una conversación
tras otra, volvemos reiteradamente al mismo asunto. Ganas dan como al padre
Brown de poner los pies en polvorosa cada vez que salen a colación los males
del mundo y de la política. Uno desearía en ese caso marcharse a
Allá por Recoletos logré evadirme de
ese tedio, de la indignación que me producía nuestra historia pasada y
presente. Dejamos el autobús en la parada de
La jornada terminó con un chocolate con churros frente al Ministerio de
Agricultura.
En mi ánimo quedan vibrando algunas
ideas del trabajo de Paco Roca:
“Si me recuerdas seguiré
existiendo”.
“El olvido es el abismo que separa
la vida de la muerte”.
“Nuestra democracia se cimentó sobre el
olvido”.
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