El
Chorrillo, 23 de noviembre de 2020
Quizás
porque hoy estoy un poco obtuso y porque despierto del sueño que vino a mis
ojos de la mano de un libro de versos y, cuando vuelvo a ellos un poco más
adelante, me encuentro con esto:
Oh Psique, pequeña alma mía,
Con vino caliente yo quiero que te embebas,
con el ferviente zumo exaltado de la vida,
la brillante y oscura, rumorosa, indomable,
fluyente, desbordante, la risueña, la vida.
y
entonces sí, entonces ya despierto; sonrío. Mi poeta de hoy, Hofmannsthal, el
poeta de la luz y las pequeñas cosas, me acompaña desde hace un tiempo en mi
ración diaria de versos. Pura admiración la mía de este poeta con el que de
tanto en tanto me encuentro en un libro que recuerda el viejo papel oloroso de
las ediciones antiguas, su calidad, su color débilmente crema, su tipografía
suave como si la tinta temerosa de posarse sobre un espacio virgen sólo
débilmente hubiera rozado el papel, tanto para que me cueste leer los versos,
que parecen como viviendo de prestado en el limpio boscaje de las páginas.
Y todo porque el alma le había mirado al poeta, que
con llanto contenido y en voz baja le había dicho: “Señor, quiero morir, siento
un mortal cansancio y tengo frío”.
Y las palabras y los versos fluyen unos tras otros y
en última instancia pienso en todo cuanto no me gusta de ese mundo que habito y
me digo que acaso sea excesivamente exigente, porque es cierto que el cansancio
y el frío visitan de tanto en tanto el alma de uno, de tanto en tanto. Pero ¿y
del resto?, dice el poeta a su alma. ¿Qué dices del resto?
Acaso suceda como en aquel cuento de Khalil Gibran en
que al otro lado del río dos vecinos observan pasear de la mano a la alegría y
la tristeza sin que acierten a distinguir quién es quién en la distancia; tan
íntimamente caminan una al lado de la otra. Un mosaico de sobreentendidos en
donde bulle tanto la desazón de un desencuentro como el rumor de las hojas de
otoño cuando las agita el viento; la paz de un viejo sendero en donde afloran
los recuerdos o la contemplación del mar donde sacia su sed nuestro anhelo.

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