lunes, 8 de junio de 2020

Un chaparrón






El Chorrillo, 8 de junio de 2020


De repente un violento chaparrón. Cortinas de agua. Al fondo la claridad diáfana de la luz contra la oscuridad del cielo cercano. Unos minutos y enseguida la lluvia es tranquila. Sobre los cristales de mi ventana resbalan cientos de gotas como pequeñas perlas donde la luz se arregaza tras el chaparrón. Les ha llegado al fin el sol. El jarrón de rosas sobre mi mesa es una silueta; la luz contra la sombra. Saco la réflex, enfoco, disparo; luces y sombras. La lluvia se ha encontrado con la luz y juntas han venido a mí ventana a besarse.
¿Cómo imaginar que apenas tras la cena y la rutina, cuando me dirigía a la cabaña bajo el chaparrón, iba a encontrarme el pálpito de una emoción esperándome junto a la rutina de un final de tarde, esa hora de sentarse a leer las páginas de un libro?
Ahora tengo un cuadro en frente, unas flores, el viento y un vidrio cubierto de perlas; y más allá la forma alargada de un eucalipto y un álamo blanco, un fondo para decorar un lienzo de Tiziano al fondo del cual la luz baña el campo recién mojado; rastrojales; más allá la débil silueta de un sierra envuelta en la bruma de la distancia.
“Más se conocen las cosas, más bellas se vuelven”, leía ayer junto al lago Baikal. Más se abren lo ojos y los oídos, más bello resulta el mundo. La belleza está en el mundo pero sobre todo vive hermanada en la calidad con que rozan nuestros ojos la piel de la tarde. El tintineo que hace la lluvia en nuestros oídos, la disposición del ánimo a hacer con la belleza un gorro para la fiesta del final del día.
Apenas hace un par de horas era una partida de ajedrez repentinamente concluida por un falso movimiento de una torre que precipitó el final del juego, ahora son de nuevo los pájaros tras la cortina de luz,
el trigo, olas aborrascadas
hace un momento bajo la lluvia,
se hizo tranquila calma con la lluvia,
leve cimbrear que bebe sediento
el agua inesperada de un final de primavera.
Y lo bien que huele el campo mojado
y cómo se mueven gráciles
las hojas de los álamos
contra el perlado gris de la tarde.













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