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Fina Abellán Martínez. Dibujo realizado con grafito y carbón sobre papel. |
El Chorrillo, 18 de noviembre de 2021
Sin embargo, y pese a que la obra es un producto totalmente
realista al que sólo cabría atribuirle el mérito de un perfecto dominio
técnico del grafito y el carbón, Paco añade al final una valoración clave,
creo, que podría ayudar a decantarnos sobre el valor o no de una obra de arte.
Dice lo siguiente: “Aunque reconozco que en este caso ha logrado reflejar el
dolor, el cansancio, la desesperanza”. Y como estoy de acuerdo con ello, esa
infinita tristeza que destila la mirada, el gesto impotente de su boca, lo que
esta idea me sugiere es que, independientemente del soporte utilizado o la
técnica, lo que le da la consideración de arte a cualquier obra, es su
capacidad de decirnos algo.
Si alguien recoge un pedazo de realidad, lo pinta, lo
fotografía, le pone música, un pedazo realidad que nos impacta, nos emociona,
nos produce placer, ¿no llamaremos a eso arte? Quien recoge la esencia de la
realidad y nos la transmite a través de un medio plástico o sonoro ¿es o no es
un artista? Entiendo que en todo asunto a considerar –analizar acaso fuera en
un modesto e improvisado diario demasiada pretensión–, el arte en este caso, antes
de perdernos en la multiplicidad de sus manifestaciones, lo que deberíamos
comprobar es si lo que oímos o vemos toca alguna de nuestras fibras íntimas.
Dos ejemplo: pongamos un cuadro hiperrealista que representa las calles de una
ciudad y que puede ser sustituido por una fotografía sin más, y otro cuadro, en
este caso un dibujo al carbón como el que precede a estas líneas y que quizás
podría sustituirse por una fotografía, que siendo un modelo del hiperrealismo
es algo más que eso. Entre el primer ejemplo y el segundo, tanto si es dibujo como
si es fotografía ¿no existe algo que pudiera deslindar lo que llamamos arte de
lo que no lo es?
Que algunos quieran mantener al margen del concepto arte determinadas
obras plásticas de reciente creación, tiene su base en la aceptada idea de que
estas obras para ser consideradas arte deben cumplir ciertas condiciones en
donde la belleza o su capacidad de emocionar, producir placer o suscitar alguna
clase de sensación son determinantes. Algo de que carecen probablemente muchas
de las obras de los últimos tiempos. Dos productos tan diferentes como pueden
ser la taza de váter de Duchamp y cualquiera de los cuadros de Rembrandt quizás
deberían buscar términos diferentes para ser nombrados. Siendo que el lenguaje
ha de servir para expresarnos lo más ajustadamente posible a lo que pensamos, a
fin de que lo dicho pueda entenderse unívocamente por parte de quien escucha o
lee, en este caso el concepto arte debería servir para que cuando oímos o
leamos ese término personas diferentes, tengamos en mente una idea lo más
precisamente posible de lo que oímos o queremos expresar. Cuando alguien para
describir algo, una película, un cuadro, un tema músical, dice de ello que es
una obra de arte, generalmente entendemos que se trata de algo bello, que
suscita alguna clase de emoción. En este caso estamos utilizando el término
arte haciendo alusión al impacto espiritual, a la emoción que suscita en
nosotros. En este sentido no podríamos utilizar el término arte para
determinadas obras del “arte” más moderno que no cumplen este último requisito,
si bien hubiera que tener en cuenta que el espectador pudiera carecer de la
formación necesaria para admirar determinada belleza.
Ello pensando en el lenguaje como una herramienta de
entendimiento y a fin de evitar la confusión que engendra meter en el mismo
saco de obras de arte, otras obras para las que debería buscarse otra
nominación, no precisamente la de arte. Ahora, ¿de dónde viene el interés de intentar
considerar arte “cualquier cosa” de las que cuelgan de las paredes de tantos
museos de arte moderno? ¿Hay una parte notable de los que aprecian las grandes
obras clásicas, o modernas hasta cierto punto, cuyos sentidos son totalmente
insensibles a “otro tipo de arte”, o es que ese otro tipo de arte se nos está
queriendo colar de rondó forzando las costuras del concepto arte hasta
convertir éste en algo que ya no nos sirve para comunicarnos adecuadamente,
porque en ese término se han introducido tantos elementos dispares que es
imposible saber de qué hablamos cuando decimos de algo que es una obra de arte?
Intentar salir de la ambigüedad de los conceptos que
utilizamos no parece que sea muy descabellado. Los amantes de ese “arte”
moderno abanderados por el váter de Duchamp y por tantas obras que suenan a
tomadura de pelo, quizás deberían buscar un sustantivo más adecuado para sus
obras a fin de no extorsionar aquel otro concepto que dedicamos a las obras “que
el hombre recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un
sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido”.

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