martes, 19 de mayo de 2020

El buzón de los porqués


Diógenes: "Échate a un lado que me quitas el sol". A lo que Alejandro contestó: “De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes”.


El Chorrillo, 19 de mayo de 2020


Durante mis años de maestro una actividad que se repitió desde el principio de mi oficio fue la permanencia siempre en un lugar muy visible de la clase de un buzón que llamábamos el buzón de los porqués. Lo conté alguna vez ya. En ese buzón iban a parar todas las preguntas que a mis alumnos se les ocurriera a lo largo de la semana. Se podrá imaginar que, principalmente entre niños de ocho y diez años, precisamente esa edad en que los niños atosigan a sus padres o a sus abuelos con todos los porqués habidos y por haber, algo muy propio de los que están empezando a abrirse camino a la comprensión del mundo, aquello les venía como anillo al dedo. La hora que dedicábamos todos los viernes a abrir aquel buzón y a desentrañar las preguntas que allí aparecían fue siempre la clase más atendida e interesante de todo lo que hacíamos en la escuela. Algunos adultos se admirarían de la profundidad de ingenuas preguntas infantiles y de la dificultad de dar respuesta a muchas de ellas. Era una clase muy particular. En aquella hora rompíamos la formalidad habitual y, una vez elegido el alumno que se ocuparía de leer las preguntas, cada uno se sentaba en donde quería. Los más venían a hacer un círculo sentados en las mesas alrededor de la mía; otros ocupaban el suelo al pie de estos últimos. Ese era el escenario frente a la expectación de averiguar porqués que en sus mentes eran insolubles: por qué un avión no se cae al suelo, por qué el cielo es azul, por qué la luna llena se ve más gorda en el horizonte que cuando está en el zenit… Ese tipo de preguntas. También las había sobre Dios y la religión, pero esas, para evitar conflictos con el entorno humano y con el párroco, que daba clases de religión en el colegio, se las derivaba a don Gregorio, el titular de nuestra parroquia. Nunca he visto alumnos mas expectantes en una clase que aquellos cuando abríamos el buzón semanal.

Estos días, leyendo el Antimanual de filosofía, de Michael Onfray, me acuerdo constantemente de aquel Buzón de los porqués. Hay porqués insolubles en nuestra tan moderna sociedad que si tropezáramos con un avispado Principito pocos serían capaces de contestar. Algún ejemplo: ¿Por qué un país es gobernado por un rey, que igual es muy cortito o que acaso se trate de un sinvergüenza, en lugar de ser regido por uno de los hombres más capaces de un país?, ¿Por qué está mal vista la masturbación entre tanta gente siendo algo que proporciona un estimable placer? ¿Por qué la gente en vez de buscar ser feliz y disponer de tiempo gasta su vida y su tiempo en acumular dinero? ¿Por qué grandes sinvergüenzas del mundo son los que ostentan a su vez el poder? ¿Por qué ese Dios tan poderoso a los que tantos adoran permite que millones de personas maten a millones de semejantes? La lista podría llenar un libro.

Mi amiga me está escuchando, pero no está a lo que le digo. A ella le está picando otra cosa. Desde anoche se lo veo en los ojos, su mirada dice: pero bueno, déjate de historias y dime qué coño te pasa, sí, esa repentina huída del Facebook como quien está saturado de algo que no explicas. Bueno, pues quizás tenga que decirte que ese buzón de los porqués algo tendrá la culpa de ello. El pararte en mitad de la tarde en una tarea que estás haciendo y sorprenderte a ti mismo preguntándote por qué leñe estás haciendo lo que estás haciendo, puede derivar hacia eso que me ocurrió ayer a mí, ese cansancio de formar parte de las redes sociales, un contacto e intercambio de ideas con otra gente que puede ser interesante y bonito pero que… bueno, ya sabes, luego está la cosa de la adicción que siempre te hace pensar que habiendo tanto que ver, oír o leer… etcétera. Bien, y para zanjar el asunto, y acaso esto sea lo más importante, decirte que hay por ahí algo especialmente sugestivo que siempre me ha llamado la atención y que miro de reojo de tanto en tanto como quien apetece un tentador manjar que todavía no está a su alcance, pero rumia conseguirlo en algún momento. Se trata de dar cumplido a esa sabiduría taoísta que aconseja pasar por la vida sin ser notado ni hacer ruido.

