jueves, 21 de mayo de 2020

Encuentro con mis vecinos: Las flores y los pájaros de mis paseos.





El Chorrillo, 21 de mayo de 2020

 

Ayer, que escribí un post destinado a hablar de cosas de la montaña, esa tendencia animista de decir de los bosques, los montes o sus habitantes como si éstos tuvieran sentimientos, y entre los cuales la belleza emitía un brillo particular que nos hace sentirnos de alguna manera hermanados, enamorados de la tierra que pisamos, hizo posible que esta mañana en mi habitual caminata por los alrededores al amanecer se me animara una atención muy especial por lo que sucedía y veía a mi alrededor. Cuenta Nabokov, el autor de Lolita, que ejercía también de entomólogo, que en cierta ocasión en que estaba muy interesado en contemplar cierta especie de mariposa que parecía era habitual en algún valle de los Alpes, decidió recorrer aquel entorno. Encontrándose con un excursionista que descendía el valle, le preguntó si había visto cierta mariposa con tales y tales características. El excursionista contestó que no, no había visto ninguna. Un par de horas más tarde, cuando Nabokov superó el repecho superior del bosque, vio cómo las mariposas volaban a centenares sobre los prados y los arroyos.

Es una evidencia que cuesta comprender. Sales de madrugada a caminar y, si no estás medianamente motivado no ves las tres cuartas partes de la belleza que se tiende a la vera de tu sendero, no oyes la melodía del mirlo o del ruiseñor que en algún recodo del camino llena con sus trinos el aire de la próxima vaguada. Me sucedió a mí esta mañana. Andaba motivado porque en los dos o tres días antes, el primero en que pude salir después de dos meses, me vi sorprendido por un extraordinario paisaje de flores en lugares donde dos meses atrás sólo había unas retamas, unos almendros y alguna hierba que salía penosamente del invierno. Viendo aquello se me ocurrió la idea de sugerir a los responsables del ayuntamiento del pueblo la posibilidad de que confeccionaran una pequeña guía de nuestros vecinos, porque vecinos son todos esos seres con los que los sapiens compartimos el espacio físico del municipio. Total, en los días sucesivos, atendiendo a esa idea que yo había pasado a los gerentes del municipio, pensé que bien podía yo empezar a contribuir a un proyecto así y de ello surgió la idea de reunir el material que pudiera ir recogiendo en un lugar accesible, por lo que opté por inaugurar un nuevo blog. Busqué un nombre para él, Serranillos del Valle, pero estaba ocupado, así que terminé llamándole Valle de Serranillos. Ésta es la dirección valledeserranillos.blogspot.com.




Con este proyecto en la cabeza ya fui Nabokov en persona, si el primer día había visto unos pocos ejemplares de flores, hoy, a mi atención, abiertos mis poros para captar los pequeños detalles, las diminutas flores, los efectos de luces y sombras, parecía como si se me abriera un mundo nuevo. Hasta varios ejemplares de adormidera me encontré, esa conocida papaver con la que se fabrican productos como el opio, la morfina o la codeína. Me metí entre las cebadas a fotografiar las amapolas, bajé al cauce del arroyo de Valdespino (o de la Vega) a fotografiar unas jaras, me aparté de mi camino para buscar la imagen de unas cañas. En fin, que descubriendo como estaba a tantos nuevos vecinos, cada palmo de terreno lo que hacía era presentarme a nuevos amigos, a veces pequeñas flores que se esconden, tímidas ellas, como si quisieran entregarse sólo a aquellos que realmente aprecian la belleza también en la humildad de los pequeños detalles.




Ayer me reí mucho. Había yo escrito un post titulado De amores va: La montaña, un largo post cuya lectura no llevaba menos de diez o quince minutos, y lo estaba compartiendo en algunos grupos de montaña y senderismo cuando sin haber pasado uno o dos minutos ya habían empezado a llegarme media docena de megustas. Me reí, claro, evidentemente, porque si alguien había clicado en el megusta no era en absoluto porque le gustara; quizás le había gustado la foto que lo encabezaba, o le sonaba mi nombre y… etcétera, pero no porque hubiera leído el texto y éste hubiera resultado de su agrado. Todavía estaba compartiéndolo cuando también apareció un comentario del tono de “está bien escrito aunque es un poco largo”. Viene esto a cuenta de las prisas con las que vivimos, prisas para caminar, sin ver ni dialogar con los seres con los que nos cruzamos, flores, arbustos, plantas, esos colores cálidos del amanecer con que se despierta el campo; prisas para leer, sacrificando el placer de la lectura o del conocimiento de algo, de la atención a los argumentos de un articulista, a la multiplicidad de lo que aparece en los periódicos o en las páginas de Facebook.

Somos la generación de las prisas, estamos en todos los lados, pero apenas estamos en ninguno porque queriendo saber lo que se cuece en mil lugares diferentes apenas nos da tiempo para profundizar en temas en concreto, apenas nos da tiempo para detenernos en nuestro paseo y husmear y admirar entre los arbustos los detalles de una pequeña flor que en sí misma puede encerrar una encantadora belleza. Gastón Rebuffat, nuestro admirado alpinista, decía que hay que caminar viendo crecer a la hierba.

Salvador Pániker, para justificarse de no haber leído En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust (cerca de tres mil páginas en cuatro volúmenes, decía que Proust era muy largo y la vida muy corta. Como se sabe hay gustos para todo. Yo leí En busca del tiempo perdido dos veces y todavía no descarto la posibilidad de volverlo a leer antes de que me marche de este mundo. Hablo de la Belleza, de la posibilidad de recrearnos en ella, de buscarla y sorberla a pequeños sorbos como si de un buen vino se tratara. Escribe Joseph Conrad en Viajar, que en todo momento, y también en las regiones que pueden ser menos atractivas, debemos buscar la belleza con todo el ardor y la paciencia que podamos; una actitud que nos debería ir perfeccionando en el arte de ver la naturaleza como algo vecino, amigo, parte de nosotros.

Nuestro municipio, si lo sobrevoláis con el Google Earth, aparece como una tierra plana y aparentemente sin atractivos. Parece, pero no es así. La riqueza de flora y fauna que esconden esos pequeños vallecillos y hondonadas que cruzan el municipio contienen una maravillosa diversidad de flora y fauna que puede constituir el placer de un paseante atento. Además, si el paseante es madrugador y recorre los senderos al filo del alba, seguro que las posibilidades del encuentro con la Belleza serán mayores.

 

Nota: El blog que os indicaba más arriba (valledeserranillos.blogspot.com) es sólo el borrador de algo que queremos ir construyendo poco a poco, Victoria también está en ello, una página que recoja los seres vivientes, y acaso más tarde los paisajes, que conviven con nosotros en el municipio y a los que creo que deberíamos considerar como amigos y vecinos que comparten este espacio con nosotros, los sapiens del lugar.














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