 Espero que con esto sea suficiente, así que volvamos a lo de los porqués. Se me ocurre que si pusiéramos un porqué ante la mayoría de las realidades que se dan por sentadas desde los tiempos de María Castaña, eso sí que iba a ser revolucionario. Cuando los porqués languidecen y dejamos de cuestionarnos la realidad que pisamos lo que hacemos es mermar la capacidad que tiene el hombre para mejorar su condición de homínido. No querría ser pesado con eso de la escuela y mi pasado oficio, pero debo añadir que, junto a ese buzón, también en mi aula casi siempre hubo una palabra en grandes caracteres que a veces adornábamos con dibujos alrededor como si se tratara de festejarla, la palabra en cuestión era “pensar”. Onfray dice en su libro que pensar es bailar con las ideas la música estricta y rigurosa del argumento, dejarse embargar por las delicias del comprender. Yo soy un poco pesado estos días deslizando aquí y allá la premisa de la ignorancia que corre por los aires de este país; no es que yo me sienta ni mejor ni peor, expreso lo que siento, y siento muy claramente que el problema que tenemos con la extrema derecha, o incluso con la derecha más civilizada, procede del escaso uso que hacemos como pueblo de la inteligencia. No hace falta explicar por qué sigue habiendo mayorías que votan contra sus propios intereses legislatura tras legislatura. Un poco de conocimiento de historia, algo de psicología para entender los móviles de las élites económicas y políticas, un trocito del sentido de la justicia, una pizca de sal y una hojita de laurel y ya tenemos un menú capaz de hacer saltar por los aires las injusticias del país con un voto renovado.

Y ya metidos en la cocina y sin esperar a que esto se haga demasiado largo, de postre podemos traernos a colación, por ejemplo a Montaigne que hace ya tiempo no aparece por mi blog. Cuenta éste que en una ocasión trajeron a presencia del rey Carlos IX a unos indígenas a los que se les había hecho conocer las costumbres de la época. El rey, hombre pequeñito y enclenque estaba rodeado por su guardia. Preguntados posteriormente éstos por aquellos aspectos que más les habían llamado la atención, su respuesta no se hizo esperar. “Dijeron que, en primer lugar, hallaban muy extraño que tantos hombres grandes y fuertes, barbados y armados, como rodeaban al rey se sometieran y obedecieran a un niño en lugar de elegir a alguno de ellos para mandar”. En su pueblo no era así, el hombre más fuerte y capaz era el que mandaba y el que iba al frente en la guerra. Apliquemos esta situación a nuestro país y consideremos al tipo que tenemos de rey, alguien que en la universidad no supo sacar más que suficientes, alguien que… etc., etc., y sáquense las consecuencias. ¿Por qué está ese insignificante, hijo de la corrupción más miserable, como Jefe de Estado en lugar de un hombre brillante y capaz? Pues eso…

También podemos traer a colación a Diógenes de postre, que se reía de los que ocultan en la sombra la satisfacción de las necesidades naturales, cagar en términos inequívocos, o masturbarse, como hacía él ejemplarmente en la plaza pública para desbaratar la moral hipócrita; que ocultan esto, pero que en mitad de esas mismas plazas públicas y las ciudades, cometen actos violentamente contrarios a las exigencias de nuestra naturaleza con sus robos, sus sobornos y sus actos inmundos.

La riqueza que podría surgir de desentrañar el contenido de unos “buzones de los porqués” puestos en la plaza pública para ser contestados por vecinos y transeúntes sería inconmensurable. Probablemente ello podría contribuir a empezar a colocar los cimientos de una sociedad que ha vivido durante siglos confundida por los intereses de una clase, por la Iglesia y por un puñado de desaprensivos que han trabajado concienzudamente para mantener en la inopia al pueblo llano. Esta confusión y este maneje son el eje de la historia universal presente y pasada y sin el cual no sería posible un mundo al revés como el que vivimos. 


2 comentarios:

  1. Fíjate que tiendo a buscar muchos pocos de luz y los acumulo a lo largo del día en la búsqueda de una instantánea que me permita capturarla como mínimo con un 5,6/f
    Fíjate que están hechas para mi, y por si le sirvieran a alguien que como yo necesite de referencias cuando la sociedad oscurece.
    Fijaré que con el ritmo acompasado como al andar que marcan los “porqués” no me acostaría sin haberme entendido un poco mejor cada día.

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  2. Y fíjate que vayamos siendo tan mayores, ese tiempo en que las verdades se van tiñendo con la matizada luz del escepticismo o con las molestias de las cataratas y un día descubrieras al tacto de alguna circunstancia personal o global que mucho de lo que tan pacientemente buscaste se ha diluido en el charco de los años, lo ha erosionado la brisa del tiempo y entiendas que ahora comprendas que tienes que volver a sacar la vieja cámara convencional que usabas en tu juventud, empezar a repasar los viejos negativos en que se acumularon las luces de algunas décadas para buscar de nuevo en ellos la fuente de la emoción donde de nuevo ir a la beber y a buscar y a encontrarte.

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